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Verano calentito

Estamos en dos guerras que se están perdiendo, Afganistán y Libia.

El mundo, mercados incluidos, no se ha ido de vacaciones. Ni a Doñana ni al Caribe. El momento estratégico de España no puede ser más determinante de lo que será nuestro futuro como país. Por un lado, los mercados nos tienen en vilo –al igual que ahora a Italia– no sólo por lo mal que el Gobierno de ZP lo ha hecho, sino porque es el euro lo que está sobre el tapete. Y con él, una construcción europea que se creía a la alemana, dura, austera, sacrificada, y no a la mediterránea, de fiesta, despilfarro e irresponsable. Nuestro destino económico está sentenciado por Berlín.

Estamos en dos guerras que se están perdiendo, Afganistán y Libia. En la primera, el actor decisivo, Estados Unidos, ya ha puesto punto y final a la misma y anda en retirada. La esperanza de Obama de que una salida a fecha fija aflojara la violencia talibán, al menos contra los suyos, se ha desvanecido con los ataques de estos días contra sus tropas. A los soldados españoles sólo le queda protegerse frente a los que se les echa encima: ¡tropas extranjeras no!

En Libia, los países aguerridos de la OTAN que se volcaron inicialmente en el conflicto, empezando por la España de la Chacón y ZP, ya no saben qué hacer. Gadafi se aferra al poder como gato panza arriba; lógico ya que sabe lo que le espera si cede un ápice. Y mientras tanto, la factura suma y sigue. Aún peor, a medida que avanzan los meses sin solución al conflicto, nuevos brotes de violencia aparecen, pero esta vez entre los insurgentes. Como nos descuidemos, al final, la paz impuesta desde el aire por la OTAN va a ser una auténtica guerra civil.

En el Líbano, es verdad, el despliegue español no presenta problemas, porque básicamente la UNIFIL II donde se encuadra renunció bien pronto a hacer cumplir su misión, el desarme de Hezbolá. Pero con la que está cayendo en la vecina Siria, nada puede darse por eterno en esa zona del mundo. Los tanques de Basher el Assad siguen asesinando a civiles impunemente y desde las remansas aguas de este lado del Mediterráneo uno debe preguntarse: ¿Cuánto vale la vida de un libio, civil y desprotegido, frente a la de un sirio? Desde luego, la del sirio debe valer muy poco a tener de la inacción de la comunidad internacional que, como siempre, deplora y mira para otro lado menos desagradable. Y es que el problema de fondo es que si la protección de la población civil se topa, al final, no con el líder sirio, sino con su hermano protector Irán, la cosa cambia. Y, mientras, los ayatolas iraníes se jactan de estar logrando grandes avances en su programa atómico.

Más cerca de nosotros, Marruecos de debate entre un monarca que se cree infalible y una calle que cada vez más le juzga por lo contrario. El ramadán le ha dado un respiro, pero la inestabilidad regresará en septiembre.

En fin, volatilidad financiera, hundimiento económico, decadencia europea, debilidad americana, incertidumbre en Marruecos, guerra sin fin en Libia, islamismo en Egipto y Turquía, colapso de Kabul, Irán en Iraq y el Golfo, Israel acorralado... ¿quién da más este verano?

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