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Guillermo Dupuy

Lo único positivo del desastre

Hoy el separatismo ha cosechado un innegable triunfo, pero quiero pensar que también ha triunfado la mejor forma de combatirlo en toda España.

Lo único positivo del desastre sin paliativos al que nos ha abocado –tal y como era previsible– la ridícula aplicación –más bien, denigración– del encomiable artículo 155 de la Constitución para que los catalanes pudieran legalmente votar por cuarta vez en los últimos siete años es el vuelco que se ha producido en el seno del mal llamado "bloque constitucional". Mientras hace escasos siete años lo dominaba una formación tan próxima al nacionalismo como el PSC, seguido de un PP de Sánchez Camacho ya adulterado por el rajoyismo y, finalmente y muy de lejos, por una casi testimonial presencia de Ciudadanos, hoy la formación que lidera Albert Rivera prácticamente copa por sí sola la resistencia constitucionalista al régimen nacionalista.

Algunos dirán que es un escaso consuelo frente al persistente dominio nacionalista, que también se ha radicalizado en sus aspiraciones separatistas. Con todo, no considero para nada negativo esta polarización entre los bloques, habida cuenta de que la gran crisis nacional que nos aqueja, así como la independencia de facto que la Cataluña nacionalista goza desde hace décadas, es el resultado del cambalache y el pasteleo entre formaciones nacionalistas supuestamente moderadas y formaciones supuestamente constitucionalistas como el PSC y el PP de Rajoy.

Aunque Ciudadanos haya sido la autora intelectual del disparate de esta bochornosa aplicación del artículo 155 de la Constitución, y del colosal ridículo internacional que España ha hecho con esta ridícula intervención de una autonomía diríamos que estructural e institucionalmente en rebeldía contra nuestro ordenamiento jurídico, la responsabilidad del esperpento ha sido de un Gobierno como el de Rajoy que no ha renunciado en ningún momento a alcanzar algún acuerdo con los nacionalistas aun después de perpetrar estos su segunda consulta secesionista.

La renuencia del PP de Rajoy –no digamos ya del PSC– a la hora de combatir el nacionalismo en el terreno de las ideas ha tenido como injusta víctima a García Albiol y como inmerecida beneficiaria a Inés Arrimadas por el hecho de pertenecer esta última al partido que, con gran diferencia, con menos complejos denuncia los estragos del nacionalismo.

Hoy el separatismo ha cosechado un innegable triunfo, pero quiero pensar que también ha triunfado la mejor forma de combatirlo, no sólo en Cataluña sino en toda España.

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