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Guillermo Dupuy

Ciudadanos y la ilusión

Votaré el 20-D, pero lo haré sin sentir esa positiva y maravillosa acepción que el castellano da a la palabra 'ilusión'.

Votaré el 20-D, pero lo haré sin sentir esa positiva y maravillosa acepción que el castellano da a la palabra 'ilusión'.
EFE

El atractivo eslogan electoral de Ciudadanos, "Votar con ilusión", me ha traído a la memoria el Breve tratado de la ilusión de Julián Marías y la interesantísima doble acepción que tiene la palabra ilusión en castellano: por un lado, expresa algo negativo, como es lo engañoso, falso y aparente; pero, por otro, también puede referirse a algo positivo, como el entusiasmo y la esperanza.

Votar con ilusión me resulta muy difícil porque, para empezar, nada me resulta más ilusorio que pensar que mi voto pueda influir en algo como unas elecciones generales. Sin embargo, saber que los resultados electorales serán los mismos con absoluta independencia de que yo participe o no en ellas no significa que no pueda albergar la esperanza en que una mayoría de votantes lo haga de una forma determinada, o que yo tenga que renunciar a aportar, por irrelevante, mi simbólico granito de arena.

El problema que se me plantea es que hace tiempo que he perdido la ilusión en que Ciudadanos se convierta en una alternativa liberal al dominante consenso socialdemócrata, en el que incluyo al irreconocible Partido Popular de Mariano Rajoy. El problema se me ha acrecentado, más recientemente, al ver cómo Ciudadanos tampoco ha denunciado, con la severidad y contundencia debida, el papel absolutamente decisivo que ha desempeñado la insensata pusilanimidad de este infausto Gobierno en el desafío separatista catalán, que algunos dan por disipado. Para remate de mis esperanzas, las encuestas pronostican que el PP no va a perder las elecciones, sin cuya derrota sigo creyendo que es de ilusos albergar la esperanza de una catarsis en el seno de ese partido que le haga recuperar sus traicionadas señas de identidad liberal-conservadoras y convertirse en el más implacable adversario de todo nacionalismo.

Algunos amigos me aconsejan que vote a Vox y a mi admirado Santiago Abascal, pero mi ilusión siempre fue ver la desaparición de este nuevo partido y a sus valiosos miembros reintegrados en un PP regenerado gracias a una derrota a la que, más que Vox, podía y puede contribuir Ciudadanos.

Sigo considerando que la formación liderada por Albert Rivera sigue siendo preferible, desde un punto de vista nacional y liberal, al PP de Rajoy y a su histórica corrupción ideológica. Pero mucho me temo que los naranjitos están y van a seguir estando muy verdes para acabar con la putrefacción del PP, sin cuya regeneración ideológica va a seguir siendo necesaria la persistencia de Vox.

Así las cosas, todo me parece demasiado ilusorio para que algo me resulte ilusionante. Votaré el 20-D, pero lo haré sin sentir esa positiva y maravillosa acepción que el castellano da a la palabra ilusión.

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