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IGLESIA RUSA EN ESPAÑA

El padre Arseni reza por Galicia

En su improvisada iglesia ortodoxa del barrio madrileño de Aluche el padre Arseni se siente como si estuviese en su Siberia natal. Poco tiempo ha tardado en integrarse en la sociedad española, aprender el idioma y hacerse con un montón de amigos, entre ellos, sacerdotes católicos.

Tiene sólo 34 años, pero bien vividos. Ha sido “capellán” de un campo de trabajo de alta seguridad en Siberia, poblado por asesinos y otros criminales peligrosos. Estudió en Moscú en el Seminario y en la Escuela Superior de la Iglesia, luego completó sus estudios en el Vaticano y en Oxford. Es uno de los sacerdotes rusos más preparados y su misión no es sólo atender a la numerosa colonia ortodoxa afincada en España y en Portugal, sino también ampliar las relaciones con las Iglesias de estos dos países. Por algo trabajó en la sección internacional del Patriarcado de Moscú bajo el mando del propio metropolitano Kiril, considerado uno de los hombres más influyentes dentro de la Iglesia y “ministro de Exteriores” del Patriarca.

Las misas son los sábados y domingos. La iglesia del Nacimiento de Jesucristo, abierta gracias a la ayuda de monseñor Rouco Varela, con quien el arzobispo Inokenti, superior de Arseni, mantiene “relaciones de amistad”, es un simple bajo comercial de un bloque de viviendas. Dentro tiene un altar y está decorado con iconos según los ritos ortodoxos. La mayoría de los feligreses son ucranianos y rusos, pero hay también georgianos, rumanos, búlgaros, polacos ortodoxos y españoles conversos. El sacristán es un abogado bielorruso, perseguido por el régimen de Lukashenko. Las velas son de cera natural traídas de Rusia. Las españolas no sirven. El coro está compuesto por mujeres ucranianas y su canto es de tan alto valor artístico que merece actuar en cualquier sala de concierto de gran prestigio.

El padre Arseni, vestido con casulla amarilla de lujo bizantino, empieza la misa. El local está lleno. La gente de pie (los ortodoxos no se sientan durante las dos horas de la misa) con velas en la mano, algunos arrodillados, escuchan al párroco con mucha devoción. La misa es oficiada en “eslavo eclesiástico” (antiguo ruso) y en español. Primero rezan por el Patriarca y por Rusia, así como por la familia real española y por España. Es la costumbre ortodoxa: pedir a Dios que proteja al país donde se encuentran y a sus dirigentes. Pero esta vez el padre Arseni pide a sus feligreses que recen también por los “sufridos hermanos de Galicia, víctimas de la catástrofe”. Y no se trata sólo de rezar. Tras la misa, Arseni hace un llamamiento y escoge a diez voluntarios para acompañarle a la costa gallega a cumplir la “misión cristiana de limpieza”. Hay más voluntarios, pero el párroco apalabró con el Ministerio de Trabajo sólo el envío de diez personas.

El resto de la semana el padre lo dedica a mejorar sus conocimientos de español. Se queja de que todavía no entiende a todos los protagonistas del programa La Linterna cuando escucha la COPE, su cadena preferida. A menudo visita otras ciudades para atender a las comunidades ortodoxas afincadas en la costa malagueña y en Levante. El verano pasado realizó el viaje a pie por el Camino de Santiago. No para de visitar monasterios y otros lugares históricos y de interés religioso.

Pero lo que le gusta más es mantener contactos personales con los teólogos españoles para hablar de religión, política internacional, valores cristianos, moral, el fenómeno de la inmigración y el peligro islamista. Es admirador del Papa Juan XXIII. Admite que las actuales relaciones entre el Patriarcado de Moscú y el Vaticano no “son buenas”, pero insiste en que “eso no debe impedir la amistad entre sacerdotes y parroquias cristianas”. A las autoridades españolas les reprocha sólo un hecho: no dejarle visitar a los miembros de la tripulación del barco “Taamsare”, condenados por haber transportado en 1999 hasta las costas españolas 12 toneladas de cocaína. “Esa gente necesita un apoyo espiritual”, dice. Al mismo tiempo, aboga por la integración completa de los inmigrantes del este en la sociedad española. “No debemos vivir en un gueto cultural y religioso, debemos aprender el idioma y las costumbres españolas”.

Acaba de hacer amistad con un español a quien quería conocer desde hace tiempo. Se trata de nuestro compañero Cesar Vidal. Por fin se reunieron para hablar varias horas mezclando palabras españolas y rusas, y también griegas y latinas. Los dos intelectuales trataron de la Biblia y de los apóstoles, de la historia de las iglesias en Rusia y en España, de la Inquisición y del protestantismo, convirtiendo una pequeña cafetería de Atocha en un verdadero centro ecuménico. “César es un sabio”, dijo posteriormente el padre Arseni, “pero lo que más admiro en él es su profunda fe religiosa”.

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