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Hermógenes Pérez de Arce

Segunda vía chilena al socialismo

¿Recuerdan cuando por un barrio pasaban 27 recorridos de autobuses en lugar de los cuatro de ahora? ¿Y cuando las privatizaciones nos permitían lujos jamás soñados bajo el socialismo previo, como un teléfono?

Uno de los mayores deleites de quienes escribimos es citarnos a nosotros mismos, cosa que hacemos, por cierto, sólo cuando nuestros pronósticos se cumplen. Es mi caso, ahora: en de junio de 2006, en una memorable columna en que propuse la verdadera y mejor solución para la educación chilena (suprimir el ministerio, entregar a las familias pobres, en forma de cheques escolares, los más de dos billones de pesos al año que éste derrocha, para que matriculen a sus hijos en el colegio –libremente formado y generador de sus propios programas– que elijan), añadí lo siguiente acerca de la comisión-monstruo, entonces recién formada por la Presidenta Bachelet para el tema: "Como tiene mayoría socialista, el resultado final lo sabemos de antemano: más socialismo".

Fueron proféticas mis palabras. La comisión ha entregado sus propuestas que, si se ponen en práctica, significarán más socialismo en la educación. Es decir, que será todavía peor (Ley de Murphy: "Si algo va mal, siempre es posible lograr que vaya peor").

Pues, primero, hasta ahora restaba por lo menos una pequeña libertad, un "chequecito" de un tercio de lo necesario, que los pobres podían usar para llevar a sus hijos a una escuela particular gratuita de su elección, formada por algún emprendedor. Ahora los emprendedores-personas naturales desaparecerán. ¡Si usted, como ciudadano libre, quiere fundar un colegio para pobres en Chile, el Estado se lo prohibirá! En adelante, sólo podrán hacerlo personas jurídicas con giro único y estrechamente vigiladas por el monstruo.

Segundo, antes había uno solo, el ministerio. Ahora se crearán adicionalmente otros nuevos: un Consejo Nacional de Educación, una Superintendencia de Educación y una Comisión Nacional de Aseguramiento de la Calidad de la Educación. Miles de burócratas más para impedirles a las familias educar a sus hijos cómo y dónde les gustaría hacerlo. A eso es, tal vez, a lo que el ministro Foxley se refirió en la Cumbre, cuando anunció a los dignatarios concurrentes que en Chile queríamos llegar a tener "un Estado muy musculoso".

La segunda vía chilena al socialismo actualmente en marcha ya ha conseguido notables transformaciones sociales, como la de que el país crezca al cuatro por ciento anual en un decenio, por comparación con el ocho por ciento del decenio anterior (logrado en un entorno externo menos favorable); la de conseguir que los habitantes de la capital se trasladen de un lugar a otro en dos horas, cuando el mismo viaje antes les llevaba una; la de haber logrado que el orgullo de la capital, el Metro que entró en funciones bajo el Gobierno militar, haya degenerado y sea hoy un tren asfixiante, al que nadie sube como no sea por extrema necesidad; la de haber transformado las calles seguras de otrora en espacios controlados por un hampa impune. Y falta espacio para mencionar otros logros.

¿Recuerdan cuando nos libramos de la primera vía chilena al socialismo? ¿Recuerdan cómo fuimos siendo cada vez más libres para elegir nuestros consumos, nuestra entidad de pensiones o de salud, y hasta para fundar colegios y universidades? ¿Recuerdan cuando por un barrio pasaban 27 recorridos de autobuses en lugar de los cuatro de ahora? ¿Y cuando las privatizaciones nos permitían lujos jamás soñados bajo el socialismo previo, como un teléfono?

¿Podremos librarnos de esta segunda vía chilena al socialismo?

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