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George Will

Atacando molinos (verdes) de viento

Lo absurdo es esta idea: un soberbio informe tiene que ser falso porque de lo contrario ciertos importadores estadounidenses, que pretenden sacar tajada de la promoción pública de la energía eólica, estarían participando en un proyecto ruinoso.

El profesor español está desconcertado. ¿Por qué, se preguntá Gabriel Calzada, Barack Obama propone a Estados Unidos que copie el modelo español para crear "empleo verde" en el sector de las energías alternativas cuando la tasa de paro de España es del 18,1% –más del doble de la media de la Unión Europea– en parte por haber despilfarrado dinero en tales empleos ecológicos?

Calzada, de 36 años, es profesor de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos y ha redactado un informe que, de ser cierto, resultará muy incómodo para la agenda verde de la Administración Obama y para algunas partidas presupuestarias que dependen de ella.

Calzada sostiene que ciertamente el enorme despilfarro de España en parques ecológicos y otras energías alternativas –ninguna otra nación ha financiado de manera tan agresiva la generación eléctrica a partir de fuentes renovables– ha creado algunos puestos de trabajo. Pero su informe concluye que a menudo son empleos temporales que como media han costado cada uno entre 752.000 y 800.000 dólares sólo en subvenciones (los empleos en la industria eólica salen aún más caros: 1,4 millones de dólares cada uno). Por este motivo, cada nuevo empleo verde acarrea la pérdida de 2,2 puestos de trabajo que desaparecen o no son creados en el resto de industrias a causa de una asignación subóptima de los capitales que obedece a criterios políticos y no económicos (los medios europeos informan con cierta regularidad sobre la "eco-corrupción" que deja un rastro de fraude: explotación de los subsidios, lucro mediante la reventa de terrenos destinados a parques eólicos...). Calzada dice que la creación de empleo en el sector de las renovables ha terminado costando 110.000 puestos de trabajo a la economía española.

Al secretario de prensa del presidente, Robert Gibbs, se le preguntó por el argumento del informe de que el desvío de capitales por motivos políticos ha resultado muy gravoso para España. La transcripción de la Casa Blanca contiene este intercambio:

  • Gibbs: Parece absurdo que fuéramos a importar piezas de turbinas eólicas de España para satisfacer la demanda de energía renovable aquí si ese fuese, incluso remotamente, el caso.
  • Periodista: ¿Está sugiriendo que el estudio es, sencillamente, erróneo?
  • Gibbs: No he leído el estudio, pero creo que sí.
  • Periodista: Bueno, entonces... (risas).

En realidad, lo absurdo es esta idea: un soberbio informe sobre la experiencia de España tiene que ser falso porque de lo contrario ciertos importadores estadounidenses, que pretenden sacar tajada de la promoción de la energía eólica que realiza el gobierno estadounidense, estarían participando en un proyecto económicamente ruinoso.

Es cierto que Calzada ha llegado a conclusiones que él, como liberal, encontrará ideológicamente reconfortantes. Y su estudio fue financiado por un think tank afín de Estados Unidos (el Institute for Energy Research, para el que este columnista dio una charla también remunerada). Aún así, resulta llamativo que, en lugar de intentar refutar su informe, muchos críticos españoles hayan puesto en tela de juicio su "patriotismo" por señalar los defectos de algo por lo que España ha sido elogiada, entre otros, por Obama.

Juzgue usted mismo: el informe de Calzada puede leerse aquí. Y si usted se dirige aquí llegará a otro estudio que arroja conclusiones parecidas, titulado Luz ámbar para el empleo verde, elaborado por el senador republicano Kit Bond, miembro del Subcomité de Empleo Ecológico y Nueva Economía.

Lo más importante, sin embargo, no es si informes como el de Calzada o los de los republicanos aciertan en todas sus críticas. No resulta demasiado anti-intuitivo que las inversiones que se realicen por motivos políticos terminen siendo contraproducentes desde un punto de vista económico. En la práctica, los ecologistas deberían defender con valentía sus convicciones y reconocer que su objetivo es someter la racionalidad del mercado a su sublime agenda de salvación planetaria.

Incluso uno puede mostrarse agnóstico sobre ambos informes y, sin embargo, asustarse por la frecuencia con que hallazgos de este calibre son simplemente ignorados al cuestionar políticas que se encuentran tan empantanadas en fariseísmo que les lleva a restar toda importancia a un razonamiento económico metódico sobre costes y beneficios. Cuando el presidente habla de "una nueva economía basada en la energía verde" que creará "incontables puestos de trabajo bien remunerados" puede que sí vayan a ser incontables, pero en el sentido de que no seremos capaces de contar ni uno.

Para los fundamentalistas creyentes en la capacidad del gobierno para controlar el clima y en la urgente necesidad de que lo haga, creer es ver: ellos ven a través de sus gasfas ideológicas que el gasto verde de los gobiernos siempre resulta provechoso. Pero esto no es más que un dogma de fe en los almuerzos gratuitos similar al de los estados conservadores que piensan que las reducciones de impuestos siempre salen a cuenta gracias al incremento en la recaudación que se produce como consecuencia del estímulo económico.

Los molinos son iconos de la tierra de Don Quijote, cuya lucha contra los mismos se convirtió en todo un emblema de la cómica inutilidad. Los nuevos molinos de España no son ni entretenidos ni emblemáticos de unas políticas que Estados Unidos deba copiar. La euforia y la más que evidente confianza inquebrantable en soluciones de este estilo a los problemas a los que nos enfrentamos, son una manifestación más –los republicanos tampoco son inmunes: el programa No Child Left Behinddecreta que antes de 2014 todos los estudiantes estadounidenses deben ser competentes en cálculo y comprensión lectora– de lo que el difunto senador Pat Moynihan llamaba "la desaparición del sentido de la realidad de entre la vida americana".

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