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Héctor Fernández

La flor comida por el cordero

No hace mucho un intrépido aviador nos legó una joya repleta de ternura e ironía con la que asomarnos al mundo bajo otra perspectiva. Se trataba de El Principito, una obra maestra de la literatura en forma de cuento infantil. Antoine de Saint-Exupéry, su autor, tenía una cuenta que saldar con aquella rosa de la que una vez dijo “no supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamás! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias...”. Hoy sabemos que la rosa a la que se refería era su mujer, Consuelo, su eterna compañera desde que la dio un paseo en avioneta sobre el Buenos Aires de 1930.

Memorias de la Rosa es un texto con el que regresar al pasado para entender algunas de las verdades que El Principito ha narrado a pequeños y adultos durante varias generaciones. Desde aquel trepidante vuelo en el que el autor le pide su mano a la viuda de Gómez Carrillo, Consuelo centra su vida en la de su marido hasta su desaparición en 1944, ayudándole, corrigiéndole, animándole. Y, justamente, es esto lo que nos ha relatado su autora. En el libro se da cuenta de las sucesivas etapas y problemas por las que pasa esta relación. Las dos pasiones de Tonio, volar y escribir, los repetidos desprecios e infidelidades, los viajes y residencias, la vida bohemia del París anterior a la guerra, las separaciones, las enfermedades... todo lo que a la postre no pudo con el amor que siempre se profesaron. La historia de una pasión, extraña si quieren, pero pasión sincera al fin y al cabo, en la que no hubo vencedores ni vencidos.

¿Qué es lo que hubiese sucedido de no desaparecer el escritor en la guerra? Eso nunca lo sabremos. Yo, por mi parte, quiero creer a Consuelo, a quien ese niño grande en su despedida le dijo que le dejase un pañuelo para empezar a escribir la segunda parte del cuento. Un cuento en el que ésta ya nunca más sería “una rosa con espinas, sino la princesa de ensueño que para siempre espera al Principito”.


Consuelo de Saint-Exupéry, Memorias de la Rosa, Ediciones B, Barcelona, 2000, 270 páginas.

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