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Terror en la India

En cuanto a lecciones a extraer, nada verdaderamente nuevo bajo el sol. El terrorismo a gran escala está vivito y matando. La operación parece de gran envergadura y se asemeja a una acción de comandos militares.

No deja de ser también terrorífico que a medida que han ido transcurriendo las horas (60 desde el jueves al sábado por la mañana), los hechos sobre lo sucedido en Bombay se hayan vuelto cada vez más confusos y que buena parte de lo que las autoridades dijeron –que ya era bien poco– lo hayan tenido que desmentir. Otros muchos datos no cuadran. Lo único claro es que los atacantes actuaron con gran rapidez, precisión y eficiencia, sembrando la muerte en un punto tras otro, armados hasta los dientes, y revelando un alto grado de coordinación y entrenamiento. No parece que tuvieran un plan de escape, por tanto habría que considerarlos suicidas. Diez fueron vistos atracar en un muelle de pescadores con una zodiac el miércoles a última hora de la tarde. Se habla de más desembarcos –hasta cuatro más– y se da por supuesto que otros estaban ya en plaza. Nueve terroristas fueron muertos por las fuerzas de orden público y uno detenido. Más cadáveres pueden seguir apareciendo, pese a que las victimas ya rondan las doscientas. Un desglose, ya superado, indicaba 20 muertes entre las fuerzas del orden (de un total de 750 de dos cuerpos de especialistas que tomaron parte en los asaltos), 141 civiles indios y 22 extranjeros.

La autoría es desconocida. La mención de un "país extranjero" es casi un reflejo condicionado en la India. Toda la prensa apunta como principal sospechoso a Laskar-i-Taiba, una organización jihadista pakistaní que actúa preferente en Cachemira, con la connivencia del legendario servicio de información de la Fuerzas Armadas de ese país, el ISI. La reivindicación ha venido de un grupo perfectamente desconocido que en su denominación indica proceder del sur de la India. Algún testigo oyó hablar en hindi a algún terrorista, lo que, en ese caso, descarta a pakistaníes y probablemente a meridionales. A la India le sobran islamistas locales desafectos que con anterioridad han golpeado ya un buen número de veces.

Los atacantes no emitieron ningún comunicado ni hicieron ninguna reivindicación. Se atrincheraron en dos lujosos hoteles a causa de los extranjeros, pero también mataron a muchos indios de clase alta.

¿Los objetivos? Probablemente todo lo que han conseguido y bastante más. Atacar la ciudad más cosmopolita y económicamente importante del país, con toda la cola que ello pueda traer para el turismo, los negocios y la imagen de la India; exacerbar la crecientes tensiones entre musulmanes (13% de la población total) e hindúes (80%) y la amenazadora radicalización en marcha de los jóvenes islámicos, que sienten que su comunidad es cada vez más discriminada y su horizontes vitales más cerrados; el enfrentamiento entre el gobernante partido del Congreso, que trata de atraerse el voto musulmán y el opositor partido nacionalista hindú; y reavivar el enfrentamiento con el vecino Pakistán, de incalculables consecuencias, aunque las que se pueden calcular son suficientemente estremecedoras.

En cuanto a lecciones a extraer, nada verdaderamente nuevo bajo el sol. El terrorismo a gran escala está vivito y matando. La operación parece de gran envergadura y se asemeja a una acción de comandos militares. Habrá requerido en todas sus fases la participación de muchas docenas de actores. Si hubiera procedido de Al-Qaeda central, zanjaría una discusión casi tan vieja como el mismo 11-S y reanudada cada poco: sobre si la organización de Bin Laden conserva una capacidad operativa y una eficiente estructura jerárquica o no es más que un laxa franquicia que hace bien poco por los grupos de espontáneos que se arriman a su sombra, o, incluso, que ha quedado reducida a una mera etiqueta ideológica a disposición del primero que quiera usarla.

Ante la ausencia de datos relevantes y fiables, los medios y comentaristas han tenido que estrujarse el cerebro para llenar páginas y tiempo. Lo mejor nos lo ha dado el lúcido y magistral Mark Steyn: "Los yihadistas no parecen haber captado el mensaje de Obama de que no hay enemigos, sólo amigos con los que todavía no hemos negociado sin precondiciones". O, podríamos añadir, todavía no han caído en la cuenta de la existencia de una Alianza de Civilizaciones.

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