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Una nueva oportunidad

Arafat ya no es el dirigente palestino. Todos hemos ganado con ello, porque ha desaparecido un serio obstáculo para la paz, alguien que no estaba dispuesto a realizar concesiones que afectaran a su mítica imagen de fundador de la patria palestina

El inminente viaje de la Secretaria de Estado Rice a Israel, para encontrarse con las máximas autoridades judías y palestinas, junto con la cumbre en el Mar Rojo, auspiciada por Egipto y con la importante presencia del Rey de Jordania, sitúan la reanudación del proceso de paz en primera línea de la agenda internacional. Tanto es así que ya algunos medios han comenzado a culpar a Israel de no estar haciendo lo suficiente, a pesar de estar anunciada la retirada de Gaza, la entrega del control policial de importantes enclaves cisjordanos a la policía palestina y de estar liberando a centenares de prisioneros. Antes de avanzar por el camino de los juicios sumarísimos conviene detenerse para valorar en qué punto nos encontramos y qué se puede esperar de las Partes en un futuro inmediato.
 
La comunidad internacional, israelíes y palestinos están tratando de crear el ambiente necesario para poder reanimar el proceso de paz. En cierta forma, se intenta volver a los días anteriores a la convocatoria de la II Intifada, un levantamiento organizado por Arafat cuando comprendió que el proceso negociador le llevaba a donde él no quería o no estaba dispuesto a llegar. Pero la historia no se repite y la situación hoy ya no es la misma.
 
Hay dos elementos nuevos que no podemos perder de vista. Arafat ya no es el dirigente palestino. Todos hemos ganado con ello, porque ha desaparecido un serio obstáculo para la paz, alguien que no estaba dispuesto a realizar concesiones que afectaran a su mítica imagen de fundador de la patria palestina. Pero con su muerte nadie ha heredado su autoridad. Abbas carece del prestigio de su predecesor. Su capacidad para influir sobre las restantes fuerzas políticas es mucho menor y eso es un grave problema. No sabemos hasta dónde está dispuesto a llegar, pero es evidente que habrá que proporcionarle toda la protección posible.
 
La segunda novedad hace referencia al proceso en sí. A diferencia de lo que ocurrió bajo la Administración Clinton, el “Cuarteto” aprobó un Road Map, Hoja de Ruta, que establece los pasos que las Partes deben dar a lo largo de tres fases, al cabo de las cuales quedará establecido un estado palestino en paz con su vecino israelí. En esta primera fase, en la que no hemos dejado de encontrarnos desde su proclamación, la Autoridad Palestina tiene, entre otras muchas obligaciones, que poner fin a la violencia y, aquí llega lo peor, acabar con las organizaciones terroristas. No se trata de establecer periódicos “altos el fuego”, de mayor o menor duración, sino de encarcelar a sus dirigentes y de acabar con las organizaciones. Al mismo tiempo, Israel tiene que poner fin a la actividad en sus asentamientos. Es evidente que Sharon está dispuesto acabar con la mayor parte de los asentamientos de Cisjordania, tan evidente como que tratará de mantener los próximos a Jerusalén, pocos pero muy poblados. En los últimos años se asiste a una intensa actividad en estos enclaves. Los israelíes han aprovechado los errores cometidos por Arafat, bloqueando el proceso de paz y asumiendo por ello su responsabilidad, para tratar de consolidar su posición en esta zona y evitar su entrega. Sería una rectificación de las fronteras provisionales del 49, la célebre “Línea verde”, como compensación por las guerras de los Seis Días y del Yon Kippur, dos agresiones injustificadas dirigidas a poner fin al estado de Israel
 
Abbas hoy carece del poder necesario para acabar con los grupos terroristas, por lo que es posible que trate de alterar el Road Map para lograr primero importantes concesiones israelíes que refuercen su posición. No es probable que Sharon acepte cambios, salvo que se le compense de otra manera. El Primer Ministro israelí apurará el tiempo para avanzar en las obras que se están realizando en los asentamientos clave y exigirá el estricto cumplimiento de lo acordado. Este es el cuello de botella al que aparentemente nos dirigimos, ese es el terreno en el que la diplomacia deberá actuar.
 
Un punto a no olvidar. Durante la primera fase ningún país árabe puede ayudar a organizaciones palestinas violentas. Siria está haciendo y hará méritos para situarse en la posición de potencia árabe violadora del Road Map y, consiguientemente, en un obstáculo para la paz. Irán no es árabe, pero sí un obstáculo. El tratamiento a estos dos países, de por sí problemático, adoptará un nuevo perfil en cuanto el proceso de paz tropiece con los primeros obstáculos.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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