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Cuba: Año 2020

Conferencia pronunciada en el ciclo de "Presidential Lecture, Series 2003", Florida International University, 10 de 0ctubre de 2003.

El tema esta vez no lo elegí yo[1]. El Dr. Modesto Maidique lo propuso muy cuidadosamente: "Cuba: año 2020". Supongo que en el ánimo del Dr. Maidique estaba el comprensible deseo de evitar el fatigoso ejercicio de examinar, otra vez, nuestro presente, tan dolorosamente conocido, con el objeto de tratar de adivinar dónde va estar Cuba dentro de 17 años. Tal vez, incluso, hasta pensó que predecir el futuro es una de las formas que existen de contribuir a crearlo. Estamos, pues, ante un ejercicio de futurología que, como todos, es sólo una especulación basada en tendencias que se observan y en precedentes que nos permiten hacer vaticinios respaldados por experiencias previas. Naturalmente, las cosas pueden suceder de otro modo y desviarse hacia un desenlace sangriento e infeliz. Sin embargo, he elegido un curso de acción manifiestamente favorable entre los muchos posibles. Creo que el panorama futuro de Cuba deja espacio a un optimismo razonable. Hay en el horizonte elementos que los marxistas, pomposamente, llamarían "condiciones objetivas y subjetivas" que pueden guiarnos hacia un magnífico destino.

En todo caso, el reto es muy interesante: "Cuba: 2020". Diecisiete años es un periodo relativamente largo, por lo menos en un aspecto: para esa fecha se habrá articulado otra generación de cubanos, si aceptamos como válida la convención de que las generaciones se conforman y consolidan en aproximadamente quince años, ritmo que no parece muy descaminado si advertimos que coincide aproximadamente con el ciclo reproductivo de nuestra especie. Por otra parte, en 17 años seguramente la dictadura castrista será un fenómeno histórico superado, aunque todavía seguirá gravitando sobre nuestra vida cívica durante mucho tiempo y de diversas maneras, como esos gangrenosos miembros fantasmas que continúan doliendo aún tras ser amputados.

Un Estado congelado y una sociedad viva

Es inevitable en este punto inicial hacer un par de observaciones previas. Como sabe cualquier persona familiarizada con las técnicas de la prospección, cualquier análisis serio comienza por una mínima reflexión sobre ventajas y desventajas comparativas. La primera observación, es que el castrismo constituye, por encima de todo, una patología de nuestra naturaleza. Si hay algo consustancial al ser humano, y muy especialmente a quienes estamos inscritos en el curso de la cultura occidental, es el cambio, el examen crítico de la realidad y su consecuente modificación. Las abejas no cambian su hábitat. Siempre es el mismo. Siempre hay una abeja reina, siempre hay unas abejas laboriosas, siempre hay unas abejas zánganas, y entre todas siempre construyen el mismo panal. Castro, por su afán de ser la abeja reina, ha transformado una sociedad dinámica en un panal detenido en el tiempo. Pero un panal que genera muy poca miel, por cierto.

La segunda observación es que la parálisis del país no es total, pese a su casi medio siglo de dictadura congelada, pese a su sacrificio de tres generaciones de personas. En medio de la foto-fija del castrismo, y por encima de la absurda pretensión de que nada ni nadie se mueva o salga de los parámetros éticos y estéticos prevalecientes en el grupo dominante que alcanzó el poder en 1959, portadores de una cosmovisión forjada en los años treinta, los cubanos jóvenes luchan por no alejarse demasiado del perfil de las sociedades punteras del planeta que les sirve de referencia.

No es una casualidad que los jóvenes cubanos de los sesenta y setenta, acosados por la policía política, trataran de componer rock, y los de hoy se desgañiten en el cultivo del rap, del hip-hop u otros ritmos de moda. Y lo que sucede en la música también es cierto en la plástica, en la literatura o en la manera de vestirse. A trancas y barrancas, perseguidos por oír rock, encarcelados por dejarse el pelo largo, o molestados por llevar ciertas ropas poco ortodoxas a los ojos de los inquisidores, los cubanos buscaban instintivamente acercarse a la modernidad, conocer el último libro, estar al día de lo que se hacía o creía en Londres, New York, París o Madrid. Castro podía convertir al Estado en una estatua de sal, podía petrificar el sector público y decidir que todas las ideas políticas o las teorías sociales ya habían sido establecidas por él, imponiéndoles a los cubanos la obligatoria tarea de suscribirlas minuciosamente, pero la sociedad luchaba por escapar de esa desgracia en el resto de sus quehaceres vitales.

