Menú
GEES

Tiempo de discursos

Hoy día muchos en América piensan que en los últimos veinte meses se ha hecho exactamente lo contrario de lo que era necesario. De ahí la caída de la popularidad de Obama y la debacle electoral que se avecina para los demócratas.

El que en el 2006 los asesinatos diarios fueran 100 y ahora 10 quiere decir que la guerra se puede ganar, pero no exactamente que se haya ganado. Es posible, pero nunca se sabe de antemano, que la reducción del personal militar a 50.000 no enturbie el panorama, o que incluso lo mejore, pero ponerle fecha fija a la retirada total puede ser tan negativo como los plazos afganos.

Cuando hace dos semanas se alcanzó esa cuantía residual pero nada despreciable y se le cambió, al menos de boquilla, la misión de combate por otra de apoyo y adiestramiento, Obama hizo el anuncio sin grandes alharacas y dejó para más tarde el inevitable discurso. Éste llegó el último día de agosto y ha sido bastante desconcertante y digno de hacer en él una pequeña parada. Ha suscitado más bien silencio en los suyos. Si Zapatero se entera de lo que pasa más allá de Finisterre, habrá meneado la cabeza lleno de preocupación. ¡Este chico se nos está extraviando! El bandazo de Obama es casi tan grande como la incoherente conversión a la austeridad en nuestra política económica. Ha provocado división de opiniones entre los conservadores. Hay quien ha saltado de gozo con las múltiples frases tomadas del argumentario neocon y hay quien hace un balance negativo, interpretándolo como el anuncio de un repliegue aislacionista que deja el mundo a su albur para refugiarse en los problemas de la economía doméstica.

Es, desde luego, según frase varias veces repetida, un discurso "para pasar página". Página de Irak, con vuelta a casa, expresada en párrafos contradictorios. Respecto a Irak, no hay el más mínimo reproche a Bush y se alaban los resultados, que se apropia con no poco desparpajo, por no decir cara dura. Tampoco el más mínimo reconocimiento de los manifiestos errores propios y los de sus amigos. Si por ellos hubiera sido, no habría habido ninguna cosecha que recoger, como no fuera sangre, inestabilidad, amenaza y peligro. Para escándalo del progresariado en todas latitudes, "el mensaje para el mundo" es que "los Estados Unidos pretenden mantener y reforzar su liderazgo en este joven siglo", al tiempo que proclama a América "líder del mundo libre". Pero la vuelta a casa que implica el "paso de página" en el país mesopotámico, y que ya anuncia respecto al futuro Afganistán, se hace con muchas promesas de apoyo en lo que venga en ambos, pero con una desmedida o desvergonzada sobrevaloración de las posibilidades de estabilidad, paz y buen gobierno en esos países, que a todas luces necesitarán caminar con andaderas durante mucho tiempo. Si así fue en Japón, Alemania, Corea, no hay nada que indique que en Oriente Medio la cosa va a ser distinta.

El discurso iraquí tiene también sus amplios capítulos afgano y doméstico. El afgano está destinado a precisar los términos de la polémica en curso sobre el plazo para tomar el tren de vuelta. La palabra, que quede claro, no es retirada sino transición, y hay que reconocer que así ha sido en todo momento: el próximo julio "comenzaremos una transición a la responsabilidad afgana... el ritmo estará determinado por las condiciones sobre el terreno... y nuestro apoyo continuará. Pero no se confundan [demanda típicamente obámica, en numerosos discursos] la transición comenzará...".
El capítulo doméstico está lleno de generalidades bien intencionadas. Aquí sí que el tema de las culpas viene de atrás: "Desgraciadamente, en la última década no hemos hecho lo necesario para apuntalar los fundamentos de nuestra propia prosperidad".

Hoy día muchos en América piensan que en los últimos veinte meses se ha hecho exactamente lo contrario de lo que era necesario. De ahí la caída de la popularidad de Obama y la debacle electoral que se avecina para los demócratas. La cuestión relativa al discurso es en qué medida sus aspectos sorprendentes representan un aprendizaje por parte de Obama, una maduración de sus ideas y prejuicios o más bien un oportunismo electoralista al que su rigidez mental y su apabullante confianza en sí mismo no nos tienen acostumbrados.

En Internacional

    0
    comentarios
    Acceda a los 1 comentarios guardados