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Germán Yanke

Gracias, Zapatero

Gracias de verdad, oh gran Zapatero. Con toda esta carajera montada por Maragall y su Cataluña Libre, Odón Elorza y su autodeterminación, los alcaldes socialistas navarros y sus pactos con los amigos de Batasuna y el señor López, el hijo de López, buscando la equidistancia (que, para él, es siempre arremeter contra el PP y ofrecer diálogo al PNV, como si el primero fuera malo y el segundo travieso), con todo este maremagno socialista, esperábamos la voz tranquilizadora de Zapatero. Ya esta aquí.

Mis amigos, que los tengo muy moderados, me venían diciendo días atrás que mis dudas y mi desesperación terminarían en cuanto el secretario general del PSOE dijera la última palabra, porque nadie podía poner en cuestión su acendrada defensa de la unidad de España y su determinación contra las aspiraciones nacionalistas. Y yo estaba esperando a Zapatero…

Y ahora no puedo menos que decir, otra vez, gracias, gracias, gracias. El señor Zapatero quiere mantener la unidad de España, qué descanso, aunque sostiene que ésta, lejos de sostenerse en una idea de nación y de la voluntad ciudadana de reconocerlo así, “se construye (…) partiendo del reconocimiento del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones”, como si tal derecho fuera previo a aquella.

Gracias también por creer, con fe, lo que lo hace más emocionante, en “la España de las autonomías”, aunque sea para propugnar la reforma del Senado y la Conferencia de Presidentes, atendiendo así a las más graves preocupaciones de los españoles (que ya se sabe que salen a la calle cada tarde pidiendo la “profundización” del autogobierno) e introduciendo, más allá de la autonomía constitucional, procedimientos intermedios entre la soberanía popular y sus instituciones representativas nacionales, cuya relación directa defendían antaño los demócratas.

Gracias sin duda por defender la reforma de los Estatutos, tema de conversación urgente en las filas de las oficinas del paro, reivindicación constante en las ventanillas de la Administración.

Y gracias, sin duda, por explicarnos que todo esto es por las elecciones catalanas, por decirnos que este es el proyecto socialista de Maragall que ahora el PSOE va a ampliar al resto de España, por insistir en que lo que nos dice el candidato del PSC, que es lo que respalda Elorza, que es quien defiende a los socialistas navarros compinchados con los totalitarios, que es en lo que no se quiere meter López, va a ser lo que nos diga el PSOE entero, cohesionado y agradecido como yo a su secretario general.

Gracias por aclararnos las cosas, oh gran Zapatero. Andábamos algunos amoscados por el hecho de que algunos socialistas, sin responder a una preocupación generalizada, sino por afán de poder particular, se lanzaran a proponer, precisamente ahora, la reforma de los estatutos, abriendo puertas en momentos tan complicados como coincidentes con la ofensiva secesionista del PNV y las pretensiones exacerbadas de otros. Esperábamos la voz de Zapatero, poniendo el punto de mira del PSOE en los verdaderos problemas y la estrategia del partido en la contención de esas amenazas. “España es la pasión del PSOE”, dice El País que dijo Zapatero; pero la suya, en todo el amplio sentido de la palabra, debe ser Maragall. Gracias por confirmarlo.

Pero, bueno, ¿por qué se pone usted tan agradecido para continuar con esos “aunque” y con esa ironía tan destructora? Para no llorar. Y para que mis amigos, los moderados, no se suiciden después de haber insistido tanto en que, en cuanto hablara Zapatero, se iban a disipar todas las desconfianzas.


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