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Guillermo Rodríguez

Lea esto, por favor

Un estudio de la Newspaper Association of America asegura que los jóvenes estadounidenses buscan en Internet noticias cortas con titulares directos. Espero haberlo conseguido.

        
Trataré de contenerme, pero es que hay noticias que suscitan la verborrea escrita, si es que eso es posible. La última campaña de la ONG Anesvad contra la pornografía infantil en Internet trata de desenmascarar a los culpables de esta repugnante lacra. No hace falta montar todo el espectáculo, porque la organización ya establece a priori los responsables. A modo de un Gran Hermano on line (genial idea, sí señor), los internautas podrán nominar a seis concursantes: dos menores, un par de proxenetas y dos adictos a contenidos de este tipo. Cada uno deberá proponer un culpable y los internuatas votar al concursante con el que estén más de acuerdo. Entre los responsables de la pedofilia se encuentran, según selección de Anesvad, “la Red” y “los internautas”. Así, en general. Iniciativas de este estilo ya no sorprenden, pero sí entristecen. Porque de forma subrepticia, o no tanto, se acentúa la criminalización de Internet como medio.
 
Cierto que en la Red puede encontrarse lo peor del ser humano, pero también que a un solo golpe de clic puedes toparte con lo mejor. Lo segundo nunca es noticia, lo primero lo es siempre. Ese es el verdadero problema. Si se utilizara la misma vara de medir que se emplea con Internet, los libros serían sumamente perniciosos, ya que de ellos han salido textos como Mi lucha; Henry Fox Talbot, Niepce y Daguerre deberían ser condenados, si aún vivieran, por fomentar la pederastia, ya que fueron los inventores de la fotografía (sin cámaras no hay imágenes como las que difunden o venden los pederastas) y Gottlieb Daimler y Charles Federic Benz tendrían que ser condenados al infierno por haber creado el automóvil, transporte en el que perdieron la vida 102 personas sólo la pasada Semana Santa. Podría seguir rizando el rizo, pero me niego a terminar en un manicomio. Hace un año, Antonio José Chinchetru se preguntaba en estas páginas si servía al anti-cristo por ser internauta. No. Él, como usted que lee este texto, como yo, somos el anti-cristo. Directamente.
 

 
Mientras unos perpetúan la campaña en contra de Internet, otros tratan de aprovechar sus virtudes y, de paso, ofrecer un servicio que debería convertirse en obligatorio para todos los responsables políticos del mundo. El jefe del Ejecutivo francés, Jean-Pierre Raffarin, ha expresado su deseo de organizar encuentros digitales periódicos con sus ciudadanos a través de chat. Es probable que, de cumplirse su deseo, el propio Raffarin no responda a una sola pregunta (para eso ya está su equipo de comunicación), pero es de agradecer su voluntad no sólo de establecer un contacto permanente con los ciudadanos, sino de fomentar la Red.
 
 
Ahora que tanto se habla acerca de la violación de la privacidad que puede suponer GMail, el servicio de correo electrónico de Google, el proveedor de acceso a la Red Earthlink ha despejado cualquier duda: cada ordenador almacena 28 programas espía (spyware). Aunque la firma tranquiliza informando de que la mayoría son inofensivos para la seguridad informática, esto no evita que chupen los datos propietarios del ordenador y monitoricen los movimientos del internauta por la Red. Por favor, no hace falta ser tan sofisticado, crear programas espías y romperse la cabeza para ver cómo colarlos con absoluto sigilo. Ofrezca un chocolatina, una vulgar chocolatina, y el 70 por ciento de los oficinistas del Reino Unido le dará su clave de Internet a cambio. Vale que todo el mundo tenga un precio, pero es que algunos casi se regalan.


“La muerte de Internet no es inminente”. Gracias al cielo. Ya me imaginaba en la ventanilla del paro tratando de sortear el difícil interrogatorio: ¿Causa del despido? Muerte. ¿Del director de la empresa? No, de Internet. Shawn Hernan, experto estadounidense del Computer Emergency Readiness Team (CERT), ha aliviado a varios millones de usuarios al explicar que el fallo detectado a principios de semana en el protocolo TCP de Cisco Systems, que afectó a cada pieza de hardware que dirige el tráfico a través de la red mundial, ya ha sido reparado. Larga vida a Internet.
 
 
 
 

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