Lo que quiero decir es que el inmovilismo impuesto por Castro a los cubanos no ha conseguido aplastar el ansia de modernidad que caracteriza a esa sociedad desde la época colonial. En el siglo XIX los criollos que contaban con recursos marchaban a París o a Filadelfia a tratar de formarse adecuadamente. En el XX el destino era Miami, New York o Boston. De ahí que Cuba tuviera muy rápidamente trenes, teléfonos, aviones, radio o televisión en blanco y negro o en colores. El país estaba orientado y volcado hacia el disfrute del progreso técnico y científico y sus habitantes apreciaban como pocos los hallazgos tecnológicos y científicos que estremecían a Occidente.

Instintos y aprendizaje

Eso nos permite predecir que los cubanos, una vez eliminada la dictadura, retomarán su vieja vocación por la modernidad y el cambio, condición básica para poder progresar y prosperar. Basta aportar un dato de pasada: algunos economistas atribuyen hasta el 45% del crecimiento económico norteamericano a la creación de nuevos artefactos o de nuevos servicios que se ponen en circulación y estimulan la economía. Como los cubanos navegábamos en la estela de nuestros poderosos vecinos, es muy probable que una parte sustancial de nuestro propio crecimiento se debiera a ese misma causa, a la vertiginosa creatividad de Estados Unidos, de donde podemos deducir que, reestrenada la libertad, cuando se restauren plenamente los lazos económicos y sociales, y cuando se revitalicen los vasos comunicantes entre Cuba y los Estados Unidos -ahora centuplicados por la existencia de los cubanoamericanos- ese fenómeno volverá a repetirse.

Pero hay otros elementos de carácter psicológico que vale la pena abordar con franqueza aunque nos duela: si bien es cierto que la larga experiencia comunista no ha podido destruir la pasión cubana por la modernidad y el cambio, no es menos cierto que ha modificado las actitudes y las expectativas de la sociedad. La experiencia comunista, contrario a lo que afirma la propaganda oficial, ha hecho a los cubanos mucho más individualistas e insolidarios. La dictadura los ha obligado a mentir, a simular y a desconfiar hasta el punto en que ha desaparecido toda noción del bien común. El sostenimiento de la verdad ha dejado de ser un valor apreciado, y lo que se ensalza es la capacidad para engañar a las autoridades y la habilidad con que se ocultan las creencias. Ése es un dato trágico, porque si algo sabemos de las sociedades exitosas es que en ellas prevalecen la confianza en el otro, el trust, y la actitud digna de quienes defienden sus puntos de vista sin miedo, convencidos de que la superación de los problemas sólo es posible cuando nos es dable examinarlos a la luz del sol sin temor a las represalias.

El otro factor psicológico que hay que tomar en cuenta es el de las perversas relaciones entre el Estado y la sociedad que se generan en una nación comunista y se prolongan en el postcomunismo. Tras casi medio siglo de comunismo, la sociedad cubana, de la misma manera que se ha acostumbrado a mentir y a ocultar su verdadero pensamiento como una táctica de supervivencia -la "doble moral" que tantos mencionan-, también ha perdido buena parte de su iniciativa, entre otras razones, porque tener iniciativa en una sociedad comunista es la forma más directa de acabar enfrentado a la represión oficial. Escuchando epítetos como "merolicos", "macetas" y "bisneros", y viendo la repugnancia con que el poder trata a los "cuentapropistas", siempre a la espera de que desaparezcan, los cubanos han aprendido la falsa lección que las actividades privadas son viles y codiciosas y ganar dinero y destacarse algo censurable.

Durante décadas, se les ha dicho que el Estado es la entidad que debe asignarles un puesto de trabajo, un salario y una forma de vida. Seguramente todo eso condujo o contribuyó a que los cubanos exhiban unos paupérrimos niveles de vida, pero la maligna lección inculcada los lleva a comportarse irresponsablemente en el sentido exacto de la palabra. Ya no son responsables de sus vidas y de su bienestar o de sus quebrantos, sino ven al Estado ejerciendo ese papel paternalista. Es verdad que se trata de un padre cruel y mal proveedor, pero sus deficiencias no cambian las pautas de poder establecidas en Cuba: los cubanos -como los alemanes del Este o los húngaros o los rusos- esperan que sea el Estado quien solucione los problemas y tomará algún tiempo modificar estas expectativas. Se lo escuché decir de manera sintética a un músico cubano radicado en Madrid: "Yo vivía -me dijo- en una triste jaula en la que me alimentaban mal y no me permitían volar; ahora me han soltado en la selva y estoy asustado porque me siento desprotegido".

Bien: hasta aquí el preámbulo. Para poder hablar del futuro era necesario hacer un pequeño inventario de las características de quienes van a ser los protagonistas de esa etapa. Los cubanos, me atrevo a asegurar, llegarán al postcomunismo ansiosos de incorporarse a los patrones de vida del primer mundo -actitud muy positiva-, pero simultáneamente arrastrarán comportamientos y actitudes contrarios al mejor desenvolvimiento de las sociedades libres organizadas en torno a la economía de mercado. Ese dato es mejor tenerlo en cuenta porque así será más fácil proponer las decisiones correctas cuando llegue el momento.

