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ZP y la alianza de barbarizaciones

¿Es Irán la civilización a la que nos quiere aliar Rodríguez Zapatero? Más le valdría repensarse con quién quiere sentarse, porque los ayatolás han vuelto a dar pruebas de ser más bárbaros que civilizados.

El islam no tiene por qué ser un problema, pero en numerosas ocasiones lo es. Su ordenamiento esencial, la ley coránica o sharia, según su grado de aplicación y rigor es un elemento de división claramente entre lo opresor y la libertad; el rigorismo fundamentalista es una rotunda línea divisoria entre islam y Occidente; la falta de reciprocidad entre ellos y nosotros es un serio impedimento para cualquier diálogo. Por mucho que se emperre nuestro sempiterno sonriente Rodríguez Zapatero.

No hay mejor prueba de la irreformabilidad de un régimen islámico que lo que estamos viendo estos días en Irán: la república islámica tiene unos estrechos márgenes y lo que puede tolerar es más bien poco. Y lo que sus dirigentes quieren es más bien nada.

Ahora bien, el sistema que creó Jomeini a través de la fuerza allá en 1979 es un sistema caduco. Y no sólo porque sea incapaz de generar las condiciones económicas para su sostenibilidad. Simplemente el régimen de los ayatolás ya no puede inspirar y contentar a más de la mitad de la población que no habían nacido cuando Jomeini cogió el 747 de Air France y se plantó en Teherán hace ahora poco más de 30 años. No es casualidad que los manifestantes más atrevidos y convencidos sean jóvenes, muchos de ellos estudiantes. De ahí que tampoco sea cuestión de azar que el símbolo de esta resistencia a la teocracia imperante haya sido una joven de 16 años, víctima de una bala, Neda, la voz.

No podemos saber hasta dónde llegarán los manifestantes. De lo que si estamos seguros es de la brutalidad de un régimen que se ha construido y mantenido sobre la represión y la eliminación de toda disidencia. Jamenei y Ahmadinejad no cederán su control gratuitamente. Ni Rafsanjani, ni posiblemente Musavi, a quien la comunidad y la prensa occidental ahora pinta como líder de una oposición que, en verdad, no es. Como mucho sería un reformista dentro de los estrechos cauces del régimen, no un líder dispuesto a transformarlo y mucho menos a derrocarlo. Pero todo el mundo le ha elevado a la categoría de líder de la oposición, aunque para él eso sea producto de un accidente.

El Gobierno español se está pensando qué decir ante el cariz que están tomando los acontecimientos en Irán. Lleva así varios días y, al final, se alineará con lo que haga y diga la UE porque, ya se sabe, aparte de querer dialogar con el régimen de los ayatolás, la España de Zapatero no tiene otra política exterior.

Si su gran niña bonita, la cacareada Alianza de Civilizaciones, nació como prolongación del diálogo de civilizaciones puesto en marcha por Jatami en el 2000, es innegable cuales son sus barreras. Esencialmente, la naturaleza de un régimen islámico que ni quiere ni puede abrirse a un diálogo serio con Occidente. Es más, prefiere bunkerizarse en sus esencias antes que tener que hacerlo. ¿Es esa la civilización a la que nos quiere aliar Rodríguez Zapatero? Más le valdría repensarse con quién quiere sentarse, porque los ayatolás han vuelto a dar pruebas de ser más bárbaros que civilizados.

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