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Politización de las Fuerzas Armadas

Lo anunció el actual Ministro de Defensa en el Congreso de los Diputados. El no quería ser un mero “ordenador” que se limitase a ratificar las propuestas de los Consejos Superiores de los Ejércitos. Lo reiteró en el Senado, el creía en la legitimidad y necesidad de un criterio político en sus decisiones de ascensos, destinos y nombramientos. Lo pudo haber dicho más alto, pero difícilmente más claro. El único criterio que cuenta para Bono es el sometimiento pleno a su voluntad y la total dependencia de su persona. Este principio es válido tanto para civiles como para militares en su Departamento.
 
Las primeras decisiones del Gobierno en materia de ascensos avalan una vocación de clara injerencia política, cuando no partidista, en sus decisiones de promoción al generalato. Así, en la última tanda de ascensos en la Guardia Civil tiene poco que ver la propuesta que emanó de la Dirección General, respetando el criterio del Consejo Superior, con la decisión final del Consejo de Ministros. Es más, entre esos ascensos hay uno que sólo puede interpretarse en clave estricta de Partido, como el propio interesado se encargó de ensalzar en su discurso de imposición del fajín.
 
En las Fuerzas Armadas, la renovación de la cúpula ha estado también presidida por la polémica política. Bono ha utilizado el momento en que se conocieron los errores cometidos en la identificación de los cadáveres del Yakolev para hacer una renovación a su antojo sin que nadie pudiera replicarle. Pero en el futuro inmediato habrá más pruebas para constatar hasta que punto el PSOE está dispuesto a aplicar el sectarismo en el seno de los Ejércitos.
 
Hay un grupo de oficiales resentidos de izquierda, la mayoría al margen del servicio activo pero que mantienen una tutela moral sobre la política de defensa socialista, que están pidiendo sangre al nuevo Gobierno. Su percepción es que durante los Gobiernos del PP se benefició únicamente a los militares conservadores, equivocando lo que era un criterio estrictamente profesional con un criterio político, y que ahora ha llegado la hora de la revancha. Su intención es purgar a muchos buenos oficiales, negándoles el acceso al generalato, para aupar a una minoría que se identifica abiertamente con sectores supuestamente progresistas.
 
Pese a que las premisas adelantadas por el Ministro no son alentadoras y las primeras decisiones sumamente preocupantes, sería bueno para las Fuerzas Armadas, pero también para el propio Bono, que el Gobierno no sucumba a estos deseos de venganza. De lo contrario, estaríamos entrando en una senda de politización de nuestros ejércitos de impredecibles consecuencias pero de nefasta experiencia histórica.

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