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Gina Montaner

OHM de orgasmo

Cada mañana a las siete en punto los varones del loft masajean conveniente y estratégicamente a sus compañeras de dormitorio en una clase que conjura el jadeo del OHM por medio de la meditación orgásmica.

Muchos norteamericanos están tan abrumados por la Gran Recesión que se les escapa el divertimento de otros. Resulta ser que mientras unos viven estresados por la precariedad laboral, los pagos de la hipoteca y la esquizofrenia de la bolsa, en la costa oeste hay quienes comienzan el día con una sonrisa de oreja a oreja.

En las páginas dominicales del New York Times destacan la existencia de One Taste Urban Retreat Center, un recinto situado en un barrio bohemio de San Francisco donde conviven un total de 38 hombres y mujeres. No resulta sorprendente en una ciudad que ha sido, desde la época hippie, centro y origen de experimentos comunales. Pero atrás quedaron los tiempos de una existencia precaria con dieta macrobiótica a ritmo de los Greatful Dead. Los residentes de este novedoso centro se dedican, sobre todo, a la exploración sistemática del orgasmo femenino. Nicole Daedone, la creadora de este invento con aroma entre New Age, Zen y Yoga, subraya la importancia de liberar el cuerpo de ataduras culturales que durante siglos han aplastado los sentidos de la mujer. De este modo cada mañana a las siete en punto los varones del loft masajean conveniente y estratégicamente a sus compañeras de dormitorio en una clase que conjura el jadeo del OHM por medio de la meditación orgásmica.

El artículo de marras no aclara qué hacen estas afortunadas mujeres después de haber alcanzado el éxtasis colectivo. Tal vez se encaminan a sus trabajos con una indescifrable cara de felicidad o permanecen relajadas todo el día en una comuna que no es tanto del amor libre como del erotismo a sus anchas. Porque la fundadora de este movimiento que nace de la pelvis reivindica el placer por el placer sin tener que pasar por el engorro del cortejo, el romance y el bouquet de flores antes de pasar por la cama.

En este templo del sexo puro y duro también se pueden tomar cursos más light como las clases de yoga. Al principio los asanas se practicaban en pelota viva, pero tuvieron que imponer una mínima vestimenta para ahuyentar a los voyeurs y gente aún más peligrosa. Los interesados pueden pagar por lecciones y seminarios sobre el sexo tántrico, el dharma de la sensualidad o la indagación de la intimidad. Daedone, una atractiva cuarentona que en otra vida fue una estudiosa de la semántica, ejerce de suma sacerdotisa en compañía de un novio informático que se hizo millonario en Silicon Valley. Si los curiosos recurren a Google para saber más acerca de este santuario del orgasmo, hallarán comentarios encontrados sobre la polémica fundadora. Para muchos se trata de un ser egocéntrico al frente de una secta. Otros, en cambio, agradecen sus poderes a la hora de encontrar el escurridizo punto G cuando ya lo daban por perdido.

Tras tener noticias de este Jardín de las Delicias, puede que más de uno se anime a escapar de la crisis económica para refugiarse en el calor de una ciudad con vocación libertina. Pero deben abstenerse los caballeros que sueñan con algo tan prosaico como retozar sobre un catre. El asunto es más etéreo: en las sesiones matutinas las mujeres nunca tocan a los varones y éstos no alcanzan el clímax, ya que todo su esfuerzo se concentra en el masaje rítmico de las zonas erógenas femeninas. O sea, eso ya da una medida del estado en el que estos hombres llegan a la oficina, si es que aún tienen fuerzas para trabajar después de estas arduas sesiones de "hedonismo responsable". Recuerden que el motto de la comuna es que todo gira en torno a la espiritualidad y sexualidad femenina.

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