Menú
Henry I. Miller

Guerra contra la innovación

las empresas farmacéuticas que producen medicinas y vacunas deben renunciar a sus derechos de propiedad intelectual para complacer los caprichos de Annan

Los que mandan en las Naciones Unidas dejan mucho que desear. Aun si los negocios sucios del programa Petróleo por Alimentos fueron anómalos, como insisten sus defensores, no hay explicaciones creíbles sobre los resultados antisociales de sus operaciones normales.
 
Hace poco, el secretario general Kofi Annan declaró que esperaba que preocupaciones respecto a la “propiedad intelectual” no interfirieran con la producción y distribución de medicinas en la potencial pandemia de gripe aviar. Es decir, que las empresas farmacéuticas que producen medicinas y vacunas deben renunciar a sus derechos de propiedad intelectual para complacer los caprichos de Annan. Esa hostilidad hacia los derechos de propiedad, que es precisamente la causa por la cual ahora tenemos insuficientes vacunas y medicinas para combatir esa posible pandemia y otras epidemias que regularmente se repiten, es apenas una manifestación de que los dirigentes de la ONU simplemente no entienden la relación entre las políticas públicas y las innovaciones.
 
Ninguno de los daños causados por la ONU a la innovación y a las investigaciones científicas es peor que su historial en biotecnología aplicada a la agricultura y a la producción de alimentos. El trabajo del Grupo de Acción de la Comisión del Codex Alimentarius para Elaborar Normas y Directrices de los Alimentos Derivados de la Biotecnología sigue siendo una payasada burocrática de la ONU. Es imposible defender seriamente o coherentemente su labor. Su alcance no es científico y la mayoría de sus proyectos no tienen razón de ser. Parece más una película de los Hermanos Marx que una seria negociación internacional.
 
El dinero mal gastado en esa comisión por parte de Estados Unidos y fuentes privadas a lo largo de varios años es considerable. La razón es que los burócratas que forman parte de la comisión no comprenden la ley del agujero: si usted está metido en un agujero, ¡deje de cavar!
 
La colaboración del gobierno de EEUU en ese trabajo es francamente repugnante, porque los comentarios de nuestros delegados siguen apoyando y perpetuando el alcance de una labor sin ninguna base científica, apoyando regulaciones discriminatorias contra la mayor difusión y la mayor aceptación de la nueva biotecnología aplicada a la agricultura y a la producción de alimentos.
 
La labor de esa comisión es perjudicial para los agricultores, los consumidores, los investigadores académicos y de la industria, haciendo casi imposible la evolución hacia políticas con bases científicas y con menos regulaciones. Parte del problema es que esos burócratas reciben empleos de por vida a cambio de resistir presiones externas, lo cual imposibilita que se tomen decisiones imparciales, racionales y en beneficio de la gente.
 
Es francamente irónico que las dos agencias de la ONU involucradas sean la Organización Mundial de la Salud y la Organización para la Agricultura y la Alimentación, las cuales debieran estar más bien gastando todos su dólares, euros, libras esterlinas y pesos en combatir la erupción de gripe aviar, a la vez que ayudando a las víctimas del terremoto en Pakistán. Por el contrario, se dedican a bloquear la producción de alimentos que utilizan técnicas genéticas superiores.
 
Lamentablemente, lo que podemos esperar de las Naciones Unidas es incompetencia, estupidez, intereses egoístas y desconocimiento de lo que en realidad está sucediendo alrededor del mundo. Por el contrario, su corrección política es impecable y, me dicen, que el vino en sus cavas es de primera calidad.
 
El gobierno de Estados Unidos debe salirse de esa comisión para bien de todos y mantener siempre el principio que un desacuerdo es infinitamente mejor que un mal acuerdo que dañe nuestros intereses a largo plazo. Además que los dirigentes están allí para dirigir.
 
Como funcionario público durante más de 17 años conozco bien la tradición de la inercia burocrática y la mala disposición a admitir que se han cometido errores. Se dice que tenemos el gobierno que merecemos: ¿dónde y cuándo fallamos?

En Libre Mercado

    0
    comentarios