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Contradicciones del mundo y del amor

"He amado más de lo que me han amado, he leído más de lo que me han leído, he ayudado a los demás más de lo que me han ayudado y, precisamente por eso, en el debe y el haber de nuestra efímera existencia, sé que he salido ganancioso". Esta frase extraída del cuaderno de notas de Eric, oscuro escritor, hombre luminoso y protagonista de la última novela de César Vidal, puede resumir toda una filosofía de vida despaciosamente desgranada y contundentemente expuesta en este libro romántico, evocador y comprometido con una realidad política y social que, por estar situada en la Etiopía acosada por el expansionismo fascista inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial, no deja de poseer una candente actualidad.

Londres, 1935. Tal vez sea porque el amor es más intenso en las épocas en las que el aire trae barruntos de desgracia y cataclismo, o porque, como piensa Eric "siempre hay alguien destinado a proporcionarnos con su amor una dicha absoluta", la atracción entre este escritor de dolorido pasado y Beryl Shrine, una periodista felizmente casada, estalla con una fuerza que conmociona a ambos. Sin embargo, Eric se marcha bruscamente a Etiopía y la magnetizada Beryl decide seguirle, animada por un resorte que ella misma no entiende. El encuentro de ambos personajes, su descubrimiento mutuo y la plenitud amorosa que sigue al deslumbramiento, no evitará que tanto las circunstancias externas, como los miedos y cicatrices que ambos esconden en su corazón, los arrastren al dolor y la renuncia.

Narrada en primera persona por Beryl, e iluminada por anotaciones del cuaderno personal de Eric, Te esperaré mil y una noches es una novela de amor que se sale de sus propias fronteras. La apabullante cercanía y brutalidad de las tropas de Mussolini no impide que el escritor se ocupe de traducir los relatos a los que se hace referencia en el título: aquellos que fueron contados por la hermosa Scherezade al sultán Shariar durante mil y una noches; en su cuaderno de notas, Eric hace otras tantas reflexiones sobre el sentido que anima estos relatos, trazando paralelismos entre ellos, su propio universo sentimental y el mundo que le rodea: el resentimiento como base del odio fascista, el nacionalismo como excusa para la destrucción, y el totalitarismo de cualquier signo como trampa de conciencias asustadas.

Con gran fuerza visual y vigorosos episodios (una niña que está a punto de sufrir una ablación, o un nativo destrozado por el gas mostaza), una estructura bien armada en su aparente sencillez, y con una narración que es emocional por parte de Beryl y reflexiva por parte de Eric, Te esperaré mil y una noches nos sitúa en un mundo de sentimientos básicos y razonamientos elaborados. Para Eric (y sin duda para el propio César Vidal, cuya obra nunca escapa de una importante dosis de compromiso personal), esta peligrosa combinación; en la que vivimos muchos seres humanos, sólo nos conducirá a la felicidad si es sostenida por una profunda espiritualidad y un anhelo básico: atenernos a aquello que consideramos justo.

Interesantes y amenas notas "eruditas" sobre el país en el que se desarrolla la acción, reflexiones sobre el amargo destino de Marina Tsvietáieva o el relato de la verdadera historia de Isak Dinesen, la autora de Memorias de África que aprovechó su don de contar cuentos para ofrecernos una visión edulcorada y mentirosa sobre sí misma, completan esta historia bella, triste y esperanzada, que se lee con la misma reparadora satisfacción con que se consume un nutritivo menú. Sólo pondremos una pega: hay pequeños descuidos editoriales, que deben ser subsanados en próximas ediciones.

César Vidal, Te esperaré mil y una noches, Planeta, Barcelona, 2001, 264 pp.

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