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¿Una transformación de la Fuerzas Armadas?

La transformación tiene implicaciones que van más allá de la adquisición de nuevo equipamiento. El concepto requiere también recursos humanos formados y adiestrados y exige una revisión conceptual, doctrinal y táctica de las operaciones militares.

Las cuentas públicas de 2008 se enfrentan estos días al dictamen del Senado. Entre ellas la partida de Defensa; pequeña y casi ausente de cualquier debate, que un año más no compartirá protagonismo con Fomento, Vivienda o Medio Ambiente. Como el mismo Félix San Roldán ha reconocido, resignado o no, "ningún JEMAD está a gusto con el presupuesto", pero "no se pueden pedir peras al olmo".

La secretaría de Estado de Defensa augura para el próximo año un notable incremento presupuestario para respaldar el profundo "proceso de transformación" de nuestras Fuerzas Armadas y así cumplir con el compromiso adquirido en la Directiva de Defensa Nacional de 2004, confeccionada para el entonces nuevo presidente Zapatero. Pero, ¿se trata realmente de un proceso de transformación?

Lo que el Gobierno entiende por transformación no es lo mismo que lo puesto en marcha por los expertos militares en Estados Unidos ya desde la primera administración Bush, que tomó un nuevo cariz tras el 11-S y que posteriormente se exportó a algunos países europeos. A España no solamente llegó tarde sino que bajo la misma palabra el actual Gobierno encierra una visión totalmente diferente a la original. Ni el Gobierno ni la cartera de Defensa han sido capaces de explicar que hay detrás de ese "proyecto de transformación" del que hablan. Han decidido creer –o hacernos creer – que transformación significa sólo modernización: me deshago de lo viejo y me voy de compras. Sostienen que con material nuevo las Fuerzas Armadas harán mejor las cosas. Sin embargo no las harán de forma diferente, que es lo que realmente significa transformar.

La transformación tiene implicaciones que van más allá de la adquisición de nuevo equipamiento. El concepto requiere también recursos humanos formados y adiestrados y exige una revisión conceptual, doctrinal y táctica de las operaciones militares. Significa adoptar las tecnologías y sistemas más punteros, cancelar los programas que no se ajustan a los nuevos planes, e impulsar la innovación. La transformación tampoco es exclusivamente un mero reflejo de la tecnología, porque no implica el final de las fuerzas convencionales.

Un proceso de transformación no está exclusivamente regido por el dinero, como parece querer decirnos el Gobierno; es más que un simple reflejo de los presupuestos. Y en este proceso carecen de sentido la UME, la Ley de Carrera Militar o la compra "urgente" de 40 vehículos blindados para las Fuerzas en el exterior. O el envío a Chad de dos aviones de transporte porque el ministro Alonso ve la misión con "simpatía absoluta". Más allá del presupuesto, el Gobierno está haciendo justo lo contrario; hipotecar la verdadera y necesaria transformación de nuestras Fuerzas Armadas.

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