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Guillermo Dupuy

La verdad de la mentira

Por mucho aceite de Gürtel que se haya utilizado para aliñarlo, cualquier paladar debe apreciar lo que de cierto y preocupante tiene ese supuesto (y hasta cierto punto injusto) 82% de ciudadanos al que Rajoy despierta poca o ninguna confianza.

Hace bien el partido de Rajoy en cuestionar la validez del último sondeo del CIS que otorga al PSOE una intención de voto del 38 por ciento 1,8 puntos más que en enero, mientras que al PP le otorga un descenso de medio punto quedándose en el 39,5 por ciento. Me parece bien que los populares lo critiquen, no sólo por la peculiar semana que este organismo dependiente de la Presidencia ha escogido para llevar a cabo las entrevistas la misma en la que se hizo público el sumario de la "cacería Gürtel" contra el principal partido de la oposición, sino también porque, entreverados en esa decisiva manipulación, el propio sondeo del CIS ofrece datos tan verosímiles como contradictorios con ese supuesto empate técnico que prácticamente augura entre los dos principales partidos políticos del país.

Así, los ciudadanos que valoran "mal" o "muy mal" tanto la situación económica como política en España no sólo no ha mejorado respecto a enero, sino que ha empeorado sensiblemente pasando del 72,4 al 74,4 por ciento, y del 53,5 al 63,4 por ciento, respectivamente. Así mismo, los ciudadanos que consideran que la situación económica y política es ahora peor que hace un año han pasado del 56, 7 y 29,5 por ciento, respectivamente, al 57,7 y 35,9 por ciento. El pesimismo respecto al futuro también ha aumentado desde enero. Así, los españoles que creen que dentro de un año la situación económica y política será aun peor de lo que es ahora han aumentado desde el 25,3 y el 18,9 por ciento hasta 26,4 y el 23,8 por ciento.

Si estos datos del propio sondeo del CIS ya desacreditan la supuesta recuperación del PSOE, aun es más elocuente la valoración que hacen los ciudadanos de la gestión que está llevando a cabo su Gobierno: así, los ciudadanos que la califican como "mala" o "muy mala" han pasado desde enero desde el 46,1 por ciento hasta el 52,2 por ciento. Así mismo, la escasa confianza que personalmente inspira Rodríguez Zapatero se ha deteriorado desde enero pasando los que tienen "poca" o "ninguna confianza" en él desde el 71,1 al 75 por ciento.

Ahora bien. Junto a estos elementos que cuestionan ese recorte de distancias entre el PP y el PSOE, hay otros datos no menos verosímiles que, sin poder tampoco justificar el aumento en intención de voto del PSOE, sí podrían respaldar, en cambio, el descenso del PP. Y es que la "mala" o "muy mala" valoración de la actuación del principal partido de la oposición, que en enero ascendía al 51,9 por ciento de los encuestados, ahora ya alcanza al 59,6 por ciento. Con todo, el dato más demoledor para Rajoy es el que le señala como el dirigente político que menos confianza inspira en la historia demoscópica de nuestro país, ya sea miembro del Gobierno o de la oposición. Así, la "poca" o "ninguna confianza" que ya en enero despertaba el líder del principal partido de la oposición al 38 y 38,6 por ciento de los encuestados, respectivamente, ahora alcanza nada menos que al 34 y al 48 por ciento de los mismos.

Aunque dicen que una verdad a medias es una completa mentira, bien haría el PP en extraer lo que de creíble tiene este manipulado sondeo. Y es que, por mucho aceite de Gürtel que se haya utilizado para aliñarlo, cualquier paladar debe apreciar lo que de cierto y preocupante tiene ese supuesto y hasta cierto punto injusto 82 por ciento de ciudadanos al que Rajoy despierta poca o ninguna confianza: una amarga verdad que, al margen de porcentajes, señala que una inmensa mayoría de los españoles es muy crítica con la situación y el Gobierno actual, pero que no ve al PP como una alternativa esperanzadora. Y es que una oposición de perfil bajo, que se limite, en el mejor de los casos, a una denuncia tan crítica de la situación como la que ya hacen los ciudadanos, no es suficiente si no va acompañada de una alternativa carente de complejos y llena de convicción. En resumen, que un líder político que aspira a gobernante no puede limitarse a registrar la dura realidad como el que registra la propiedad.

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