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Tiempo para la diplomacia

Los iraníes nunca han aceptado una restricción en los temas. Estados Unidos exige, para hablar de cuestiones nucleares, que suspendan el programa de enriquecimiento de uranio, apoyándose en dos resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

El notición no se produjo. Ella se hizo la encontradiza, él se mostró huidizo. Así fue el desencuentro entre Condoleezza Rice y su colega iraní Manuchehr Mottaki en la conferencia internacional sobre Irak celebrada los pasados jueves y viernes en la ciudad turística de Sharm el Sheij, Egipto, en la costa de la península del Sinaí, a orillas del mar Rojo. Hubo representantes de 60 países árabes, europeos y asiáticos, 30 a nivel de ministro de exteriores, y fue patrocinada por Naciones Unidas e Irak y preparada en marzo en Bagdad por una reunión de los vecinos del infortunado país.

Más allá del orden del día, las expectativas giraban en torno a las posibles entrevistas de la secretaria de Estado con sus homólogos sirio y persa. Damasco lleva meses proclamando a los cuatro vientos que está abierto de par en par a cualquier contacto con Washington y la administración Bush ha decidido abrir la baraja del juego diplomático.

En Oriente Medio la política de cada jugador es sutil y complicada y los intereses del régimen baasista en Siria no son excepción, pero en este caso lo que les preocupaba de manera apremiante era que los norteamericanos y sus únicos pero no incondicionales amigos, los iraníes, pudieran llegar a cualquier tipo de entendimiento a sus espaldas. Para hacer méritos, cerraron un poco a lo largo de abril el grifo de las entradas de esforzados yihadistas en su predilecto coto iraquí, según reconocieron los militares estadounidenses y el propio embajador en Bagdad. Esto les valió media hora cara a cara, con Irak como tema único. Muy profesional, dijeron ambos. Ninguno sermoneó al otro. Más no sabemos. Lo importante es el hecho. Si ha sido para bien o para mal no lo saben ni ellos. El dictador al Assad podrá presumir de que ha roto el aislamiento. Los norteamericanos, de que no se niegan al diálogo.

Hecho por hecho, el que no tuvo lugar fue todavía más importante. Las partes dejaron claro que ninguna había solicitado nada de la otra pero Rice dijo que no desaprovecharía cualquier oportunidad que se le presentase. Teherán no quiso proporcionársela. Al parecer hizo saber bajo cuerda, pero no tan bajo como para que no se enterase el universo mundo, que el ministro de Exteriores no era el hombre ni la conferencia el momento.

Mottaki, en sus fugas sin tocata, extremó las cortesías, tratando de dejar detrás puertas abiertas que en otro momento se podrán franquear. Altos funcionarios de las dos delegaciones no se anduvieron con tantos remilgos y trabajaron. Los norteamericanos cuentan con que habrá conversaciones sobre Irak y que los interlocutores serán los embajadores en Bagdad.

Quizás eso fue lo que salió de los contactos a menor nivel, quizás es el juego de "que por nosotros no quede". Lo cierto es que ahí ya hemos estado y no funcionó. El anterior embajador estadounidense, Khalilzad, anduvo detrás de ello con ahínco sin conseguirlo. Los iraníes nunca han aceptado una restricción en los temas. Estados Unidos exige, para hablar de cuestiones nucleares, que suspendan el programa de enriquecimiento de uranio, apoyándose en dos resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

El camino no está ni mucho menos despejado, pero la temporada diplomática se ha abierto. Lo que nunca se sabe es cuándo y cómo concluirá.

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