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Guillermo Rodríguez

Cuestión de tiempo

En una tienda, un restaurante o una gasolinera pagamos con tarjeta de crédito sin ninguna preocupación, confiados porque vemos al dependiente y creemos que nada malo puede pasar. En Internet no. El miedo al posible robo de datos atenaza los dedos y provoca que muchos abandonen el carrito de la compra a las primeras de cambio.

El miedo a pagar con tarjeta, y no otro, es el verdadero problema que encuentran las tiendas on line para sobrevivir. Durante años se han esgrimido justificaciones para rechazar la compra por Internet que no se sostenían: el mal servicio o los retrasos en la entrega también son problemas con los que nos topamos en el mundo real, y nadie deja de comprar. Lo que sucede es que Internet soporta la lacra de la desconfianza, y hasta dentro de unos años no se la quitará de encima.

Afortunadamente, un estudio de la Comisión Nacional del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) constata que los usos y costumbres de los e-compradores españoles tiende a la normalidad. El informe asegura que el 85 por ciento de las compras llevadas a cabo en Internet en España se abonó con tarjeta de crédito. Poco más o menos debe ser el mismo porcentaje que registran las tiendas de ladrillo.

Resulta ilusionante que los usuarios paguen con su Visa como lo hacen en la tienda de la esquina. Pero desespera conocer el número de gente que realmente realiza sus compras en la Red. El 85 por ciento antes mencionado puede resultar a primera vista una cifra muy elevada. Pero en este caso conviene recordar que si sólo compran 10 personas en Internet y 8 de ellas paga con tarjeta, el resultado es el mismo: 80 por ciento.

En España los datos de ventas en Internet son para tirar cohetes. Las causas de que no se termine de pisar el acelerador son varias, aunque todas "reparables".

El Ministerio de Ciencia y Tecnología debería ser el abanderado del fomento del comercio electrónico, pero poco ha hecho hasta el momento. La única iniciativa que ha lanzado casi da vergüenza ajena. Hace poco más de un año creó la página web Estrénate.com que, de forma explícita, compara la pérdida de la virginidad sexual con la de comprar en Internet. Cuando se colgó el site aparecieron las correspondientes notas de prensa dando cuenta del servicio, pero poco más. Si a día de hoy se echa un vistazo al medidor de audiencias Alexa, puede comprobarse que el éxito de la página si se calcula por número de visitantes sólo merece una palabra: nulo.

Al margen de las responsabilidades gubernamentales, la escasa aceptación del comercio electrónico en España es, hasta cierto punto, lógica. Y es que pueden contarse con los dedos de una mano el número de internautas que se conectan por primera vez a la Red para comprar. Generalmente ese paso requiere de cierta experiencia navegando. Sólo después de meses delante del ordenador se descubre que las ventajas de comprar en Internet son infinitamente mayores de las que se encuentran en una tienda de ladrillo: por precio, comodidad y variedad de oferta. Nada menos.

Por eso habrá que esperar hasta dentro de un par de años para que España registre cifras similares a las que presenta Estados Unidos en materia de comercio electrónico. Hace años lo extraño era comprar en una gran superficie. Hoy lo es hacerlo en Internet. Sólo es cuestión de tiempo que los hábitos de consumo cambien.



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