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Gina Montaner

Nada ni nadie podrán cambiarla

Fue un gustazo el reencuentro con una Alaska renovada, eternamente joven, porque nació y morirá moderna como la que más.

Han transcurrido algo más de 30 años desde que la vi en directo por primera vez. Alaska, cuyo verdadero nombre es Olvido Gara, se presentó en Miami el pasado 12 de junio y arrasó frente a un público incondicional y con ganas de desencajar los huesos.

El concierto, que vino precedido por la actuación telonera de Nancys Rubias, encabezados por Mario Vaquerizo, el marido rompedor de Alaska, tuvo lugar en una galería de Wynwood y fue auspiciado por el Centro Cultural Español con motivo de las celebraciones del Orgullo Gay. Se trataba de una oportunidad única de volver a ver a uno de los iconos imprescindibles de lo que fue la Movida Madrileña, a finales de los setenta y en los albores de la democracia en España. No me lo podía perder.

Era 1978 cuando los jóvenes en Madrid comenzamos a saber de la existencia de Kaka de Luxe, un grupo inspirado en la estética punki, liderado por una chiquilla que no debía tener más de 15 años y que se hacía llamar Alaska en homenaje a una canción de su ídolo Lou Reed. Una de sus primeras actuaciones fue en el Colegio Mayor San Juan Evangelista, y allá fuimos todos a bailar los temas irreverentes de una agrupación que muy pronto se haría famosa y referente de un movimiento musical que simbolizaba aire freso después de una larga dictadura. Con ellos la capital de España fue una verdadera fiesta que haría palidecer las juergas de Hemingway y compañía en el París de entreguerras.

Olvido Gara, que nació en México de madre cubana y padre español, comprendió muy pronto el carácter cambiante de la industria musical y, mucho antes que Madonna, dominó el arte de la reinvención, capaz de mutarse por medio de distintas formaciones a lo largo de los años, pasando de ser Kaka de Luxe, a Alaska y los Pegamoides, Alaska y Dinarama, para finalmente asentarse como Fangoria con su inseparable Nacho Canut al teclado, haciendo incursiones en la música electrónica sin abandonar el gusto por el Glam y el Disco.

Pero no nos cofundamos con Alaska, pues su persona pública –larga melena que oscila entre el rojo intenso o el negro mineral, piel transparente, vestimenta que evoca a una Morticia con un toque dominatrix–, nunca ha traicionado las constantes de su trayectoria: Olvido Gara es enemiga de los fundamentalismos ideológicos y se ha movido dentro de la libertad más absoluta, sin hacer concesiones a los guiños de moda. Junto al recordado Carlos Berlanga y Canut, con sus primeras letras tuvieron la visión de que lo banal se imponía, la percepción de la vida como un continuo reality show. El tiempo les ha dado la razón. Con Horror en el supermercado, Bote de Colón o Hagamos algo superficial y vulgar marcaron la impronta de su anti-discurso, una oda a la irresistible levedad del ser.

Alaska lo cantó muy al principio: "Bailando, me paso el día bailando", y así fue para una generación que despuntó en plena efervescencia de la Transición, dispuesta a seguirla y pasar la barrera de la madrugada al amanecer en las míticas salas Rock-Ola y Marquee al ritmo de Ni tú ni nadie o A quién le importa, canciones banderas de una época que un público entregado y nostálgico coreó tres décadas después en un hangar situado en un barrio emergente de Miami. Ni la eléctrica humedad ni el calor pasmoso pudieron ralentizar una noche con ecos de mil "movidas" pasadas.

Fue un gustazo el reencuentro con una Alaska renovada, eternamente joven, porque nació y morirá moderna como la que más; perfectamente sincronizada con su compañero sentimental y representante musical, líder de unas divertidas Nancys Rubias que reivindican el fin de una Barbie passé, apegados al falso glamour del papel rosa y cuché, y proclamando a los cuatro vientos, soy petarda y qué. A Alaska y Vaquerizo los une su pasión por la tolerancia, el libre albedrío, frente al ahogo de las etiquetas y los encasillamientos.

Gracias al Centro Cultural Español, cuya programación periódicamente ofrece joyas que merecen verse, Alaska vino hasta Miami para, además de regalarnos unas horas mágicas de música y baile, recordarnos que ya es hora de que las parejas gays tengan los mismos derechos que el resto de los ciudadanos. ¿A quién le importa lo que yo hago? ¿A quién le importa lo que yo digo? Yo soy así y así seguiré. Nunca cambiaré. Olvido Gara, más conocida como Alaska, siempre ha sido una mujer de palabra.

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