Cuba 2020

El panorama urbano

Demos un salto en el tiempo. Llegamos a Cuba en el año 2020. Al final de esta charla les contaré cómo fue que arribamos a este punto, pero no demoremos más las primeras imágenes. ¿Qué veremos? Lo primero que nos golpeará la retina son ciudades limpias, pintadas, muy iluminadas, dotadas de unas intensas redes comerciales que anuncian sus productos y servicios. No hay rastros del país cochambroso que se asoma en la película "Habana Suite" dada a conocer en el 2003. La capital de Cuba recuperó su hermosa vitalidad y ha vuelto a ser una de las ciudades más bonitas del planeta. No hay vestigios de aquella Habana semiderruida, sucia y despintada que dejó el castrismo. Lo mismo ha sucedido en el resto de los centros urbanos del país. El suministro de agua y electricidad es suficiente y constante. La telefonía, prácticamente toda inalámbrica, cubre la totalidad del territorio nacional. La televisión ofrece 500 diferentes canales de diversas partes del mundo. Circulan libremente numerosos periódicos y revistas cubanos y extranjeros.

Al comenzar el año fiscal, el Presidente de la República leyó un discurso lleno de cifras y comparaciones. En los últimos quince años el país había crecido al ritmo promedio del 10%, pero hubo años -el tercero y el cuarto- en que se alcanzó el 13%. De acuerdo con el anuario de Naciones Unidas, el único país latinoamericano que aventajaba a Cuba en nivel de desarrollo económico y humano era Chile, y la Isla se acercaba al 50% del PIB per cápita de Misisipi, que era, precisamente, el que exhibía Puerto Rico. En una generación, los cubanos han dado un salto extraordinario en dirección del progreso y la eliminación de la pobreza. Se habla del "milagro cubano" y se le compara a los saltos dados por Japón en los años cincuenta del siglo XX y a China a partir de 1985.

El transporte público y privado ha adquirido una extraordinaria densidad. Ello ha obligado a multiplicar las carreteras y autopistas. Un tren ultrarrápido recorre la Isla desde Pinar del Rio hasta Oriente. En sólo tres horas se llega desde La Habana a Santiago. Pero hay otras opciones disponibles: junto al tren, existen unas líneas de modernos autobuses, veloces y eficientes, dotados de todas las comodidades; aviones comerciales con "puentes aéreos" entre las ciudades más visitadas y Miami y New York. Sin embargo, la última y más divertida forma de transporte interurbano, preferida por muchos turistas, son unos rapidísimos barcos de cabotaje que prácticamente levitan sobre un colchón de aire. Salen, por el norte, desde La Habana en dirección de Baracoa, y, por el sur, desde Batabanó con rumbo a Santiago de Cuba. Hacen, naturalmente, numerosas paradas en el trayecto.

Turismo

El turismo, en efecto, se ha convertido en uno de los motores de la economía. El último censo arrojó la cifra de quince millones de turistas y de igual cantidad de cubanos. Hay un visitante anual por habitante, proporción que coloca a Cuba entre los paraísos turísticos del planeta. Una parte muy importante de esos visitantes está constituida por personas de origen cubano que visitan la Isla frecuentemente, pero el grueso lo componen estadounidenses y canadienses. En los puertos más importantes diaria e incesantemente atracan los grandes cruceros cargados de turistas. Algunos zarpan en Cayo Hueso. Otros en Miami o Fort Lauderdale. Hay líneas escandinavas y norteamericanas que compiten por ese mercado. Son un método de transporte, pero también hoteles flotantes. En Cuba les dan servicio y mantenimiento a los buques. Los utilizan decenas de miles de turistas que durante unas horas se vuelcan en las calles para comprar y alimentarse. Algunos salen al atardecer desde Miami, llegan a Cuba en la mañana y reembarcan hacia Miami por la noche.

Cuba se ha convertido en la Mallorca del Caribe y recibe a multitudes de personas que prefieren pasar su invierno en el grato clima cubano. Esta circunstancia ha determinado que el gasto por turista y día de estancia sea de los mayores del planeta, pero hay diversas ofertas para todos los precios, dado que la mayoría de las cadenas hoteleras luchan por distintas cuotas de mercado. La Isla, además, cuenta con trece grandes marinas en las dos costas y es el punto preferido de llegada de muchos de los 300 000 yates de lujo que navegan por el Caribe y el sur de Estados Unidos. La isla se ha convertido en un gran mercado de embarcaciones de recreo, nuevas y de segunda mano, circunstancia que pronto dio paso a la creación de astilleros que fabrican botes y veleros. La competencia a vela entre Batabanó e Isla de Pinos se ha transformado en un evento importante a escala mundial.

