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La Historia ha vuelto

Uno de los términos que más hemos utilizado para describir el mundo tras el fin de la Guerra Fría ha sido el de deshielo. Viejos problemas habían quedado congelados ante la emergencia de un conflicto de mayor envergadura que había dividido el mundo en dos grandes bloques, enfrentados ideológica y militarmente. Cualquier crisis menor podía derivar, si no se controlaba a tiempo, en un holocausto nuclear, en la famosa destrucción mutua asegurada. Pero tras la descomposición de la Unión Soviética esos viejos y concretos problemas volvieron a aparecer en escena, con sorprendente vitalidad. El caso más claro para los europeos fue, y continúa siendo, la crisis de los Balcanes. Robert Kagan va más allá y plantea que no sólo emergen hechos concretos, sino el sistema internacional anterior a la Guerra Fría, adaptado a un nuevo entorno y a unas capacidades militares inimaginables a principios del siglo XX.

Kagan es un autor de sobra conocido. Columnista y conferenciante de éxito, tiene la extraordinaria habilidad de presentarnos libros breves y bien escritos en los que, con sorprendente concisión, afronta con amenidad los temas realmente importantes de la escena internacional. No se pierde en erudiciones, terreno en el que tanto su padre como su hermano son reconocidas figuras, sino que va al núcleo del problema.

Tras su éxito editorial Poder y debilidad, centrado en la crisis de las relaciones trasatlánticas como consecuencia de lo que él denominó la opción "postmoderna" de la política internacional asumida por Europa, en su último libro, El retorno de la Historia, centra su atención sobre el sistema internacional en su conjunto. No es una continuación del anterior, sino un trabajo complementario.

El planteamiento es propio de un profesional de la historia intelectual. No se limita a contarnos cómo ve el sistema internacional de nuestros días, sino que, partiendo de las tesis más extendidas en los años de la crisis de la Guerra Fría, analiza sus fundamentos, sus fallos, y en qué medida han pervivido, para, a la postre, explicar qué elementos nos impedían entender que el futuro sería una continuación del pasado en mayor medida de lo que se suponía. Su crítica se vuelca sobre esos ensueños de la Ilustración, tan presentes en el imaginario colectivo, tan rebatidos por la experiencia histórica, que nos llevan a creer que, a mayor progreso, más democracia. No siempre es así. No lo fue durante el siglo XX, y no lo está siendo en la actualidad.

Con el final de la Guerra Fría dejamos atrás un conflicto característicamente ideológico para entrar en un período en el que países con distintas historias y culturas cuentan, sin embargo, con regímenes similares, de tipo autoritario, una escasa o nula experiencia democrática y unas élites preocupadas por su falta de legitimidad y por el riesgo que para sus intereses supone la expansión de los valores democráticos. Esta división entre demócratas y antidemócratas se convierte, de hecho, en un eje de la vida internacional, que lleva a unos y otros a unirse en defensa de sus valores e intereses. La descripción que hace Kagan de los principios y fundamentos de las políticas exteriores rusa, china e iraní resulta enormemente ilustrativa, así como la que tiene por protagonistas a EEUU, la India y Japón.

El modelo que Kagan nos ofrece minusvalora la tensión entre civilizaciones planteada por Huntington y afirmada en los hechos por las distintas corrientes islamistas. El problema existe, pero ni es el único ni es el eje sobre el que gira el conjunto del sistema internacional. La clave, por el contrario, residiría tanto en la creciente multipolaridad, alimentada por una exitosa globalización, como en la tensión entre democracia y autoritarismo. El desenganche postmoderno de Europa supone un serio problema para Estados Unidos, que tiene que sustituir a aquélla con democracias orientales como la japonesa o la india.

A juicio de Kagan, el futuro dependerá de la capacidad de las naciones democráticas para coordinar sus políticas en defensa de sus valores compartidos frente a una creciente resistencia, que ya es una realidad, de las naciones con regímenes autoritarios. Un escenario que ya conocimos en los siglos XIX y XX y al que ahora volvemos, si bien en un marco más global y menos occidental.

Robert Kagan, El retorno de la Historia y el fin de los sueños,Taurus, Madrid, 2008, 181 páginas.

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