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Gina Montaner

Dos viejos amigos

Ahora que los baby boomers comienzan a hacer cálculos para el retiro y se enfrentan a un futuro incierto, reaparecen con fuerza Carole King y James Taylor para recordarnos que lo suyo siempre fue rebeldía frente al apocamiento.

Deben ser cosas de la edad. Hace mucho que no me atraen los conciertos en directo, pero cuando me enteré de que Carol King y James Taylor habían iniciado una gira a dúo en diversas ciudades de Estados Unidos, me encantó la idea de ir a ver a dos de mis cantantes favoritos.

El entusiasmo se me quitó en cuanto supe que un buen asiento que me permitiera verlos con relativa cercanía costaba casi 200 dólares, y me contenté con comprar el CD que los reúne musicalmente después de 30 años, cuando actuaron juntos en la sala Troubadour en Los Ángeles. En las últimas semanas numerosos artículos han señalado el resurgimiento de estos dos míticos intérpretes cuyos discos rayé de tanto escucharlos en mi adolescencia.

Carole King y James Taylor. Cómo olvidar You´ve got a Friend, seguramente la mejor composición de la artista neoyorkina, o Sweet Baby James, con los acordes acústicos que Taylor aprendió en su juventud en Carolina del Norte. Hoy son dos sexagenarios que, a pesar de la calvicie de él y las canas de ella, continúan emanando la energía de sus mejores años, cuando eran ídolos de la música pop.

Se ha tratado de un feliz reencuentro que miles de baby boomers no han querido perderse. Para la generación que comprende a los nacidos entre 1946 y 1964 y que es contemporánea con Carole King y James Taylor o ya se ha instalado en la cincuentena, ha sido un impagable revival, un viaje al pasado, en un concierto de unas 3 horas a modo de máquina del tiempo. No pude estar con ellos el pasado 5 de junio en un anfiteatro en el condado de Broward, pero esa misma noche volví a escuchar viejos temas que me transportaron a un piso en la zona norte de Madrid. Recién había comprado el LP Tapestry, una recopilación de temas muy logrados, con Carole King al piano y asegurándonos que siempre tendríamos la mano de un buen amigo, incluso en los peores momentos. Fue un disco que no podía faltar en los guateques, cuando las chicas de ayer (homenajeadas en su día por el recordado cantante español Antonio Vega), estábamos perdidamente enamoradas de la voz intimista de un James Taylor dispuesto a rompernos los corazones.

Ahora, pasados los años desde que comenzaron a colaborar juntos en los setenta, Carole King y James Taylor rememoran en las entrevistas aquella época alocada que les tocó vivir, con la revolución sexual a todo vapor, la terrible tentación de las drogas duras y los amores que fueron y vinieron; y el tiempo, que no conoce de indulgencias, ha hecho mella en el bello rostro de Taylor y en la diáfana voz de Carole King, eternamente sentada a la ventana junto a un gato melancólico en la portada de su más lograda producción discográfica.

Ya no quedan LP de vinyl y la mayoría de los jóvenes de la generación del milenio confundirían a James Taylor y Carole King con dos viejos hippies escapados de un museo de cera. Ambos conservan un aire bohemio y siguen defendiendo causas liberales; siempre dispuestos a embarcarse on the road again, desafiando los achaques y el anquilosamiento paulatino que nos aleja irremediablemente de nuestra época más vital. Treinta años después, se presentan más asentados y con la mirada despejada de los supervivientes.

Ahora que los baby boomers comienzan a hacer cálculos para el retiro y se enfrentan a un futuro incierto, reaparecen con fuerza Carole King y James Taylor para recordarnos que lo suyo siempre fue rebeldía frente al apocamiento. Casi me alegro de no haber podido acudir a su concierto, sino refrescar la memoria con el CD de esta gira. Ha sido el retorno a una fiesta a finales de los setenta con la voz de Carole King proclamando You make me feel like a natural woman. Era verano en Madrid y todas éramos las chicas de ayer.

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