No hay modo de tener un día tranquilo en el País Vasco. Cuando no hay un asesinato, el nacionalismo cuela una declaración sorprendente. Ahora, Ibarretxe dice que convocará elecciones cuando haya "bases sólidas" para el diálogo entre partidos, es decir, cuando se acepte el imposible plan que planteó ante el pleno del Parlamento vasco. Además de estar en minoría, rechazado mediante mociones de censura por la oposición, además de no tener margen ni proyecto distinto del que, vergonzosamente, fue votado por EH para dar lugar a su investitura, ahora ejerce el paternalismo, pide a los partidos que no "mitifiquen" las elecciones (lo que tiene bemoles) y les quiere endosar una celebración del aniversario del Estatuto con carácter reivindicativo.
Todo suena a fraude político. Todo responde a alargar una legislatura que está agotada por su comienzo ilegítimo y por su desarrollo fracasado. Quizá algunos sostengan que bailarle el agua a este Gobierno es muestra de respeto institucional, pero estoy empezando a pensar que el verdadero respeto a las instituciones sería dar la espalda de forma definitiva al Ejecutivo de Ibarretxe hasta que se decida a convocar elecciones.
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