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Guillermo Rodríguez

Yo llamo gratis por teléfono, ¿y usted?

Skype cuenta con 10 millones de clientes y no para de crecer. Que las operadoras telefónicas comiencen a temblar

Desde hace varios años, las redes P2P se relacionan con la descarga de música como los barcos al mar. Pero también sirven para transferir voz. Es el caso de Skype, un programa que permite realizar llamadas telefónicas a un coste... de cero euros.
 
Sólo deben cumplirse ciertos requisitos para utilizarlo. El primero es de cajón: es imprescindible disponer de un ordenador (con sistema operativo XP o 2000, Linux, Pocket PC o Mac OS). La segunda exigencia también brilla por la obviedad: se necesita una conexión a Internet. Y si es a través de banda ancha mucho mejor. La tercera consiste en tener suficiente espacio en el disco duro. Al menos 10 MB libres. La cuarta es, sin duda, la más sencilla de cumplir: voluntad de no gastar un solo céntimo en llamadas telefónicas. Hay una quinta: es imprescindible disponer de unos cascos estilo teleoperadora (su coste es de seis euros en cualquier tienda, Skype los vende por 12) o, en su caso, un micrófono y altavoces. Debe tenerse en cuenta que muchos portátiles incluyen el micrófono por defecto.
 
Skype es un programa de VoIP, o voz a través de Internet. La diferencia respecto a sus principales competidores es su gratuidad, su sencillez de uso y su excelente calidad de sonido. Además no incluye publicidad y funciona con cualquier cortafuegos (firewall) instalado.
 
Su uso es sencillísimo: funciona de forma calcada a cualquier programa de mensajería instantánea. Si no los sabe manejar consulte con su hijo: le dará una lección magistral de cómo hacerlo. Una vez añadidos los contactos con los que se mantendrán futuras conversaciones, todo está listo. Skype es completamente gratuito siempre y cuando se hable con otro usuario que también lo tenga instalado en su ordenador. La necesidad de que la persona con la que se quiere contactar deba tener también Skype podría entenderse como una limitación. No lo es: la compañía también permite llamar a teléfonos fijos y móviles a través de su servicio SkypeOut. Su uso implica el pago de una cuota que, si se compara con las tarifas que las operadoras cobran en España, es sencillamente ridícula. James Fallows lo contaba recientemente en The New York Times: adquirió un bono de diez euros, mantuvo una conversación con Italia de media hora, hizo una llamada breve a Filipinas y cinco a su propio país, Estados Unidos. Al terminar su saldo era de 9,10 euros.
 
Lo más interesante, con todo, es la brecha que este servicio abre. Primero porque solventa la injusta (aunque comprensible) equiparación de las redes P2P con la piratería musical y de películas. Y segundo, y mucho más importante, porque supone un disparo en el corazón de las operadoras de telefonía tradicional. Debe tenerse en cuenta que a la hora de descargar o no canciones de Internet gratis entran en juego múltiples factores: la fidelidad a un cantante o grupo, la percepción de que es justo recompensar a un autor por sus composiciones o, sencillamente, la creencia de que si se sigue pirateando música –como sostienen los más ingenuos– ésta desaparecerá. Sin embargo, el caso de la telefonía es diferente: casi nadie siente el más mínimo aprecio hacia su operadora, que cada mes le recuerda que está ahí a través de una factura.

Skype ha llegado. Cuenta con 10 millones de clientes y no parará de crecer. Que las operadoras comiencen a temblar. Esto va en serio.

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