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Hernán Felipe Errázuriz

50 años y ocaso de los Castro

La revolución cubana es una historia de opresión permanente, miseria extendida, centenares de miles de expatriados y promoción de la guerrilla en varios países.

Se cumple medio siglo desde que el castrismo se apoderó de Cuba. Nada que celebrar, mucho que lamentar y alguna esperanza por la liberación de la isla durante este año. ¿Y por qué no? El derrumbe de las FARC en Colombia, después de 40 años, comenzó en 2008. Y ese mismo año Obama inició su mudanza a la Casa Blanca, sin que lo notáramos.

Los chilenos podemos ayudar a la liberalización de Cuba solidarizando con los disidentes. Nuestro Gobierno y la Cancillería deberían persuadir a Raúl Castro de que la única forma de integrarse en Latinoamérica es con libertades.

Lamentablemente, desde que la Concertación restableció relaciones con Cuba, sus gobiernos han preferido acoger a sus dirigentes, legitimándolos, promoviéndolos en los organismos latinoamericanos y, próximamente, brindándoles una visita presidencial. Errores que serán recordados cuando se desmorone el régimen castrista.

El moribundo sistema comunista de los hermanos Castro es un anacronismo: subsiste sólo por la represión, temores, inmovilismo complaciente, oportunismos, lealtades de algunos Estados extranjeros y erradas políticas estadounidenses. La revolución cubana es una historia de opresión permanente, miseria extendida, centenares de miles de expatriados y promoción de la guerrilla en varios países, incluido Chile, donde dio armamento, financiación y adoctrinamiento a combatientes y políticos que provocaron muertes y divisiones.

Estados Unidos ha reaccionado a los excesos del Gobierno cubano con medidas contraproducentes. La más persistente es el embargo comercial impuesto hace 47 años, cuando Fidel Castro ofreció a Cuba como plataforma de misiles de la Unión Soviética. Las sanciones incluyen restricciones a los estadounidenses para visitar a sus parientes en la isla y enviarles dinero: sólo pueden visitarlos cada tres años y remitirles hasta un máximo de 1.200 dólares anuales.

Hay razones para pensar que Obama, que no se ha manifestado partidario de esas restricciones, termine con ese asedio inútil, perjudicial para inocentes y argumento para la subsistencia de la opresión.

También hay motivos para que Hugo Chávez, empobrecido por la caída del precio del petróleo, reduzca drásticamente su financiación al castrismo. Importantes son, asimismo, los vacíos que surgen de la decrepitud irreversible de Fidel Castro y de los líderes cubanos, que pueden ser dirigidos por conciudadanos más sensatos. En todo caso, la evolución hacia las libertades depende del pueblo cubano, alentado por factores internos y externos.

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