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Guillermo Rodríguez

Los pop-ups huelen a muerto

Las campanas digitales doblan a muerte. El pop-up exhala su último respiro y pocos lo lamentan. Es normal: a casi nadie le agrada que le metan un anuncio en el ojo mientras navega por Internet. Quienes están obligados a conectarse varias horas al día tiene dos enemigos frente a los que luchar: los pop-ups y el spam. Batallas ambas que, parece, se saldarán con victoria.
 
Los primeros, queda dicho, tienen los días contados. El primer mazazo se lo asestó Google con su reciente barra de herramientas. Ésta, aparte de agilizar las búsquedas, incluye un filtro anti pop-ups que impide la descarga de un anuncio no deseado. Quien esto escribe instaló la barra el primer día que estuvo operativa. Desde entonces, le han dejado de saltar 6.000 pop-ups. Que se escribe pronto.
 
Al golpe de Google se añade ahora el anuncio de Microsoft de que su próxima versión del navegador Explorer, cuyo lanzamiento está previsto para enero de 2004, incluirá un anti pop-ups. Que Google y la empresa con sede en Redmond entren en la misma batalla significa que la victoria, sí o sí, caerá de su parte. A lo que se une que navegadores como Opera impiden desde hace tiempo que salte cualquier anuncio en la pantalla del ordenador.
 
Sin embargo, la erradicación de los pop-ups corre un serio peligro. Cuando un anuncio salta es porque entramos en una página de Internet. Ésta, como la gran mayoría, requiere financiación para poder funcionar. Y ésta, vaya por Dios, llega en la mayoría de las ocasiones a través de la publicidad. Por eso, la muerte del pop-up puede acarrear serios problemas económicos a muchos negocios en Internet que fueron creados con la intención de sobrevivir vendiendo anuncios.
 
Claro que no hay mal que por bien no venga. Tal vez ahora los anunciantes y las propias compañías afectadas comiencen a dar vueltas a la cabeza para encontrar nuevos modelos, otras fórmulas que les permitan vivir de la publicidad sin por ello machacar la paciencia de los usuarios.
 
Eso sí, caben pocas dudas de que Internet, una vez más, se mide con otro rasero. Lo que en otros medios se acepta sin rechistar, en Internet no se soporta. Así, parece que el hecho de que nos interrumpan una película en la televisión para atiborrarnos a anuncios durante diez minutos es algo normal. Sin embargo, que salte un anuncio cuando entramos en una página web es algo inaceptable ante lo que debe reaccionarse poco menos que con ira.
 
La diferencia entre un pop-up y el spam es que el primero debe aceptarse a cambio de visitar una página web (la mayoría de las que utilizan este modelo publicitario son gratuitas), mientras que al spam nadie le da vela en su entierro. Los mensajes no solicitados se cuelan en el e-mail de los usuarios para su perpetua desesperación, al margen de que en muchas ocasiones son desagradables y siempre te toman por estúpido.
 
Afortunadamente, Microsoft ha dicho que ya basta de spam. Según anunció el pasado fin de semana su mandamás, Bill Gates, a mediados de 2004 la compañía ofrecerá “un complemento para los programas de gestión de correo electrónico de Microsoft”. La tecnología utilizada se ha bautizado como Smart Screen y filtrará los e-mails no solicitados.
 
Los pop-ups y el spam nacieron con Internet. Si muchas empresas tuvieron que superar una dura criba para sobrevivir, muchos modelos de publicidad también deberán pasar, con retraso, la misma prueba. Parece, sólo parece, que los correos basura y los pop-ups no superarán el intento.

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