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Zapatero y las armas de la ambición masiva

El Secretario General del PSOE parece no haber aprendido la principal lección de la guerra de Irak: que la ha perdido. Ya nadie se acuerda de los apocalípticos de su partido asustando al mundo con las consecuencias de la intervención, desde el barril de petróleo a 90 dólares, a miles de muertos y una insurrección popular antioccidental en todo el Oriente Medio. Y nada de eso ocurrió. Al contrario.

Ahora, siguiendo el ejemplo de los laboristas rebeldes en Inglaterra, exige una comparecencia del Presidente Aznar para que éste explique dónde están las armas de destrucción masiva de Sadam. Zapatero cree haber encontrado otro filón político, pero se vuelve a equivocar.

En primer lugar, porque nadie en el Consejo de Seguridad, incluido los representantes franceses, rusos y alemanes, negaron la existencia de dichos sistemas de armas, sólo discreparon sobre el cómo hacer cumplir las resoluciones de la ONU y que exigían de Sadam su desarme completo; en segundo lugar, porque como el mismo señor Zapatero podrá recordar releyendo los boletines del Congreso, una de las críticas que se le hacía a Bush y al Gobierno español era que daban demasiadas razones para derrocar a Sadam. Quedarse ahora con su arsenal es olvidar sus vinculaciones con el terrorismo global o su depravación política.

Por último, el PSOE debería ser más prudente y paciente: entre 1991 y 1995 los inspectores de la ONU apenas encontraron la punta del iceberg y sólo con la ayuda de delatores iraquíes lograron tener una idea más exacta de lo que allí se estaba cociendo. Es todavía demasiado pronto para sacar conclusiones. La ONU nunca se impuso como mandato descubrir las armas de destrucción masiva iraquíes, sino certificar su eliminación. Una búsqueda profesional y exhaustiva puede deparar aún muchas sorpresas.

Si Zapatero y el grupo socialista de verdad estuvieran interesados en descubrir la verdad de los programas clandestinos de Sadam, deberían solicitar del Gobierno un redoblado esfuerzo para que equipos técnicos y de expertos, en suficiente número, se pusieran cuanto antes a indagar sobre el terreno, no intentar vanamente arrinconar al presidente Aznar. Se les ve demasiado, otra vez, sus ambiciones masivas.



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