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Y ahora, a por el Papa

Quejas airadas del mundo islámico, quema de iglesias en Gaza, denuncias del lobby islamista en Europa y escándalo fingido en la progresía europea. Todos juntos y en unión. ¿Pero qué dijo el Papa realmente?

Cada vez ocurre más veces, y cada vez más periódicamente. El mundo oficial musulmán vuelve a clamar iracundo contra quien considera que en Europa se pasa de la raya. Tras la yihad de las viñetas, en la que por cierto Benedicto XVI denunció la grosería gratuita del diario danés, ahora le ha tocado a la propia cabeza de la Iglesia Católica, por unas supuestas declaraciones anti islámicas pronunciadas el jueves en la Universidad de Ratisbona.

Ocurrió en Alemania, y la reacción ha sido la habitual: quejas airadas del mundo islámico, quema de iglesias en Gaza, denuncias del lobby islamista en Europa y escándalo fingido en la progresía europea. Todos juntos y en unión. ¿Pero qué dijo el Papa realmente? Primero, que la yihad o guerra santa es irracional y atenta contra los mínimos principios humanos. Segundo, que quienes utilizan el terrorismo para defender a Dios están, en el fondo, atentando contra él. Y tercero, que buscar propagar la fe mediante la violencia va contra el hombre y contra Dios.

Benedicto XVI hizo más; recordó que el Islam moderado es bien distinto del islamismo radical, y que con el primero hay que colaborar. Para ello, apeló a las confesiones verdaderamente religiosas a unir fuerzas ante la secularización, el hedonismo y el relajamiento moral que vive Occidente. Recordó que, ante la enfermedad del ateísmo, las religiones deben trabajar juntas en virtud de la fe y de la razón. Por si fuera poco, el Vaticano estuvo rápido en recordar el sentido de las declaraciones papales, con unas disculpas que no han servido de nada, porque, casualmente, las cosas van por otro lado.

Lo que Benedicto defendió es algo afirmable por cualquier creyente bien nacido: "Quien quiere llevar a alguno a la fe necesita hablar bien y razonar correctamente y no usar la violencia y la amenaza". Para ello recordó una conversación entre el emperador bizantino Manuel II y un creyente persa, en la que el primero le recuerda al segundo que, pese a la apelación de Mahoma difundir la fe mediante la espada, el Islam es una religión de paz. Negando que el uso de la violencia sea esencial al Islam, el Papa no sólo no dijo que el Islam sea esencialmente violento, sino que afirmó expresamente lo contrario.

Pero hoy en Occidente calumniar, insultar y mofarse de la tradición católica es un derecho convertido en costumbre. Hoy está de moda afirmar que María no fue virgen, que Jesús tuvo hijos, que se acostaba con María Magdalena. No sólo el cristianismo, también los propios principios democráticos occidentales son hoy negados alegremente. Hay barra libre para proponer comportamientos antidemocráticos, se pide que se legalicen zoofilia y pedofilia, que las niñas lleven el rostro tapado, que se legalice la bigamia. Pero que a nadie se le ocurra recordar las cosas que hizo o dijo Mahoma, porque el islamismo se le vendrá encima con la colaboración entusiasta de los medios de comunicación europeos.

A Benedicto XVI se la tienen jurada dos grupos bien conocidos y activos. El islamismo radical no le perdona la tarea, iniciada por Juan Pablo II, para recristianizar una Europa que la estrategia islamista ve ya en sus manos a medio plazo. El progresismo bienpensante, anticristiano por antiliberal, no soporta que la cabeza de la Iglesia sea uno de los intelectuales más importantes del siglo XX. Los primeros se creen poseedores exclusivos de la religión islámica, en nombre de la cual expulsan a los moderados y asesinan en masa. Los segundos odian tanto los principios liberales que se alían con quienes no dudarían en acabar con su ateísmo en cuestión de segundos. Lo que dijera o no el Papa les trae a ambos sin cuidado: representa lo que unos y otros odian en su lucha por cambiar siglos de historia europea, que es la nuestra.

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