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Germán Yanke

Los flecos de la farsa

Se acabó lo que se daba. Los diputados díscolos del PSOE no querían un Gobierno del PP, como han venido balbuceando algunos de sus compañeros, sino darse un atracón de venganza en las ya tradicionales y largas batallas de la Federación Socialista Madrileña. La carta en la que anuncian que votarán al candidato socialista Simancas ha sido calificada por este de “parte de la trama”. Tiene razón: la trama era votarle a él sacando tajada, la tajada que tenían previsto sacar otros de su partido y que a ellos se les negaba.

El socialista López Aguilar sigue insistiendo, sin embargo, en que hay una trama “para impedir que el Gobierno de Simancas tenga una oportunidad”. ¿Qué Gobierno? Porque en la retórica socialista de estos días da la impresión de que ya había un Gobierno de Simancas, lo que no debe extrañar ya que, desde antes, decían que habían ganado las elecciones cuando en realidad eran la segunda fuerza, tras el PP. López Aguilar y sus asesores legales han tenido, en esta misma línea, la ocurrencia de presentar en la Audiencia un papel en el que, por arte de magia, una larga relación de actividades que no son delito se convierten, por agregación, en sospechosas. Nada tienen probado, ni incluso la línea de investigación, y pretenden que el tribunal se ponga a hacerles el trabajo.

Pero el único trabajo, además de la convocatoria inmediata de elecciones, es limpiar la casa de los socialistas de Madrid y hacerlo pronto. El PSOE, a pesar de su larga experiencia, comete una y otra vez el mismo error: dejar que todo pase (desde las tonterías de Elorza hasta los pactos de Cantabria, pasando por la descoordinación y la vergüenza de Navarra) con la esperanza de que el caos sea más digerible si se ganan las elecciones. Pero así, desde luego, no se ganan. Aparece Aznar en la tribuna del Congreso y, como es el único que logra hacer visible y serio el partido, se desmoronan las opciones de Zapatero. En Génova necesitan un cursillo de Álvarez Cascos, una terapia contra la blandenguería, un argumentario inteligente, un poco de ironía. Pero Zapatero, que no está en su mejor momento, pregunta a Aznar por la delincuencia. Y se extraña luego de que el presidente le hable del PSOE de Madrid.

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