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Una política exterior coherente y peligrosa

En la derecha española suele considerarse la política exterior del primer año de Rodríguez Zapatero un conjunto de continuos desatinos. En realidad es mucho peor. Se trata de una política que aunque se ha ejecutado pobremente cuenta con una visión coherente en su base, pero no por coherente en sus planteamientos, menos peligrosa en sus implicaciones para España y sus intereses.
 
En este primer año, y a modo de recordatorio cronológico aunque sin ser exhaustivos, el actual gobierno socialista cuenta con los “logros”  siguientes:
 
  • retirarse de Irak precipitadamente, sin consultar con nuestros aliados y habiendo llevado al engaño a los Estados Unidos sobre la forma de ejecutarla;
  • renuncia voluntaria a las tesis siempre defendidas por el PSOE en defensa del derecho del pueblo saharaui a su autodeterminación, rechazando el plan de la ONU y concediéndole a Marruecos gratuitamente el apoyo a sus tesis anexionistas;
  • levantamiento de las restricciones sobre Gibraltar sin contrapartida alguna por parte del Reino Unido ni de las autoridades de la roca a las que, sin embargo, se les reconoce parte natural de las negociaciones sobre la soberanía y el futuro del Peñón;
  • abandono gratuito de la posición alcanzada por España en el Tratado de Niza y aceptación en la Constitución Europea de que nuestro país deje de estar entre los grandes y asuma que no puede impedir, como los miembros más pequeños, ninguna política detrimental para nuestros intereses nacionales.
  • llamamiento a la deserción de los miembros de la coalición internacional en Irak, con el fin de dejar solos a los soldados norteamericanos;
  • promoción de una “alianza de civilizaciones”, con el mundo árabe y musulmán, al objeto de entablar un diálogo que logre una mejor comprensión y entendimiento de las culturas y sociedades, en el respeto permanente de las mismas tal y como hoy las conocemos.
  • Cambio de alianzas en Latinoamérica en beneficio de dos países esencialmente: la Cuba de Castro y la Venezuela de Chávez.
 
Esta letanía de “perlas” exteriores sólo se explica por tres principios que el actual ejecutivo de Rodríguez Zapatero ha llevado hasta sus últimas consecuencias: la rendición preventiva, el choque de civilizaciones y el apaciguamiento.
 
Efectivamente, tal es el miedo del gobierno socialista a dar una imagen de perdedor en una negociación que aborrece cualquier negociación que exija por su parte cierto grado de firmeza. Su táctica para resultar públicamente victorioso: ceder cuanto antes para evitar prolongar una situación incómoda que podría acarrearle críticas internas. Frente al “llegar, ver y vencer” del Cesar, Rodríguez Zapatero parece haber elegido la máxima opuesta: “llegar, ver y rendirse”. A eso se le llama la rendición preventiva. Se hizo en la negociación sobre el reparto de poder en la UE y volvió a hacerse con el tema de Gibraltar frente a llanitos y británicos, entre otras cosas.
 
El choque de civilizaciones también parece tener obsesionado al presidente español, sólo que de una manera relativamente distintas a como lo describía el célebre profesor de Harvard Samuel Huntington. Mientras que para éste se trataría de una línea de fractura esencialmente entre las principales religiones, en la medida en que civilización y grandes religiones van unidas en la historia, para Rodríguez Zapatero la principal quiebra se sitúa en el corazón de nuestra propia civilización, la occidental. Toda su política está, de hecho, orientada a separar a Europa de los Estados Unidos. Nunca lo ha dicho, pero se deduce de sus palabras y gestos que para el presidente socialista los Estados Unidos son el principal problema de nuestro mundo, causa de todos nuestros males. Criticarles, fastidiarles, oponerse a ellos sería, pues, la única política progresista posible. Y la España de Rodríguez Zapatero no ha dejado de intentarlo en estos primeros 12 meses de su gobierno. El problema de esta política española es que el actual gobierno ha disminuido tanto el peso de España en la escena internacional, que le resulta muy difícil ser un incordio para América. La tan famosa como falsa vuelta al corazón de Europa no era sino u n burdo intento de atrincherarse en las posturas antiamericanas de Francia, para buscar un cómodo hueco en su regazo. Rancia no se ha dejado y España es hoy un país de tercera a sus ojos, un mero apéndice de sus grandes designios. De ahí que Rodríguez Zapatero haya tenido que buscar sus apoyos en otra parte.
 
