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Que los jodan

"Vicio monstruoso" lo llamó no sin razón el joven Étienne de La Boétie en su célebre Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Como es sabido, el discípulo de Montaigne se refería así al consentimiento libidinoso con que ciertos bípedos festejan su propia esclavitud. Una enfermedad que aquel ilustrado no acertaba a comprender, "dado que las propias bestias, aun las hechas para el servicio del hombre, no pueden acostumbrarse al control sin protestar". Por lo demás, poco sabemos de la génesis de ese sublime tratado, salvo que el original no fue redactado en catalán. Testimonio irrefutable de ello lo constituye el siguiente párrafo: "Trátase de un vicio para el cual ningún término puede ser hallado al no existir ninguno lo suficientemente ruin. Es algo a lo que nuestra lengua rehúsa mencionar". ¿Necesitaríamos acaso mayor prueba de que La Boétie ignoró en vida el significado de la expresión periodista català?

Pues que Pepe Montilla no amplió estudios con el Círculo de Viena era algo generalmente conocido. Y que su jorgolín de confianza, un Antonio Bolaño, tampoco procedía del Grupo de Bloomsbury ya empezábamos a sospecharlo durante la penúltima campaña contra la COPE: "Hablas de tu puta madre, cerdo hijo de puta", espetó entonces el kapo de prensa del Molt Honorable a un contribuyente partidario de la libertad de expresión. Vuelve el Hombre. Ya se sabe, ese estilo inconfundible del socialismo del Bajo (Llobregat): traje cruzado, preferentemente a rayas; calcetines blancos, anillazo de oro en el índice, patillón generoso, gin-tonic de Larios, puñetazo en la barra como prólogo al inapelable argumento testicular, y el sempiterno "tú ándate con mucho cuidao con lo que dices por ahí".

Sí, eso lo conocíamos todos. No obstante, aún nos faltaba por averiguar cómo reaccionarían los insobornables titanes de la ética periodística y la libertad de expresión – Àngels Barceló, Franco (Antonio), Juliana, Porcel, Barril, Cuní (llet), Francino, el Ilustre Colegio de Plumillas, el CAC...– cuando llegase el turno de joder a uno de los suyos. Porque Barbeta no es un facha de Madrit, ni tampoco uno de esos catalanes renegados entregados a la simonía y el perjurio en la capital del Imperio. No, no, el Barbeta, el redactor jefe de La Vanguardia, es un dels nostres de tota la vida. Pero, qué le vamos a hacer, igualmente me lo quieren joder. El compañero Bolaño se lo ha dejado muy clarito, poniendo a Dios por testigo: "Te juro que no voy a parar hasta joderte".

Pues bien, ni una sola columna en toda la prensa de Barcelona en defensa del jodido Barbeta. Ni una. Ni una sola vocecilla en ninguna tertulia de radio en auxilio del jodible Barbeta. Ni una. Ni un solo informativo de televisión jodiendo con lo de Barbeta. Ni uno.

Escribe perplejo La Boétie: "Es increíble cuán pronto el pueblo se vuelve súbdito (...) Obedece tan fácil y tan voluntariamente que uno es llevado a afirmar que ese pueblo en verdad no ha perdido su libertad sino que ha ganado su esclavitud".

Ellos lo han querido. Que los jodan.

(Libertad Digital, 20-III-2007)

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