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Hernán Felipe Errázuriz

Latinoamerica, hipócrita

En las adversidades como la de México se prueba la amistad, más que en las cumbres y que en las rimbombantes declaraciones en foros internacionales.

La solidaridad latinoamericana es un cuento, un verso, una fábula; sus dirigentes más bien practican la solidaridad ideológica. Están dispuestos a reunirse de emergencia y cooperar cuando Morales, los Castro o Chávez atraviesan por dificultades. A veces, publicitariamente, mandan aviones a otros continentes para rescatar a sus ciudadanos ante remotos peligros. No han hecho ni lo uno ni lo otro por la tragedia en México.

La escalada de aislamiento a México por la mortal peste H1N1 es una vergüenza. La inició Cuba y la culminó Argentina, con términos agraviantes. Las autoridades mexicanas, molestas con los Kirchner, señalaron que los gobernantes trasandinos ocultaron la enfermedad, que pudieron controlar y prevenir, que nos toca cerca y que causará más víctimas que la peste mexicana.

La influenza viral ha cobrado más de 200 vidas en México y gangrena su economía. Algunos le cerraron las fronteras; otros, partiendo por Perú y Ecuador, suspendieron vuelos. Chile rechazó albergar a equipos de fútbol mexicanos para partidos de la Copa Libertadores, por absurdos riesgos de contagio. Haití se negó a desembarcar una nave mexicana con donaciones. Los restantes se sumaron al silencio de Chávez.

Que se sepa, ningún país de la región ha enviado médicos o medicinas, ayuda material o simbólica, ni ha manifestado algún gesto reconfortante para los sufrientes mexicanos.

Estados Unidos ha sido la excepción: mantiene abiertas sus fronteras, dispuso asistencia médica y financiera. Pero Obama tampoco lo ha hecho del todo bien: pudo encabezar una acción regional o multinacional.

En toda cumbre presidencial, reunión de la OEA, de la CAN, Unasur y otras entelequias institucionales latinoamericanas y caribeñas, los mandatarios y dirigentes políticos hacen gárgaras invocando la solidaridad latinoamericana. Pura retórica populista, palabras vacías que no se practican, parte del realismo mágico, de las divisiones y de la incompetencia ideologizada que prevalece en Sudamérica y en el Caribe.

Estados Unidos perdió la oportunidad de dirigir al continente para que solidarice con México. El resto de Latinoamérica y sus inoperantes instituciones actúan egoísta y torpemente, olvidando que una peste similar se puede desencadenar en cualquier país.

Aún estamos a tiempo para que nuestras autoridades reparen la omisión de olvidar a México, y se distingan del resto de la región, manifestando consideración por su pueblo y los chilenos residentes. En las adversidades se prueba la amistad, más que en las cumbres y que en las rimbombantes declaraciones en foros internacionales.

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