En vista de este fenómeno, la empresa Disney decidió crear un gran parque de diversiones. Adquirió un terreno en Mariel, muy cerca de La Habana, y se propuso diferenciarlo del muy famoso que posee en Florida al darle una orientación pedagógica. Incorporó un zoológico tropical y optó por hacer de la historia uno de los focos de atracción: recreó el mundo de los piratas y los galeones. Curiosamente, uno de los pabellones más visitados es el de la imaginación literaria. Los grandes libros de todos los tiempos son ambientados y parcialmente escenificados: La Iliada, El Quijote, Los Miserables, Oliver Twist, entre otros veinte sabiamente escogidos. Cientos de miles de niños de todas las escuelas del país, sumados a los turistas de todas las edades, convirtieron esa visita en una ceremonia casi obligada.

Música y entretenimiento

Una parcela muy especial de la cultura cubana ha alcanzado un notable desarrollo debido al auge del turismo y al nivel de excelencia de los artistas cubanos: la música y la danza. Proliferan los festivales: jazz latino, salsa, incluso música clásica. El ballet clásico y la danza moderna mantienen su prestigio. Como en Las Vegas, los grandes hoteles cubanos ofrecen cantantes de fama mundial y grandes conjuntos musicales. También hay casinos, como en los demás destinos turísticos caribeños. Esto genera una notable industria de grabación y exportación de música. Asimismo, algunos productores de cine europeos y norteamericanos encuentran que en Cuba hay suficiente talento artístico para convertirse en un lugar en el que la calidad y los costos hacen posible la filmación para cine, para televisión y para publicidad. La gran cantidad de personas bilingües -inglés y español, pero también ruso, checo y alemán- favorece la decisión de elegir a Cuba como Meca artística.

La industria cubana de las artes gráficas se integra perfectamente al mercado norteamericano y complementa al sector turístico. En los primeros tiempos del cambio, El Nuevo Herald se imprimía en Miami y se trasladaba a Cuba todas las noches por medio del avíon. Ahora se imprime en Cuba y se exporta todas las madrugadas al sur de la Florida. Lo mismo sucede con una multitud de libros, revistas e impresos publicitarios. Esa industria de artes gráficas, muy competitiva, le da vida a la prensa y a las editoriales locales. Las investigaciones revelan que Cuba es el país de habla hispana con mayor índice de lecturas.

Medicina y biotecnología

Pero el turismo, con ser una de las principales fuentes de ingreso y un formidable empleador, no es la actividad que genera la mayor cantidad de riqueza. Es la biotecnología, combinada con la medicina, donde los cubanos han alcanzado mayores niveles de efectividad. La herencia de setenta mil médicos y decenas de miles de investigadores y técnicos medios con que contaba el país cuando llegó la etapa democrática fue un fértil terreno para absorber las inversiones de las grandes empresas farmacéuticas del mundo. Cuba, con fácil acceso al mercado norteamericano -algo que veremos más adelante-, y un capital humano adecuado, era el lugar perfecto para investigar, producir y exportar a costos razonables.

Por otra parte, tras llegar a acuerdos con la FDA, y con numerosas compañías de seguro, Cuba se convirtió en un gigantesco HMO en el que centenares de miles de enfermos norteamericanos poseedores de Medicare y Medicaid recibían cuidados médicos de alta calidad a precios muy competitivos. Esos servicios médicos, simultáneamente, potenciaban la capacidad de investigación de la industria farmacéutica y generaban una multitud de empleos muy bien remunerados.

Junto a esos servicios de salud, que revitalizaron la industria de las clínicas mutualistas privadas y las compañías cubanas de seguro, también se desarrollaron centenares de residencias y centros geriátricos para jubilados que recibían y gastaban en Cuba las pensiones recibidas por sus años de trabajo en Estados Unidos. Para esa fecha del 2020 se calculaba la cifra de jubilados radicados en Cuba en algo más del tres por ciento del censo: 500 000 personas que recibían como promedio 1200 dólares mensuales, lo que aportaba al PIB del país un ingreso de 720 millones de dólares.

La industria de la construcción

Este boom turístico y de servicios médicos provocó una expansión fulminante de la industria de la construcción que pasó, en una primera etapa, de la reconstrucción de las ciudades y la infraestructura existente a la creación de proyectos nuevos encaminados a satisfacer la inmensa demanda de viviendas e instalaciones hoteleras o de salud. Decenas de miles de personas de origen cubano radicadas en el exterior decidieron adquirir una segunda vivienda en Cuba o beneficiar a sus familiares fabricándoles una casa o apartamento. Simultáneamente, como sucede con la costa española con relación a los europeos de regiones frías, miles de cubanoamericanos, norteamericanos y canadienses también optaron por comprar propiedades o "segundas residencias" en las cuales pasar placenteramente las vacaciones de verano o las peores semanas del invierno.

