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Zapatero y los reaccionarios

Ni toleran ni admiten que el PP se plante contra ETA. Exigen que trague, que lo haga en silencio y que nada cuente a los ciudadanos. De parlamentarismo, nada de nada. De pluralismo y transparencia, ni hablar. O eso, o el ostracismo político, amenazan.

En los últimos días, dos comunicados han saltado a la luz en relación con el Partido Popular. En primer lugar, el del PSOE, donde se exige al PP "que se una a todos los partidos democráticos" para "dar imagen de unidad", denunciando su "estrategia de división y confrontación". En segundo lugar, el de ETA: "Hay que alejarse de PP, UPN y de las fuerzas de la derecha fascista del Estado y las fuerzas democráticas deberían atreverse a hacer una segunda reforma del Estado español."

¿Quiénes son "todos" los partidos democráticos? Recordemos. En las elecciones de 2004, CIU obtuvo un 3,28 % de los votos y ERC un 2,56 %. PNV y EA obtuvieron un 1,35 % de los votos uno, y 0,32 % el otro. IU un 3,15 %, Coalición Canaria un 0,92%, BNG un 0,82 % de los votos; La Chunta Aragonesista obtuvo un 0,37 %, Nafarroa Bai obtuvo un 0,24 % y Entesa un 0,49.

Esta es la unidad de "todos" los partidos a la que Zapatero (43,27%) exige que se sume el Partido Popular (37,81%). Lo cierto es que el partido de Rajoy tiene diez veces más votos que el primero de los aliados de Zapatero; y su aliado UPN obtuvo en 2004 más votos que EA, Entesa, CHA y Nafarroa Bai, aunque ni Rubalcaba ni Zapatero reciben a sus dirigentes.

Pero hay algo más: de esta mayoría democrática que entusiasma a Zapatero, un buen número de partidos jamás ha querido la derrota de ETA, y ha querido siempre dialogar con ella, por la sencilla razón de que sus objetivos son los mismos; ERC, PNV, EA e IU han buscado siempre acabar con la democracia parlamentaria española para construir sistemas políticos alternativos. En su honor recordaremos que ni lo han disimulado ni lo han escondido nunca.

Necesario es ser realistas. Zapatero ha abierto las puertas del poder a grupos que ni esconden ni disimulan su espíritu antisistema; ni Llamazares, que aboga por una democracia colectivista, ni Uxue Barkos que defiende la aniquilación de Navarra o Joan Tardá, que busca imponer el nacionalsocialismo en media franja mediterránea. Ninguno cree en las bondades de la democracia parlamentaria española, la inaugurada en 1978 y que consagra un régimen análogo al de Gran Bretaña, Francia o Italia. Todos y cada uno de ellos están a otra cosa distinta: a dinamitar el Estado y construirlo según sus ideologías, que de parlamentarias tienen lo justo y que parecían haber muerto en el siglo anterior.

En cierto sentido, son profundamente reaccionarios: con unas ideologías muertas y ancladas en los años treinta del siglo XX, buscan desesperadamente volver a la Transición para borrar el progreso y el avance de la España democrática y parlamentaria. Ningún logro habían conseguido en su intento involucionista frente a la mayoría constitucional PP-PSOE hasta que Zapatero decidió volver atrás con ellos, demoler el edificio constitucional-pluralista y negociar el nuevo régimen con la banda terrorista ETA.

Ni toleran ni admiten que el PP se plante contra ETA. Exigen que trague, que lo haga en silencio y que nada cuente a los ciudadanos. De parlamentarismo, nada de nada. De pluralismo y transparencia, ni hablar. O eso, o el ostracismo político, amenazan. ¿Existe algo más reaccionario en la Europa occidental que negociar con un terrorista cómo cambiar de régimen y pactar con nacionalsocialistas, comunistas y nacionalistas marginar al gran partido liberal-conservador y amordazarlo en el Parlamento? Cuando Europa busca extender la democracia por el mundo, Zapatero se sienta en la mesa con los terroristas que mataron hace quince días a dos personas, y se dedica ufano a dinamitar la democracia parlamentaria junto a la minoría de nacionalsocialistas, comunistas y nacionalistas. De Zapatero lo esperábamos todo. Pero que encabece la reacción antidemocrática en España es una novedad. Por ahora.

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