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Una difícil cita electoral

Hasta hace unas semanas era un lugar común entre los analistas políticos norteamericanos el afirmar que las elecciones presidenciales de noviembre se resolverán por la mínima. La nación sigue tan dividida como hace cuatro años entre las propuestas republicanas y las demócratas. Ninguno de los dos contendientes merece el calificativo de carismático, como para desnivelar la balanza por méritos estrictamente personales.
 
Bush tiene como activos el ser un hombre de profundas convicciones y el haber sabido guiar a la Nación tras el 11-S en su lucha contra el Terror, dotándola de una nueva estrategia, nuevas instituciones y adaptando las existentes a los riesgos de nuestros días. A pesar de las adversas condiciones y contra el consejo de casi todos llevó adelante su promesa de reducción de impuestos. Por contra, el déficit público se ha disparado, en las últimas semanas se percibe una falta de estrategia en la conducción de los acontecimientos en Irak y, sobre todo, ha saltado el escándalo de los malos tratos y torturas a los prisioneros iraquíes.
 
Kerry representa el anti-republicanismo, una cultura política importante y movilizada, pero carece de principios. Se ha pasado la vida diciendo una cosa o la contraria según conviniera. Además no aporta una estrategia alternativa a la política exterior de Bush. Propone un mayor multilateralismo, pero la ciudadanía sigue a la espera de que le explique por ejemplo cómo va a ganar el apoyo de Francia cuando Chirac está comprometido en limitar el poder americano.
 
En esta tensión el ya citado escándalo puede resultar decisivo. Los norteamericanos son capaces de asumir muchos sacrificios si creen que el interés nacional lo exige, pero verse reflejados como sociedad en el espejo de unas imágenes aberrantes puede ser mucho más de lo que están dispuestos a tolerar. La gestión de este problema puede resultar definitiva en la campaña electoral. Bush ha confirmado a Rumsfeld en su cargo. Muchos sospechan que los estrategas republicanos han aconsejado al presidente mantenerlo hasta el momento apropiado, cuando la tensión haya aumentado y su cese pueda resultar efectivo para desactivar la crisis. Si Bush no consigue distanciarse del escándalo y no es capaz de liberar, en la medida de lo posible, al ciudadano del sentimiento de culpa por lo ocurrido, él puede convertirse en el mecanismo que la sociedad americana utilice para superar un humillante episodio de su historia reciente.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.

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