Distribución

Un tráfico marítimo y aéreo tan intenso como el que tiene Cuba en el 2020, unido al buen transporte por carretera y las modernas comunicaciones de que dispone el país, han determinado que muchas líneas aéreas y navales hayan convertido la Isla en el centro para la distribución y redistribución de las mercancías y los pasajeros que viajan entre Europa, Estados Unidos y Sudamérica. La Habana es el gran HUB para los viajeros norteamericanos, canadienses o europeos que marchan a Sudamérica. Los buques de carga arriban a ciertos puertos de la costa norte de Cuba con grandes containers que luego se reexpiden a su destino final en otro tipo menor de envase. Simultáneamente, como Singapur en el Pacífico, Cuba se ha convertido en una gran plataforma de servicios para barcos y aviones que encuentran en los ingenieros cubanos un personal muy capacitado para llevar a cabo esas delicadas tareas de mantenimiento. Fueron precisamente empresas singapurensas las que desarrollaron esta formidable fuente de servicios.

Agroindustria

La decrépita industria azucarera heredada tras el fin del comunismo, poco a poco fue orientándose hacia la producción de derivados de la caña: papel, alimento para el ganado, tableros de bagazo, alcoholes, etanol, ron. Pero a la propia azúcar se le agregó valor desarrollando industrias de caramelos, chocolates, refrescos, mermeladas de frutas y otros alimentos destinados al consumo nacional y a la exportación. No obstante, muy pronto las exportaciones de flores, frutas tropicales y vegetales frescos superaron con creces el valor de las exportaciones de azúcar. La asociación entre empresarios cubanos y empresarios procedentes de Israel y Holanda elevaron la cantidad y calidad de la producción y mejoraron las técnicas de transporte, envase y mercadeo de estos productos agricolas.

Pero donde el negocio cerraba virtuosamente el círculo de los beneficios era en las cadenas de venta al público desarrolladas en Estados Unidos y en Europa. Mediante el sistema de franquicias, centenares de inversionistas cubanos y cubanoamericanos habían creado cadenas de tiendas de frutas tropicales, flores y vegetales que absorbían la producción cubana de manera creciente generando ganancias a todo lo largo del sistema productivo. Algunas de estas cadenas de franquicias llegaron a cotizar en bolsa con muy buena acogida. El desarrollo de estas franquicias en el mundo entero fue generosamente impulsado por un legendario empresario cubano que en los años noventa del siglo XX, casi sin recursos, había construido la mayor cadena de pizzerías de Europa. Su gran legado al desarrollo de Cuba fue saber convocar al capital para multiplicar la creación de riquezas en beneficio de productores, consumidores e inversionistas.

Comercio, importaciones y exportaciones

Lo que los comerciantes cubanos y no cubanos entendieron rápidamente es que la Isla debía servirse de los lazos especiales surgidos con Estados Unidos tras el cambio político, integrando siempre en cualquier cálculo las infinitas posibilidades del mercado norteamericano, y muy especialmente de la Florida, donde el número de hispanos en el año 2020 rondaba los seis millones de personas. Solamente el mercado de los llamados "alimentos étnicos" que consumía esa masa humana excedía los tres mil millones de dólares anuales, ventas que en gran medida se efectuaban por productores radicados en Cuba. Pero el índice de comercio exterior no sólo se confeccionaba con exportaciones. Cuba, como parte de sus incentivos de paraíso turístico, había optado por un arancel bajísimo a las importaciones, de manera que en el mercado nacional se vendían mercancías de medio mundo a precios muy competitivos.

Esa actividad comercial creciente, aunada a la masiva presencia de turistas y a la total apertura del país, fue atrayendo progresivamente a los representantes de la banca y los seguros internacionales, de manera que en el 2020 Cuba, como Panamá, Luxemburgo o Amsterdam ya era un centro bancario de primer orden capaz de atraer ahorros y prestar refinados servicios financieros no sólo a los cubanos, sino a cualquier inversionista internacional.

El milagro cubano

¿Cómo se llevó a cabo este cambio económico y social que permite hablar del "milagro cubano"?. Fue el resultado de una transición resuelta y firme que tuvo en cuenta de manera integral los elementos políticos, económicos y sociales y básicos.

