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Tras Gadafi

Tanto si Libia marcha por el buen camino como si desciende a los infiernos, el impacto regional con toda probabilidad será una nueva ola de demandas de cambio; esta vez más cerca de nuestras fronteras.

En la guerra, como en el amor, todo son sorpresas y lo que hoy parece imposible, mañana se hace realidad. Algo así parece estar sucediendo en Libia. Cuando todos daban por estancado el conflicto, los rebeldes parecen haber logrado un gran avance, rompiendo las tablas y dando un jaque mate al dictador libio. No obstante, mientras escribimos, Gadafi sigue atrincherado y resistiendo, por lo que hasta que no se rinda, abandone el país o sea liquidado, nada está del todo seguro.

En cualquier caso, tarde lo que tarde, el post-gadafismo es algo ya imparable. Queda por saber qué será. El Consejo Nacional de Transición ha dado últimamente sobradas pruebas de que no controla a los suyos y las diferencias tribales han acabado por aflorar.

Sea como fuere, dos escenarios se prevén para la Libia sin Gadafi: el más optimista, que los rebeldes son capaces de asegurar una transición a un régimen más abierto y tolerante, evitando un baño de sangre entre ellos y reduciendo la influencia de los radicales; el más pesimista, que ahora se recrudecerán las diferencias tribales y regionales y que el país marcha temporalmente hacia el caos y últimamente a su partición. No hay datos que permitan descartar ninguna.

Pero tanto el aparentemente más benigno como el peor van a tener implicaciones graves para nosotros. La toma del poder por los rebeldes no puede dejar indiferentes a los seguidores de Basher el Assad en Siria, quienes podrían temer que, liberados de la campaña militar contra Gadafi, los países de la OTAN concentrarían sus miradas a partir de ahora en lo que ocurre en Damasco. Pueden considerar su destino sellado o, por el contrario, podrían intentar acelerar su represión para consolidarse en el poder antes de que nadie pueda o quiera reaccionar. Sea como fuere, Siria promete más sangre y pone a los occidentales en la tesitura de aplicar también allí sus principios humanitarios.

Una segunda consecuencia de la victoria de los rebeldes será el impulso que pueda dar a los jóvenes descontentos con el actual régimen militar en Argelia. En el Norte de África sólo dos países se habrían librado hasta la fecha de cambios radicales, Argelia y Marruecos, y ante el empuje de la revolución, las políticas de ambos de comprar tiempo (en Marruecos con una nueva constitución y en Argelia con subida de sueldos a los funcionarios) estarán llegando a su límite.

En suma, tanto si Libia marcha por el buen camino como si desciende a los infiernos, el impacto regional con toda probabilidad será una nueva ola de demandas de cambio; esta vez más cerca de nuestras fronteras.

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