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Zapatero prístino

Kosovo es un gran problema por lo que implica de por sí, pero también por lo que dice de nuestro Gobierno, de su inacción, de su impotencia y de su cinismo.

Rodríguez Zapatero y su Gobierno mantienen una posición tan original como contradictoria sobre el reconocimiento de la independencia de Kosovo. Se oponen al reconocimiento de su declaración unilateral de independencia pero, al mismo tiempo, se muestran partidarios de contribuir a la consolidación de un Kosovo soberano a través de la UE y de la OTAN.

El porqué de esta flagrante contradicción que va a llevar a que los soldados españoles allí desplegados se queden sin cobertura legal que les proteja y ampare en sus tareas es muy simple: para Rodríguez Zapatero la independencia de Kosovo no es ningún problema (es más, consecuentemente con lo que está haciendo de España, puede que la vea como algo deseable), pero sí lo es que se haga sin contar con la santificación de las Naciones Unidas, esa organización a la que se debe y a la que debe tanto (ahí reside su sagrada Alianza de Civilizaciones, valga el caso).

Si el Gobierno socialista fuese coherente –o intentara serlo por una vez– tendría que hacer varias cosas: abandonar la misión de policía de la UE en esa hasta ayer provincia serbia de manera inmediata, así como traerse de vuelta a España a nuestras tropas allí desplegadas bajo bandera de la OTAN. El mandato de legalidad que las amparaba, el de la ONU, ya no vale más. Y de acuerdo con lo manifestado por este Gobierno al Congreso de Diputados y en línea con la Ley de la Defensa Nacional que se hizo aprobar, o se plantea un nuevo mandato o no hay más salida que la retirada.

Con todo, sacar las tropas dejaría otra vez más a nuestro país en los márgenes más marginales de la comunidad internacional, en la medida en que el grueso de naciones de la UE, las más relevantes, ya han optado por quedarse. Y hete aquí el otro grave problema que deja al descubierto Kosovo: a pesar de lo que dicen ahora Moratinos y los demás miembros del Gobierno, no han hecho nada en los tres últimos años para frenar el avance en pro del reconocimiento de un Kosovo independiente ni en el seno de la Unión Europea, ni en la OTAN ni frente a los Estados Unidos. El Gobierno ni ha sabido, ni ha querido ni ha podido hacerlo, habida cuenta de su levedad internacional, de la falta de peso a la que ha llevado a España con sus acciones atolondradas y sus puntos de vista tan radicales.

Kosovo es un gran problema por lo que implica de por sí, pero también por lo que dice de nuestro Gobierno, de su inacción, de su impotencia y de su cinismo.

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