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¿Qué pasa en Basora?

Entre la diversidad de opiniones se puede atisbar dos grandes corrientes: un nuevo revés que experimente la estrategia americana, que puede dar al traste con la misma; una fase imprescindible que conduce a la oportunidad de un nuevo salto adelante.

En Basora se combate. Eso nos lo dice a diario los titulares. Más allá, la nueva erupción de violencia bélica podríamos tomarla por un catálogo de todo lo que no sabemos de Irak, donde fuera de las bombas y los muertos de cada día, reducidos en un 65% en los últimos meses, las informaciones son fragmentarias y confusas o simplemente no son. La política interna de los iraquíes no parece estar al alcance de los corresponsales de los medios. Y los sucesos han dado lugar a interpretaciones para el más variado abanico de gustos.

En el amplio muestrario de lecturas de los actuales acontecimientos hallamos una extraña coincidencia: es importante. Tanto si fracasa como si triunfa lo que se haya propuesto quien se lo ha propuesto, el resultado de esta nueva ronda de combates cambia las cosas.

Entre la diversidad de opiniones se puede atisbar dos grandes corrientes: un nuevo revés que experimente la estrategia americana, que puede dar al traste con la misma; una fase imprescindible que conduce a la oportunidad de un nuevo salto adelante.

Basora es la segunda ciudad de país, 75% chiita, situada en la zona donde se produce el 70% del bruto nacional y junto al fondo del golfo pérsico, con el único punto de embarque para el crudo. Ha sido responsabilidad de los ingleses desde el comienzo mismo de la guerra. El poder de las milicias chiíes y las mafias, distinción no siempre fácil de hacer, a las que hay que sumar las tribus, que a efectos de seguridad y orden público tampoco son algo netamente diferenciado, ha ido avanzando durante años bajo la cada vez más impotente mirada británica. A finales del 2007 los soldados de su majestad se replegaron a una base próxima. Basora, como la mayor parte del Sur, ha conocido poco de la guerra que ha asolado Bagdad, el triángulo suní y Mosul en el norte, pero esa serie de elementos han ido intensificando su propia guerra, dulcificada por repartos territoriales y de esferas de competencia. Quien se había quedado fuera del juego era el Gobierno central. Ahora su jefe, Maliki, a quien no se le conocen ningunos antecedentes guerreros, ha empuñado el bastón de mando y se ha ido con sus tropas para acabar con tan irregular situación.

Primera gran duda. ¿Lo ha hecho con, sin o contra los norteamericanos? No hay certezas, pero sólo una cosa parece bastante clara: la iniciativa ha sido suya. No hay suficiente información como para saber en qué medida los estadounidenses han estado de acuerdo desde el principio o se han visto arrastrados a prestarle apoyo para evitar males mayores. En todo caso Maliki, con razón o sin ella, ha demostrado una notable confianza en sus tropas. Que se ha pasado de la raya lo prueba el que haya tenido ya que ampliar el irrealista plazo de tres días que había dado a los elementos irregulares para que depusieran las armas. Y por supuesto, por mucho que haya avanzado la formación de las fuerzas armadas y policiales de Irak, una operación de ese calibre está por completo fuera de su alcance sin apoyo norteamericano. Las cifras de efectivos comprometidos en la operación han bailado entre los 15 y los 30.000, con mayor insistencia en la más alta y en la tendencia a seguir creciendo. Sin logística estadounidense una operación tal no es posible. En todo caso, británicos y americanos han estado proporcionando desde el principio, y así lo han manifestado, inteligencia y apoyo aéreo.

Maliki anunció su propósito de desarmar a las milicias rebeldes, las bandas de criminales y los escuadrones de la muerte. Entre todos se apropian como mínimo de un 10% de ese 70% de todo el petróleo que se produce en Irak. E imponen su peculiar orden. Situación que ciertamente no puede permitir nada que quiera parecerse a un Gobierno nacional. La operación puede por tanto ser el comienzo de la extensión de la autoridad efectiva de Bagdad sobre todo el país, empezando por la ciudad más importante desde todos los puntos de vista. Pero las cosas nunca son tan sencillas en Irak.

El principal enemigo a batir son las milicias de Muqtada el Sadr, que había declarado una tregua en agosto, renovada en febrero. De ahí la segunda escuela de interpretación: la guerra civil es ahora un fenómeno interno al campo chií, que gracias a su carácter mayoritario domina el Gobierno. La relativa pasividad de esa milicia durante los últimos meses ha contribuido a la reducción de los niveles de violencia. La cuestión es si el éxito del aumento de tropasestá ahora en retroceso o si la posible eliminación de unos elementos incontrolables lo incrementará. La madeja está muy enmarañada y cuenta con muchas más hebras. Se irá devanando en las próximas semanas, no en cuestión de días.

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