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Gina Montaner

Videntes en Wall Street

Por la mañana los brokers llaman a sus astrólogos particulares y no se contentan con hacer preguntas genéricas, sino que quieren consejos concretos acerca de dónde y cuánto invertir.

El valor de la vivienda está por los suelos. Las tarjetas de crédito no quieren fiarle a nadie. Los bancos no emiten préstamos. La industria automovilística es incapaz de reinventarse con la habilidad con que lo hace la ya cincuentona Madonna. Los políticos no tienen claro si hay que seguir rescatando empresas con el dinero de los contribuyentes. Los corredores de bolsa han perdido la fe en su intuición para reconocer los indicadores del mercado. En suma, el país está sumido en una recesión que se traduce en el estupor colectivo ante la incertidumbre.

La prensa ha informado que, ante el desconcierto general, en Wall Street han decidido recurrir a las artes de adivinación de las videntes para que sean éstas quienes predigan la suerte de los stocks. En vista de que los supuestos expertos y economistas están tan perdidos como el común de los mortales a la hora de valorar el pulso económico, en el corazón bursátil de la Gran Manzana muchos ahora consultan con pitonisas que cobran hasta mil dólares por una sesión de espiritismo con el más allá de las finanzas. El cálculo de quienes confían en la nigromancia es que, a fin de cuentas, las predicciones de los magos de la banca resultaron ser tan poco científicas como la capacidad de pronosticar el futuro de una echadora de cartas.

Después de pasar por el Starbucks de turno, por la mañana los brokers llaman a sus astrólogos particulares y no se contentan con hacer preguntas genéricas, sino que quieren consejos concretos acerca de dónde y cuánto invertir, qué se puede esperar del euro, qué mercados parecen emerger o cuáles están destinados a fracasar. Al otro lado del teléfono las adivinadoras –porque las mujeres parecen tener más habilidad que los hombres para hacer vaticinios– entran en trance, acarician su bola de cristal y le echan un vistazo al Tarot antes de poner a bailar a Wall Street al son de sus predicciones. Incluso, hay quien emplea como médium a los ángeles para asesorar a los turbados corredores de bolsa.

Están vendiendo por internet una vela que invoca la prosperidad y que se ha convertido en el talismán de quienes apuestan al Dow Jones con la pasión de los aficionados a las quinielas. En estos momentos en que inversores están al borde de un ataque de nervios porque se quedaron sin respuestas racionales para hallar la salida del laberinto, Wall Street parece haberse transformado en un taller de feng shui, encabezado por guías espirituales New Age cuya sabiduría está más cerca de Shirley Mc Laine que de Alan Greenspan.

Cuando nos llegan noticias de que las videntes están dirigiendo el cotarro financiero es inevitable sentir un ligero vértigo. Pero al poco rato comparece el secretario del Tesoro con titubeos cantinflescos acerca de los mega planes de rescate, y ya no nos parece tan descabellado abandonarnos a la suerte de las echadoras de cartas. Lástima, eso sí, que nadie vaticinara a tiempo la debacle.

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