Y esa parte ha sido, precisamente, nuestros enemigos, porque esencialmente cree el presidente español que son los enemigos de los Estados Unidos. No es otro el sentido de la cacareada propuesta para una “Alianza de civilizaciones” que permita un entendimiento mejor entre el mundo occidental, al que quiere dividir, y el mundo islámico y árabe, al que quiere preservar en su forma actual. La Alianza de civilizaciones reúne dos de los tres principios rectores de la acción exterior de Rodríguez Zapatero: por un lado, es una herramienta más de su rampante antiamericanismo. Conceptualmente y políticamente, ya que se antepone e intenta competir con la iniciativa de cambio americana conocida como la Iniciativa para el Amplio Oriente Medio y Norte de África y que, a diferencia de la de Zapatero, promueve la apertura política, la liberalización económica y la tolerancia religiosa. Pero, en segundo lugar, también pone de relieve si constante actitud de apaciguamiento, la tercera gran característica de su acción internacional.
 
Tras los terribles ataques del 11-M en Madrid, Rodríguez Zapatero bien pronto dio la medida de su respuesta, el apaciguamiento frente a los agresores. Su anuncio de la retirada de Irak fue un claro mensaje a los terroristas islámicos y se diga lo que se diga desde el actual gobierno socialista, todo el mundo, aliados y enemigos, así de claro lo interpretaron. Basta hablar con los responsables de nuestros países vecinos y darse una vuelta por las páginas webs del islamismo radical. Pero no ha sido esa la única acción de apaciguamiento. Como acabo de decir, la propuesta de Alianza de civilizaciones también lo es, pues lo que pretende es fijar los regímenes totalitarios y teocráticos tal y como son, respetando lo que se considera que son sus idiosincrasias. Respetarles en sus esencias más brutales y que les son características, así como su defensa pública, viene en buena parte motivado por el deseo de que el islamismo te perciba de su lado, de tonto útil, al que no se debe castigar. Esto es, a la tentación apaciguadora permanente en estos meses. Que el terrorismo islamista no haya echo caso, no tiene significancia alguna para el actual gobierno. Los apaciguadores encuentran signos de esperanza donde no los hay y siempre están dispuestos a nuevas concesiones, motivados por su miedo.
 
En fin, el resultado de la aplicación sistemática de estos tres principios rectores ha ido colocando a España en los márgenes de las grandes líneas estratégicas de discusión en el mundo para dejarnos como exponentes de un movimiento tercermundista, de país no alineado, justo cuando hace años que el movimiento de los países no alineados dejó de existir. España ya no cuenta en la UE; no es más que un país irresponsable ante los Estados Unidos; un tonto útil para los iraníes y los guardianes de la revolución islámica, los auténticos defensores de la alianza de civilizaciones con la que dominarnos. En fin, en doce meses España ha pasado de ser parte activa de la vanguardia del mundo occidental en las Azores, a ser importante para Castro y Chávez, casi exclusivamente.
 
Por eso el resultado no puede ser más catastrófico y peligroso ara nuestros intereses nacionales. En materia de política exterior, Rodríguez Zapatero ha hecho de España un Estado fallido. En política interior está logrando que progresivamente sea un Estado que comienza a fallar. Y es que la política exterior no se puede disociar de lo que se propugna dentro. Y viceversa. Sólo que en estos doces meses, se ha ido mucho más rápido fuera de España que dentro, porque en el interior se ha encontrado con mayores resistencias. Nuestros socios, aliados y adversarios estaban encantados con una España sin firmeza, más débil y, en resumen, menguante. Le suponemos me nos problemas. Ese ha sido el regalo de Rodríguez Zapatero al mundo, de los buenos y de los malos.
 
 

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