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Vulnerabilidades libanesas

Las manifestaciones contra la represión en Siria se suceden en Beirut, Sidón y Trípoli.

El deterioro progresivo de la situación en Siria y el incremento de la violencia en Líbano están agravando la situación en Oriente Próximo, donde las tensiones son tales y los actores superpuestos tantos que no es difícil prever el estallido de un conflicto. Los acontecimientos de este jueves en Israel, con el atentado, refuerzan esta preocupación.

Delicado es para el mando de la Fuerza de Interposición de la ONU en el sur del Líbano (FINUL) liderada por el general español Asarta. Ya el 27 de mayo una bomba hería de gravedad a seis soldados italianos de la FINUL cerca de Sidón, en un atentado que recordaba al más grave realizado contra esta fuerza de cascos azules en su larga historia: el asesinato de seis paracaidistas españoles en junio de 2007, que permanece impune hasta hoy. Más recientemente, el 1 de agosto, la FINUL sufrió un nuevo desafío al producirse un intercambio de disparos entre militares israelíes y libaneses en la frontera: este incidente no produjo víctimas pero recordó a otro que sí las produjo el verano pasado y que, como suele ocurrir con cualquier incidente en estas latitudes, a punto estuvo de llevar a la escalada. El buen hacer de Asarta y sus efectivos ha impedido ahora la misma, pero bueno es preocuparse si observamos el contexto más general en la zona.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, responsabilizaba a los militares libaneses de iniciar los disparos y el presidente libanés, Michel Suleiman, acusaba a Israel de agresión. Lo cierto es que la situación interna en Líbano se deteriora, y la regional aún más con la agudización de las revueltas en Siria y la creciente tensión sirio-palestina a raíz de la represión siria en Latakia, que por primera vez ha afectado de lleno a un campo de refugiados palestinos. En Líbano dos personas morían el 11 de agosto en Antelias, al norte de Beirut, por el estallido de una bomba, un acto terrorista habitual en otros tiempos pero que ahora preocupa dada la tensión interna.

El Ejecutivo de Najib Mikati, apoyado e integrado por Hezbolá –grupo terrorista especialmente activo ahora que el Tribunal Especial de la ONU argumenta su acusación contra cuatro de sus miembros por el asesinato de Rafik Hariri en 2005–, apoya ciegamente a su aliado sirio, mientras que la oposición que lidera el suní Saad Hariri critica duramente la represión de Bashar El Asad, centrada en toda actividad opositora pero particularmente en los mayoritarios suníes. En Líbano se ha llegado a acusar a miembros de la Coalición 14 de Marzo de Hariri de armar a los opositores sirios. Las manifestaciones contra la represión en Siria se suceden en Beirut, Sidón y Trípoli y el Gobierno libanés será puesto en un brete cuando en septiembre Líbano presida el Consejo de Seguridad de la ONU y algunos intenten reforzar las sanciones contra Siria.

Las críticas saudíes al régimen sirio y el apoyo que el mismo recibe de Irán agudizan unas tensiones entre suníes y chiíes que en Líbano han tenido y tienen uno de sus escenarios mejor abonados. Todo ello se suma a lo ocurrido este jueves en Israel y Gaza.

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