El ámbito de la política

La primera pregunta que tuvo que responder el grupo político al que le tocó la responsabilidad de organizar la convivencia entre los cubanos en el post totalitarismo fue muy simple: "descartado el destino comunista tras tantas décadas de fracasos y sufrimientos, ¿a dónde queremos que Cuba esté situada en el curso de la próxima generación?". Y la respuesta de los agentes políticos encargados de responderla fue unánime: "queremos que la sociedad cubana sea pacífica, próspera, libre en lo político y en lo económico, forme parte del Primer Mundo en el terreno técnico y científico, que exhiba las pautas de consumo y los niveles de vida de las naciones desarrolladas, y que disfrute de las ventajas que se derivan de poseer un Estado de Derecho en el que todos los ciudadanos están sujetos al imperio de leyes justas aplicadas con equidad".

Una vez definido el objetivo no fue difícil entender que el primer requisito para alcanzarlo era renunciar a la violencia política y colocarse todos, comenzando por la clase dirigente, bajo la autoridad de reglas razonables previamente consensuadas. En principio, se enmendaron las leyes vigentes en la etapa final de la dictadura, hasta que fue posible llegar a un proceso constituyente que elaboró un texto constitucional sencillo y breve en el que se establecían los derechos del ciudadano y los límites del Estado; se perfilaban las instituciones básicas, y se delineaban los rasgos formales del gobierno y las normas para la selección de los funcionarios electos. El resto de la armazón jurídica se dejó a la legislación corriente. Pero junto a la importancia de la ley escrita estuvo el espíritu que animó el proceso de transición: los principales agentes del cambio, básicamente los demócratas de la oposición y los reformistas provenientes del castrismo, optaron por dedicarse a construir el porvenir sin perderse en el examen minucioso de los errores pasados o en denunciar los muchos agravios sufridos.

La frase que mejor resumía ese espíritu de tolerancia y reconciliación la pronunció un ex preso político cargado de años y de experiencia que conocía de cerca la historia española del postfranquismo: "ya no podemos hacer nada por salvar el pasado; lo único que está a nuestro alcance es salvar el futuro para legarles a nuestros hijos un país mejor y muy diferente al que nos tocó a nosotros". Esta generosa actitud cristalizó en una ley de amnistía general que se incluyó junto a la propuesta de reforma del Estado sometida a referendum popular. Tanto la reforma del Estado, encaminada a crear un modelo democrático en lo político y de libre empresa en lo económico, como la ley de amnistía general para cualquier delito de intencionalidad política cometido entre el diez de marzo de 1952 hasta el último día de la dictadura castrista, recibieron el noventa por ciento de sufragios afirmativos, de manera que la transición sin ira y sin rencores comenzó respaldada por una indudable carga de legalidad y de autoridad moral.

Hubo que solucionar, por supuesto, las legítimas reclamaciones de los propietarios cubanos y no cubanos que habían sido injustamente privados de sus bienes en los inicios de la revolución, objetivo que generalmente se logró mediante un sistema de compensaciones, aunque en algunos casos fue posible la devolución de las propiedades sin causar daños extremos a terceros.

La transición económica

Una vez creada la atmósfera política adecuada, quienes dirigieron la transición a la democracia y a la economía de mercado, tomaron una primera decisión trascendental: forjar los lazos económicos más estrechos posibles con Estados Unidos. Si a noventa millas estaba el mayor mercado de la tierra, y la fuente más importante de capital e innovaciones técnicas y científicas, lo conveniente era integrarse firmemente en ese circuito económico e intelectual, sin que ello significara ignorar los lazos con Europa y otras zonas desarrolladas del mundo. La realidad es que no había que optar, sino sumar.

La otra decisión vital fue no intentar dirigir y planificar la transición económica, sino abrir las compuertas y crear las reglas adecuadas para que los cubanos fueran libremente descubriendo oportunidades y proponiendo cursos de acción. Al fin y a la postre, una de las lecciones más evidentes de la experiencia comunista era que un grupo de burócratas expertos jamás podía sustituir el empuje y la creatividad de millones de seres pensantes deseosos de mejorar sus formas de vida. El capitalismo era un sistema basado en la libertad para producir y consumir y en la transparencia del mercado.

En una primera etapa, la ayuda masiva del Fondo Monetario Mundial, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo se volcó sobre la Isla copiosamente. Por otra parte, Estados Unidos, unilateralmente, decidido a estabilizar la situación en la Isla y a desalentar con ello las migraciones incontroladas, puso el hombro enérgicamente a la reconstrucción física del país. A esos fines fue muy importante el apoyo prestado por la comunidad cubanoamericana y por el caucus de congresistas hispanos y la presión que ejercieron sobre el legislativo y el ejecutivo norteamericanos. Esto permitió la reconstrucción veloz de las infraestructuras y la restauración de las ciudades y pueblos, tarea esta última en la que la ayuda y la experiencia españolas fueron muy importantes. El propósito era demostrarles a los cubanos y al mundo la solidaridad de las grandes democracias con la última nación de Occidente que había abandonado el modelo comunista.

