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Por un buen porvenir

Santos dará continuidad al uribismo que después de ocho años deja una nación que nada tiene que ver con un Estado fallido y sí con un país con porvenir.

Colombia tiene nuevo presidente electo. Gracias a un amplísimo apoyo, Juan Manuel Santos heredará un país que nada tiene que ver con la Colombia que se encontró Uribe en 2002. Entonces el país vivía en una pesadilla de secuestros masivos, ataques terroristas, y acciones contra la población civil. Unas FARC envalentonadas tomaban municipios mientras el Estado permanecía ausente en gran parte del país. Llegó incluso a ser catalogado como un Estado fallido.

Fue la política de seguridad democrática la herramienta principal con la que Uribe se propuso recuperar el control de territorio, restablecer la presencia del Estado, proteger a la población y enfrentarse al narcotráfico que alimentaba a las guerrillas. Para ello puso en marcha un plan de fortalecimiento y profesionalización de las fuerzas de seguridad y militares colombianas desde las instituciones democráticas, que le valió duras críticas tanto de partidos como de gobiernos de varias partes del mundo que lo acusaron de militarista. Pero Uribe siguió adelante y poco a poco se fue viendo el debilitamiento y el resquebrajamiento de los narcoterroristas, mientras el Gobierno legítimo recuperaba el control territorial y lograba un fortalecimiento de la fuerza pública. El Estado devolvió la confianza a los ciudadanos, hasta entonces presos el miedo, y Colombia empezó a cosechar los dividendos de la pacificación. Con el regreso de la seguridad a las calles de las principales ciudades y gran parte de las zonas agrícolas volvieron las inversiones extranjeras. La economía mejoró exponencialmente.

Una semana antes de la segunda vuelta de las elecciones generales, y a dos meses de que Uribe abandone la Casa de Nariño, hemos asistido a un último golpe militar a las FARC. La llamada Operación Camaleón permitió rescatar el pasado 13 de junio a tres oficiales de la Policía y a un suboficial del Ejército que llevaban 12 años en poder de la guerrilla. Nuevamente una operación que demostró inteligencia y pericia, y que recuerda a la Operación Jaque de julio de 2008, que permitió la liberación de 15 rehenes, entre ellos la que fuera candidata presidencial Ingrid Betancourt. Las dos brillante y limpiamente ejecutadas con la diferencia de que en la Operación Camaleón no hubo civiles ni derroche mediático con primeras figuras internacionales.  

Precisamente era Santos el ministro de Defensa durante la Operación Jaque. Ahora tiene la tarea de consolidar la estabilidad y seguridad, y afrontar otros retos del ámbito económico, social y también internacional. Con unas FARC debilitadas como no lo han estado nunca, Santos dará continuidad al uribismo que después de ocho años deja una nación que nada tiene que ver con un Estado fallido y sí con un país con porvenir.

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