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Repensar Europa

Europa se para pero es esencialmente irreversible. Habrá que pensar una Europa que no sea antiamericana ni esté al servicio de uno o dos de sus miembros

Tras los dos referenda negativos, desconcierto total. Nadie sabe qué hacer y las opiniones que jarrean sobre el pequeño continente representan la más espantosa cacofonía que jamás se haya oído. ¿Como hubieran podido llegar a unirse gentes con tal cantidad de opiniones encontradas?
 
Pero algún mínimo común denominador se puede hallar, aunque pertenezca al reino de la ficción. Todos los comentaristas parecen convencidos de que las gentes del no acudieron como un solo hombre a votar por su razón preferida. No la de cada votante, que sería obvio, sino la de cada comentarista, que es inverosímil. De modo que averiguar las razones del no va a ser más fácil que hacer la taxonomía de los análisis del hecho electoral.
 
Un primer ministro saboyano decía: Italia fará da se, pero el fautor de Italia, el conde Cavour la hizo entrando en una guerra, la de Crimea, aunque sin enviar un soldado, para poder codearse con los grandes del momento. Las Azores en París y con excelentes resultados. Quienes creemos que Europa no puede hacerse contra Estados Unidos nos gustaría pensar que ahí está el fallo. Y ciertamente los holandeses se cuentan entre los más atlantistas de los europeos. Pero no parece, ni mucho menos, que ese sea el componente esencial de su rotunda negativa. Y ciertamente no es ese el caso de los franceses, que viven consumidos por los celos de su contramodelo trasatlántico. Ni las más calenturientas mentes antiamericanas, y las hay que echan chispas, han osado atribuir el no a un complot yanqui.
 
Si hubiéramos acudido todos cogidos de la mano a Irak, solidarizándonos con quienes nos salvaron de tres guerras mundiales (no olviden la fría), ayudaron a la reconstrucción del continente, han sido el motor de la economía mundial, de los avances científicos y tecnológicos, para derribar a un abominable tirano ¿podría la unificación marchar viento en popa? Quizás en una Europa de fantasía, pero no en la que nos ha tocado vivir. Puede que ni siquiera se hubiera llegado a votar.
 
Los que pensamos que el mangoneo franco-alemán había ido ya demasiado lejos y empezaba a resultar insoportable construir una Europa unificada para mayor gloria de Francia y sus delirios de grandeur, hemos de toparnos con la dura realidad de que si ese tema ha desempeñado algún papel en los resultados franceses lo habrá hecho en sentido inverso, por el temor de que una Europa tan atiborrada de recién llegados -sin olvidar que a la cola está ya Turquía, con casi setenta millones de auténticos turcos, más los que llegarán de aquí a que se les abra la puerta- pueda no ser manejable desde París.
 
Por la barranquilla se van las ilusiones de superpotencia y veremos qué pasa con el Euro. Una moneda necesita detrás un poder político coherente. De momento Estados Unidos sale ganando y puede que su dólar también. A la larga ya no está tan claro. Una Europa rival de Estados Unidos es un desastre no sólo del lado de allá del charco, sino todavía peor de éste. Una comunidad atlántica con una unidad de propósito para enfrentarse conjuntamente a los graves peligros que sin duda el futuro nos deparará, no puede más que ser beneficiosa para ambos.
 
Europa se para pero es esencialmente irreversible. Habrá que pensar una Europa que no sea antiamericana ni esté al servicio de uno o dos de sus miembros.

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