En esos primeros tiempos se tomó una decisión crucial: dolarizar la economía y eliminar cualquier tipo de control monetario. El Ministro de Economía conocía claramente la lección de Ludwig Erhard a mediados de la década de los cincuenta, responsable del llamado "milagro alemán": poseer una moneda fuerte y permitir que el mercado funcionara libremente. La dolarización, en efecto, limitaba tremendamente la flexibilidad del gobierno para hacerle frente a sus obligaciones mediante devaluaciones periódicas, pero el precio que los cubanos pagaban por prescindir del peso y utilizar la moneda norteamericana era mucho menor que los beneficios que se obtenían. Entre ellos: confianza de los inversionistas, mantenimiento del valor de las propiedades, del ahorro y de la capacidad adquisitiva de las jubilaciones. Por otra parte, la dolarización impidió el endeudamiento peligroso del Estado, facilitó las negociaciones con los acreedores y obligó a los cubanos a mantener un alto nivel de competitividad. Todo ello contribuyó a un aumento constante de los salarios reales de los trabajadores, objetivo primordial del gobierno, que desde el principio declaró que no era su propósito que el país vendiera mano de obra barata, sino productividad, calidad y producción con gran valor agregado para que efectivamente mejorara paulatinamente el estándar de vida de la población.

La dolarización, además, favoreció otro paso trascendental que entonces se dio: unir a Cuba al Tratado de Libre Comercio junto a Canadá, Estados Unidos y México. La dolarización no era un requisito para esa vinculación, pero fue vista con grandes simpatías por los gigantescos socios comerciales y empresariales surgidos a la Isla. El gobierno cubano, simultáneamente, desarrolló una intensa labor de acercamiento económico a España, Escandinavia, Corea del Sur, Taiwan, Israel, Chile y algunas de las nuevas democracias centroeuropeas con las que la lucha política había creado afinidades: la República Checa, Polonia y Hungría. Se buscaba capital, comercio y transferencias tecnológicas.

Decidido el primer gobierno de la transición a explorar al máximo las posibilidades creadas por la globalización, dictó medidas que legitimaban totalmente la doble nacionalidad para cualquier cubano o descendiente de cubano que lo solicitara. Esta simple ley facilitó la creación de redes de cubanos con vínculos empresariales y comerciales en numerosos países, aunque, lógicamente, el noventa por ciento provenían de Estados Unidos. Alguien en el gobierno, para defender la aprobación de esta medida, recordó que la tendencia en todo el mundo era a admitir la doble nacionalidad, argumento al que agregó el ejemplo de Israel: una buena parte del notable desarrollo de Israel se debe, precisamente, a los vínculos con ese país que mantienen las comunidades judías del mundo entero y a la hospitalidad jurídica que existe para cualquier persona de este origen étnico.

Cambio económico y social

Conocedores los gobernantes de la primera etapa de la transición de que los problemas económicos se dan la mano con las percepciones psicológicas de las personas, muy al principio del momento de los grandes cambios transfirieron la mayor parte de los activos en manos del Estado al conjunto de la sociedad, incluidas las viviendas que habitaban. Es decir, junto con los hogares que las familias, finalmente, poseyeron, fueron privatizadas miles de empresas medianas y pequeñas con los propios trabajadores. Transformaron esas empresas en sociedades anónimas y a los trabajadores en sus propietarios vendiéndoles en condiciones muy ventajosas las acciones de las empresas.

Naturalmente, muchas empresas quebraron y otras salieron adelante, pero el mero proceso de reintroducir en el país el concepto de propiedad privada tuvo el efecto pedagógico de adiestrar a la población en la defensa de sus propios intereses, enseñando de paso una lección clave: la economía de mercado, como se es un sistema de tanteo y error en el que los fracasos generalmente sirven para mostrar el camino correcto. Casi sin darse cuenta, los cubanos llegaron a la misma conclusión que un siglo antes había formulado el austriaco Joseph Schumpeter: dentro de las reglas del capitalismo existe la destrucción creadora. Quienes fracasan y salen del mercado posibilitan una mejor utilización del capital para quienes generan riqueza.

Al sentirse dueños de los medios de producción, con una sorprendente rapidez resurgió en muchos cubanos el espíritu de empresa y el sentido de la responsabilidad personal. Muy pronto quedó atrás el desprecio por quienes se esforzaban y alcanzaban el éxito, sentimiento que fue sustituido por la admiración por los triunfadores y la realista admisión de que la búsqueda de la igualdad de resultados y un modo uniforme de vida para el conjunto de la sociedad eran unas de las principales causas del empobrecimiento terrible experimentado por los cubanos.

