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Hana Fischer

La basura y los impuestos

En Latinoamérica se pagan tributos para engrosar el "botín" estatal. No se pagan para arreglar calles ni para tener un servicio correcto de recolección de residuos ni mucho menos para mantener hospitales o escuelas públicas de alta calidad.

El 26 de diciembre, Montevideo amaneció con un pintoresco paisaje navideño: montañas de basura desparramada "engalanaban" la ciudad. Es un espectáculo dantesco. Y, a la vez, la más cabal demostración visual de lo que en la práctica es el socialismo. Sin embargo, son muy pocos los uruguayos que piensan que algo está mal. Menos aún, que la situación amerita que las autoridades municipales sean responsabilizadas y sancionadas por tamaña agresión a los ciudadanos.

A un latinoamericano ni le pasa por la cabeza algo semejante. Ya está inscrito hasta en sus genes que una cosa es el "Funcionario", así con mayúscula, y otra muy diferente el hombre común. Para el primero rigen leyes diferentes, confeccionadas a su medida. En cuanto a sus conductas funcionales, impera la aberración jurídica de que son simultáneamente "juez y parte". De esa manera queda garantizada la impunidad, generadora de desidias y corrupciones. Y, en algunos casos, hasta de venganzas políticas.

Alexis de Tocqueville afirmó, en su obra El Antiguo Régimen y la Revolución, que lo que caracteriza a un tirano es el desprecio por sus semejantes. Y, realmente, esa es la sensación que nos quedó al escuchar las declaraciones públicas de algunas autoridades municipales sobre este tema. Por ejemplo, uno de los directores informó, a modo de justificación, que debido a las fiestas tradicionales hubo mucha más basura que en días normales. Realmente una observación muy perspicaz, sobre todo si se toma en cuenta que su partido político hace tan solo diecisiete años que está a cargo de la comuna capitalina. Asimismo manifestó que no entiende por qué tanto alboroto porque cuando se dio cuenta de la situación, simplemente "ató bien las bolsas de residuos para que no hubiera mal olor y las dejó dentro de su casa". Luego miró a la cámara de televisión como sugiriendo que esa es la actitud que tendría que tener toda "persona inteligente".

La pregunta que uno se hace es: ¿para qué pagamos impuestos?

La cruda realidad –sin los habituales eufemismos de los políticos– es que en Latinoamérica se pagan tributos para engrosar el "botín" estatal. No se pagan para arreglar calles ni para tener un servicio correcto de recolección de residuos ni mucho menos para mantener hospitales o escuelas públicas de alta calidad. Los gobernantes utilizan los dineros fiscales para hacer "política". Punto.

Desde que la izquierda conquistó la Intendencia de Montevideo ha habido una relación inversa entre el desmedido aumento de la presión impositiva en comparación con las horas trabajadas por los funcionarios y la calidad de los servicios prestados. Hoy, dentro de la administración pública, un recolector de residuos gana más del doble que un maestro, un médico o un policía. Por eso los cargos municipales son muy apetecidos. Sabido es que lo importante es lograr entrar a ese mundo de privilegios y despilfarro.

Ahora que la izquierda también ganó el gobierno nacional, en gran medida gracias a su "política" municipal, se dispone a generalizar en todo Uruguay su sentido de "justicia social". Por eso, recientemente ha sido aprobada por el Parlamento una reforma fiscal. En ella se propone un vuelco notorio en la orientación de la política tributaria. Se gravará enérgicamente a los trabajadores privados para así pagarles mejor a los trabajadores del sector público. Se ajustan fuertemente los aforos de las viviendas, lo que resultará en una mayor presión fiscal, tanto por el aumento del impuesto al patrimonio como por la contribución inmobiliaria y demás impuestos.

El ingreso de un país se divide entre quienes lo generan y el Estado que se apropia de buena parte de él sin tener en realidad que rendir cuentas. Ya nadie parece recordar que los parlamentos surgieron como "freno" al poder de los monarcas absolutos.

La aberrante realidad es que actualmente nuestros parlamentos potencian la opresión y despojo de los ciudadanos.

En Libre Mercado

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