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George Will

Goering aterriza en Hawái

Prácticamente todos los demócratas y algunos republicanos, por razones que no alcanzo a comprender, apoyan esta propuesta, que enfervorizará más aún a la industria del agravio racial.

"Yo decido quién es judío y quién no."
Hermann Goering en 1934 al ser informado de que su marchante de arte predilecto de Munich era judío.

Según la ley que la Cámara de Representantes le ha endilgado a Hawái por 261 a 153, el papel de Goering será desempeñado por un panel con poder para decidir quién es un "nativo hawaiano" y tiene derecho a privilegios e inmunidad especiales. Puesto que apenas habrá unos 7.000 nativos hawaianos "puros", la "sangre hawaiana" inevitablemente será el criterio y la "norma de la única gota", la que dicta que basta con demostrar tener algún ancestro nativo, probablemente imperará. Goering habría dado su aprobación a este tipo de clasificación racial.

Aquellos designados como hawaianos nativos serán miembros de una nueva "tribu" creada de la nada por el Congreso. Pero no podía hacerlo legítimamente. En 1959, el 94% de los hawaianos, incluyendo a una gran mayoría de nativos hawaianos, votó a favor de ingresar en EEUU como un estado más. La mayor oposición a este ingreso provino de los demócratas del Sur en el Congreso que, con la revolución de los derechos civiles hirviendo, tenían sus dudas acerca del ejemplo de armonía multirracial de Hawái.

Hoy, la "Ley de Reorganización del Gobierno de los Nativos Hawaianos", cuando se describe con exactitud, es rechazada por una gran mayoría de hawaianos y apoyada exclusivamente por una mayoría muy escasa de los aproximadamente 240.000 nativos hawaianos en el estado. La ley, presentada por el senador Daniel Akaka, es un gesto de los "progresistas", demócratas en su mayoría, a la "diversidad" y el "multiculturalismo".

La ley fomentará la discordia racial creando una casta permanente con derecho a su propio Gobierno –la Entidad Gubernamental de los Nativos Hawaianos– dentro de Estados Unidos. La Entidad presumiblemente estaría exenta, como lo están las tribus indias, de la Primera, la Quinta y la Decimocuarta Enmiendas a la Constitución. Negociará, dice Akaka, con el estado de Hawai y los Estados Unidos en lo concerniente a "territorios, recursos naturales, activos económicos, jurisdicción criminal y civil y agravios históricos".

¿Reparaciones? Ya veremos. ¿Independencia, secesión? "Podría ser", ha dicho Akaka, de 83 años, dependiendo de "mis nietos y biznietos".

Las semillas de esta mala hierba fueron sembradas en 1993, cuando el Congreso aprobó una tendenciosa disculpa por la supuesta complicidad norteamericana –cuya existencia no está clara ni fue en cualquier caso esencial– en el derrocamiento pacífico en 1893 de la monarquía de la Reina Liliuokalani por parte de los residentes hawaianos. La novedad de contemplar a Estados Unidos disculpándose por la caída de una reina fue acompañada en el 2000 por un auto del Tribunal Supremo anulando una ley hawaiana que regulaba las elecciones de cierta agencia del estado garantizando que sólo los nativos hawaianos pudieran votar. Esto, decía el tribunal, violaba las garantías de la Constitución de igualdad ante la ley y la no discriminación racial a la hora de votar.

Este auto planteó dudas sobre la constitucionalidad del sistema de reparto de fondos bajo parámetros raciales administrado por esa agencia, la Oficina de Asuntos Hawaianos, lo cual es quizá el motivo de que Akaka decidiera que la Ley de Reorganización era necesaria a pesar de lo que calificó, de manera extrañamente defensiva, la "observada armonía" racial de su estado.

Hay 400.000 nativos hawaianos en toda la nación que serán elegibles para participar en la creación de la Entidad. Los nativos hawaianos son el 20% de la población del estado. Son definidos como los descendientes verticales directos de los pueblos indígenas que vivían en las islas antes de 1893 y que entonces ejercían la soberanía (una disposición incomprensible, dado que la reina monopolizaba la soberanía). Sin embargo, ella fue algo más ilustrada que Akaka y no distinguió durante su reinado entre nativos hawaianos o inmigrantes, que desempeñaban servicios en su Gobierno.

Bajo el presidente Washington, la política del Gobierno norteamericano hacia los indios era una parte de la política exterior porque las tribus se consideraban naciones extranjeras. La Constitución no habla de "pueblos" nativos, sino solamente de "tribus indias". La legislación de Akaka creará una "tribu" nativa hawaiana como una nación dentro de la nación.

Al contrario que los indios, sin embargo, el territorio de los nativos hawaianos no fue tomado por la fuerza. No son una comunidad compacta; están integrados en el tejido de uno de los estados más políglotas de América. Eligieron incorporarse bajo la Constitución apoyando su ingreso como estado.

El Congreso no crea tribus, las reconoce según consideraciones ya establecidas: las tribus eran naciones cuando se redactó la Constitución y son comunidades geográficamente separadas y culturalmente diferentes cuyos gobiernos tienen una larga y continuada historia. Como ha proclamado el estado de Hawái, "el concepto de tribu simplemente no tiene lugar en el contexto de la historia hawaiana".

Prácticamente todos los demócratas y algunos republicanos, por razones que no alcanzo a comprender, apoyan esta propuesta, que enfervorizará más aún a la industria del agravio racial. Imagine la lección que aprenderán de ella algunos descendientes de los hispanos que vivieron en el suroeste antes de 1848. Un presidente republicano la vetaría y uno demócrata la firmaría –los senadores Biden, Clinton, Dodd y Obama la apoyan–, pero en cualquier caso el Tribunal Supremo dará al traste con este plan de leyes distintas para razas diferentes. Aun así, la propuesta es un síntoma importante de la ligereza con que los demócratas se toman la Constitución y su amor por la ingeniería social.

¿"Una nación, indivisible"? No para la mayoría de la Cámara o el comité del Senado que ha aprobado esta burla de Akaka al juramento de lealtad.

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