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Turquía, caballo de Troya

No cabe duda de que un régimen islamista en Turquía será mucho peor para los turcos que el actual y mucho más peligroso para sus vecinos que el tutelado por los militares.

Los titulares suenan lo suficientemente gruesos como para que el occidental despistado se trague el anzuelo: la reforma constitucional aprobada en Turquía quita poder al ejército y se lo da a las instituciones representativas. Buena noticia, entonces, que acerca al gigante turco a la Unión Europea, que desmilitariza la vida política y la hace más democrática. A felicitarse toca.

No tan rápido. La reforma constitucional no tiene el mismo significado que en un país occidental; la reforma no la han promovido sectores liberales prooccidentales, sino el islamismo antioccidental de Erdogan, que es bien distinto. Los papeles están cambiados: el Ejército ha sido durante decenios el garante de la laicidad, la modernidad y la occidentalidad del Estado turco, frente a la constante presión islamista para convertir a Turquía en una república islámica teocrática, encarnada ahora en Erdogan. Europa, siempre tan espabilada, ha impulsado las reformas de éste último contra aquel.

El Ejército ha dado golpes en 1960, 1971, 1980 y 1996, en buena medida para frenar medidas para islamizar el Estado. Es verdad que su papel se ha ido progresivamente debilitando en los últimos años, aunque sigue siendo una de las instituciones mejor valoradas por los turcos; enfrente, la fortaleza electoral corresponde al islamismo "moderado" de Erdogán, el del giro proiraní y las amenazas a Israel. Así que la primera cuestión interna es si los militares aceptarán sin más los nuevos tiempos, que los sitúan bajo un presidente islamista. Y la segunda es si soportarán algo aún más difícil, un clima de creciente hostilidad provocado por la política de Erdogán, sumamente agresivo ya en su valoración. Porque la reforma, que permite las demandas por golpismo contra los militares, ha disparado las denuncias contra el Ejército, que por ahora parece permanece impasible. No cabe duda de que un régimen islamista en Turquía será mucho peor para los turcos que el actual y mucho más peligroso para sus vecinos que el tutelado por los militares.

Respecto a Europa, la derrota del ejército es una victoria de los islamistas: esta disyuntiva en la que la democracia abre la puerta al islamismo ya la vimos en Argelia en los noventa. Sólo procedimentalmente coloca la reforma más cerca a Turquía de Europa. En cuanto a la integración en la Unión Europea, baste recordar que la integración rompería todos los equilibrios culturales europeos: la UE pasará de tener unos 16 millones de musulmanes a tener 90. Una revolución social y cultural. Quizá por eso, la izquierda europea antioccidental lo ha celebrado como un paso hacia Europa de los turcos. En verdad, lo que está deseando es lo contrario, un paso de Europa hacia Turquía vía dejación de principios y ósmosis demográfica. Como el islamogolferas Gadafi advirtió, Turquía será el caballo de Troya del islam en Europa. Y hoy en día no hay mejor caballo de cartón para entrar en Europa que el artefacto democratista y antimilitar de la reforma. Dentro viajan millones de musulmanes, muchos de ellos radicales.

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