Pero ese gobierno de la primera etapa hizo algo todavía más importante para modificar las relaciones de poder en el país: dotó de autoridad a la sociedad civil para que administrara los servicios públicos. Transfirió la gerencia de la mayor parte de los servicios públicos a la autoridad municipal local, mas simultáneamente creó una ley por la que colocó el control de las escuelas y hospitales en juntas de ciudadanos directamente interesados en el tema. La administración de las escuelas, por ejemplo, fue entregada a juntas de padres y maestros, mientras los hospitales acabaron dirigidos por juntas formadas por personal sanitario, administrativo y por síndicos electos que representaban a los usuarios del servicio en cuestión. El propósito de estas medidas era muy simple e iba más allá de la búsqueda de la eficacia: apoderar a la sociedad civil y transformar a los funcionarios en humildes servidores públicos. Para poder tener una sociedad moderna y próspera había que pasar de una sociedad en la que el Estado vigilaba a todo el mundo a ser una sociedad en la que todo el mundo vigilaba al Estado. La gran paradoja consistía en que para que los cubanos recuperaran la fe en la cosa pública, tenían que hacerla eficiente, manejable, transparente, y convertir a los funcionarios en personas responsables que rendían cuenta humildemente de los actos de gobierno. Cuando se logró ese milagro, cuando los ciudadanos recuperaron totalmente el control del Estado, y cuando la sociedad civil se convirtió en la gran protagonista y agente de los cambios, hubo una reconciliación total entre los cubanos y la patria que los vio nacer. Ese momento, imprecisable en el tiempo, dio inicio a una nación madura, responsable y próspera, encaminada a formar parte de la vanguardia del planeta.

Colofón

Esta charla tiene dos puntos finales. El primero consiste en llamar la atención sobre la positiva evolución económica aquí descrita. Cualquier observador cuidadoso enseguida descubre que los caminos señalados prácticamente son los mismos que el gobierno cubano eligió a principios de los noventa para salir de la crisis cuando formuló su estrategia frente al llamado "periodo especial": turismo masivo, dolarización, transformación de la industria azucarera, biotecnología, turismo médico, exportaciones no tradicionales, y apertura a las inversiones procedentes del exterior.

Evidentemente, esas eran las vías principales para impulsar la economía del país. Cualquier persona mínimamente informada podía darse cuenta y en Cuba sobraban los funcionarios capaces de identificar acertadamente los centros de desarrollo potencial con que cuenta el país. ¿Por qué no funcionó el plan más allá de estabilizar la miseria? No funcionó porque la reforma se hizo dentro de la camisa de fuerza del modelo comunista. En lugar de liberar las fuerzas creadoras de riqueza, el gobierno continuó ahogándolas. En vez de conceder libertades económicas y políticas, que deben ir de la mano para dar sus mejores frutos, Castro hizo lo que hace siempre: coartar, cerrar, impedir, perseguir a quienes exhibían iniciativas novedosas y dejar siempre en claro que cualquier concesión en dirección del mercado o de la tolerancia política, podía ser revocada en el futuro. ¿cómo sorprenderse, pues de los catastróficos resultados: pobreza, desesperación y la emigración como único objetivo de una buena parte de la juventud, incluidos los hijos de la nomenklatura.

Por último, es cierto que esta visión deja fuera muchos problemas con los que los cubanos deberemos enfrentarnos cuando se inicie la transición. He vivido lo suficiente para saber que no hay sociedades perfectas sino grados de imperfección. No ignoro que el desmantelamiento de un estado totalitario es una labor inmensa, especialmente cuando ese implacable aparato se sostiene en dos columnas armadas: el Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas. Tampoco desconozco los peligros de la delincuencia organizada, de la posible aparición de mafias y la tragedia de la prostitución. Cuba tendrá que enfrentarse a esos y a otros mil problemas parecidos. Pero tengo fe en que los cubanos habremos sido capaces de aprender de nuestros errores hasta el punto de modificar las actitudes, comportamientos y creencias que nos condujeron al desastre. Las personas aprenden. Los naciones, también.



[1] El presidente de Florida International University, Dr. Modesto Maidique, ha tenido la generosidad de invitarme a dar una de las charlas presidenciales, honor que agradezco profundamente y que atribuyo, en primer lugar, a un viejo y mutuo afecto y respeto que ya excede 30 años de continuada amistad. También quiero consignar mi gratitud a Sebastián Arcos, su ayudante, un permanente luchador por la libertad de Cuba desde que era casi un niño, al profesor Damián Fernández, director del Cuban Research Institute, a la profesora Uva de Aragón, participantes activos y eficaces en la organización de este evento, y al profesor Anthony Maingot, moderador, todos buenos amigos desde hace unos cuantos años.

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