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Guillermo Dupuy

¿Cuánto va a durar esta tregua?

Si los terroristas fijaran una duración determinada a su alto el fuego pondrían las cosas mucho más difíciles a los tramposos de cara a maquillar el chantaje como una "posibilidad de paz" que hay que "explorar" o "verificar" –eso sí– "con mucha cautela".

Aunque políticos y periodistas acusen a los etarras de hacer trampas, sabemos una vez más por los propios terroristas que, lejos de una aceptación –ya fuese fingida o sincera– de su derrota, estamos ante una nueva tregua, ante un mero cese temporal de su actividad criminal, no menos claramente condicionado, como todos los altos fuegos anteriores, a la consecución de los objetivos por los que estos criminales han venido practicando su "lucha armada".

La cuestión, entonces, que nos podríamos plantear es cuánto va a durar esta tregua. ¿Cuándo van los etarras a volver con el tiro en la nuca si, tal y como nos aseguran, esto es sólo un alto el fuego? Lo cierto es que los etarras, al igual que en las más recientes treguas anteriores, no fijan la duración de su alto el fuego.

En el pasado, los etarras a veces sí que fijaban la duración de sus treguas, pero luego no siempre se ajustaban al plazo dado. Tal es el caso, por ejemplo, de la que llevaron a cabo en tiempos de Calvo-Sotelo, poco después del 23-F: dijeron que duraría un año, pero luego la prorrogaron hasta agosto del 82. La que ahora nos ocupa, que no deja de ser la reactivación de la llevada a cabo durante la primera legislatura de Zapatero, es indefinida, como también lo fue la prenegociada con los nacionalistas en Estella durante el Gobierno de Aznar. Tiene toda la lógica del mundo que así sea, ya que, para infamia de Zapatero, esta tregua en dos tiempos ha sido prenegociada y cocinada, por primera vez en la historia, con el Gobierno de la nación, sobre compromisos adquiridos, tal y como lo fue también la prenegociada con los partidos separatistas en Estella. Y es que si los terroristas fijaran una duración determinada a su alto el fuego pondrían las cosas mucho más difíciles a los tramposos de cara a maquillar el chantaje etarra como una "posibilidad de paz" que hay que "explorar" o "verificar" –eso sí– "con mucha cautela". El caso, sin embargo, es que las treguas, aunque no tengan una duración determinada, sí la tienen limitada. En caso contrario, no serían treguas.

Como la duración de esta tregua va a estar en función de acontecimientos futuros –tales como el grado de aceptación de los españoles a que el fin de ETA no conlleve su derrota, el grado de cesión y de sinceridad de un Gobierno que, por boca de Zapatero, aseguró que "con la paz todo será posible tenga el alcance que tenga" o que "los vascos tendrán derecho a decidir"– es imposible saber cuánto tiempo los encapuchados criminales van a mantener este "alto el fuego permanente y de carácter general".

Lo que sabemos por los terroristas es que su espada seguirá en alto sobre nosotros, con posibilidad de caer en cualquier momento, si no avanzamos hacia esa "segunda transición" que "tiene que aceptar la plurinacionalidad del Estado y el derecho a decidir de los pueblos", tal y como acaba de recordar Otegui en Gara.

Aunque a este vocero de los encapuchados se le pegue cada día más el lenguaje engañoso de la clase política, a cuyo estatus quiere volver, aun conserva la sinceridad propia de los criminales chantajistas de advertirnos de que el cese de la violencia por parte de ETA no es irreversible: "Lo primero que quiero transmitir es que es fundamental nuestra presencia en las elecciones de mayo, no solamente para superar una realidad de segregación político-ideológica que manipula la voluntad de la sociedad vasca y su marco institucional, sino fundamentalmente para abordar la irreversibilidad del proceso democrático".

Si no quieren arriesgarse, ya pueden darse prisa los tramposos que nos gobiernan, y que encubren el chantaje, en volver a colar en las instituciones a los proetarras, muchos de los cuales, por cierto y gracias a ellos, siguen dentro.

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