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Planes y dólares

La respuesta de Obama a la catástrofe de Haití, pero también la presencia militar en Afganistán e Irak, han demostrado la importancia de la capacidad militar estadounidense para el mundo.

El reciente, rápido y espectacular despliegue militar estadounidense en Haití ha dejado clara la diferencia entre la gran potencia que es Estados Unidos y el resto del mundo. Marines, buques y aviones se unieron en una ayuda de proporciones históricas a pesar de lo que está suponiendo en términos de costes para un apretado presupuesto de Defensa y para unas fuerzas militares que están luchando en dos guerras. Casualmente, pocas semanas después de esta demostración de la capacidad militar estadounidense, Washington ha sacado a la luz la Revisión Cuadrienal de la Defensa 2010 (Quadrennial Defense Review, QDR, en inglés) –un plan de defensa a largo plazo– y el presupuesto de Defensa para este año, un monto que acepta una progresiva disminución de las capacidades militares.

La QDR es el documento donde el Pentágono plasma su visión para los próximos cuatro años, y establece los objetivos y desafíos que deberá enfrentar el sector de la Defensa. Además, marca la tendencia de los presupuestos de Defensa para el futuro. Sin embargo, esta vez ha ocurrido lo contrario. Si primero hay que definir las necesidades estratégicas, después establecer el tamaño de la fuerza, estructuras, programas, y por último los presupuestos, la administración de Obama le ha dado la vuelta. Impuso los límites a los presupuestos de Defensa ya el año pasado, lo que ha condicionando la formulación de la QDR, como el propio Pentágono ha admitido. Y ni con esas: el reto de adaptar visión y realidad, planes y dólares, va a resultar extremadamente difícil. Contarán para este año con una partida de 549.000 millones dólares, a los que se sumarán 159.000 millones de dólares para las operaciones en Irak, Afganistán y Pakistán. Lo que supone un aumento de un 3,4% con respecto al año anterior, si bien en términos reales el incremento no llegará a un 2%. Será difícil que con estos presupuestos sean capaces de luchar las guerras actuales a la vez que las futuras, como ha declarado Robert Gates.

Estados Unidos se enfrenta una mezcla hostil de ataques terroristas con armas de destrucción masiva, guerras híbridas, Estados granujas con misiles y con acceso a alta tecnología, y ciberataques. Potenciales competidores como China tienen más posibilidades de desafiar a Estados Unidos utilizando formas asimétricas de enfrentamiento, mientras que el cambio climático aparece como un factor potencial de inestabilidad. Si durante un cuarto de siglo la estrategia se construía en torno a una hipotética situación de que se produjeran dos guerras convencionales en dos lugares diferentes al mismo tiempo, la hipótesis ahora es de un nuevo escenario con multitud de enemigos tanto físicos como virtuales.

La QDR no se para, sin embargo, a estimar cuán probables son estas amenazas, utilizando –como pecan la mayoría de documentos de este tipo– un lenguaje vago y sujeto a interpretaciones. Sólo nos alerta para estar preparados para todo ello. Se trata por tanto más de un plan de "balance de riesgos" que de reducción y eliminación de las amenazas, como sería deseable. Además, deja de lado demasiadas decisiones importantes para informes futuros, y por tanto deja incompleta la QDR.

La respuesta de Obama a la catástrofe de Haití, pero también la presencia militar en Afganistán e Irak, han demostrado la importancia de la capacidad militar estadounidense para el mundo. Convendrían que sus fuerzas siguieran siendo suficientes, ahora y el futuro.

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