Dicen que 250.000. Desde luego, era difícil caminar por la calle Alcalá en medio de una marea humana a la que unían dos principios fundamentales, los que más fuerte y más habitualmente se coreaban: la defensa de la libertad y la repulsa al terrorismo de ETA.
El hecho de que una y otra vez salgan los ciudadanos a la calle, y cada vez en mayor número, resulta uno de los hechos más significativos y esperanzadores de la respuesta civil a la barbarie terrorista. El convencimiento de que no debe darse ni un ápice de aire para que ETA respire (no contraviniendo la legalidad ni deslizándose hacia la cesión al chantaje) está presente en la gran mayoría de la población como lo estaba en la manifestación madrileña del martes.
Esta serenidad no oculta la rabia que sienten. Aquí y allá se oían llamamientos al endurecimiento de las penas contra los delitos de terrorismo, a la persecución cada día más contundente de los asesinos, sus cómplices y encubridores. Mentiría si dijese que estas reivindicaciones tenían en la manifestación un carácter de oposición a los políticos, estén éstos en el Gobierno o en la oposición... Hay en los ciudadanos, me parece, más serenidad que en otras instancias políticas. Pero no por ello dejan de recordarles sus obligaciones...
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